LIBERALIDADES
El señor Ratzinger y el Señor
Intelectual de los que ya no quedan, religioso de los que integran todas las dimensiones de lo humano, flor última de la Europa que nos define
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Iniciar sesiónNoventa y cinco años: primero estudio, luego luz cegadora, luego alarma y silencio. La coexistencia de dos Papas parecía inimaginable, nadie había renunciado a la vicaría de Cristo en 600 años. En realidad, lo de Benedicto XVI es único en la historia de la Iglesia ... justamente porque esa renuncia, de por sí excepcional, es la única ajena a contextos conflictivos, los que conllevan cismas y prisiones. Por eso hay otro modo de contemplar la rareza: el señor Ratzinger, intelectual de los que ya no quedan, religioso de los que integran todas las dimensiones de lo humano sin forzamiento ni contradicción, flor última de la Europa que nos define sin que lo sepamos, es elegido por el Espíritu Santo y se dispone a cumplir su papel, casi inconcebible para un creyente y directamente incomprensible para un no creyente. Metido en harina, se encuentra rodeado de lobos, por usar la expresión de 'L'Osservatore Romano'. Alguien como él no miente, y sabe que callar del todo equivaldría a faltar a la verdad. Comprende que no tendrá fuerzas suficientes para enfrentarse a lo que ve: hay días en que «Dios parecía dormido», dirá.
Ya había advertido cinco años antes de que «Una cultura meramente positivista que circunscribiera al campo subjetivo como no científica la pregunta sobre Dios, sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves». Nótese que Benedicto XVI nos hablaba desde un lugar casi deshabitado. No se dirige a los desinteresados sino a los que se siguen preguntando por Dios. Pero los que hacemos tal cosa podemos despachar el ateísmo, o más bien el nihilismo ambiente, aludiendo a lo vano de la racionalización, puesto que la existencia de Dios sería, en términos popperianos, una hipótesis no falsable. Sin necesidad de llegar a los límites de Tertuliano y su «creo porque es absurdo», venimos a decir que en materia de creencias la ciencia no pinta nada. Pero el señor Ratzinger, que nunca dejará de ser un intelectual, es el Sumo Pontífice cuando comunica que la vía que hemos escogido es la ruina, precisamente, del humanismo; que es la razón rindiéndose, y que las consecuencias son gravísimas.
Es muy difícil, terriblemente incómodo, adoptar su perspectiva. ¿Tendrá sentido hacerlo, o las alarmas encendidas por Benedicto XVI son un exceso? Entonces recordamos otras palabras suyas, ante el Parlamento alemán, y sabemos que son indiscutibles: «La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa». Es decir –añado– de la civilización, de lo que somos. No perder pie en ninguno de esos tres fundamentos está resultando agotador, Santidad.
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