Los abusos sexuales deben perseguirse por todos los medios con vistas a restituir el daño causado y para que los culpables puedan rendir cuentas ante la Justicia
La responsabilidad de la Iglesia debe estar a la altura de su encomienda. Los abusos sexuales que durante años se perpetraron en contextos eclesiásticos son un hecho que avergüenza y compromete la calidad de una institución llamada a servir de ejemplo para los hombres. ... Estos delitos deben perseguirse por todos los medios con vistas a restituir el daño causado y para que los culpables puedan rendir cuentas ante la justicia. Por este motivo, la Iglesia cumple con un deber histórico al presentar con todo rigor los datos recogidos en sus oficinas relativos a los abusos sexuales acontecidos desde 1950.
El mal trato a cualquier inocente debería ser ya un escándalo para un cristiano, pero los casi mil casos informados elevan esta bochornosa circunstancia a una condición inasumible. Durante décadas, la institución eclesiástica no obró con una transparencia que es imperativa por lo que ahora debe reconocerse este paso que retoma el legado que con coraje y valentía inició el papa Benedicto XVI.
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