cabeza fría
Puigdemont, a la desesperada
El prófugo envía un mensaje a Moncloa: o Sánchez le entrega la Generalitat o apoyará una moción de censura del PP con Vox. No se lo cree ni él
Teresa Ribera, candidata fake
Puigdemont hace las maletas... para volver
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Iniciar sesiónMientras todos seguíamos estupefactos las novedades del caso Begoña y del caso Ábalos, Carles Puigdemont daba vueltas a su estrategia para intentar conseguir ser presidente de la Generalitat. El prófugo no solo no abandona la idea sino que está dispuesto a ir a por ... todas. A fin de cuentas, lo que dice la experiencia es que Pedro Sánchez termina cediendo ante todos los órdagos que le plantea el independentismo. Todo es cuestión de aguantar y Moncloa acaba pasando por el aro. Así que el que fuera president se plantea por qué iba a ser distinto ahora.
La pregunta es lógica. Especialmente en la semana en que el Congreso ha aprobado una amnistía que el Gobierno dijo que nunca jamás sería posible. Y la respuesta que se da a sí mismo el prófugo también lo es: hace falta subir la presión. Por eso, y a través de intermediarios, ha enviado a Moncloa un mensaje a lo cabeza de caballo. Si el PSC no le hace presidente de la Generalitat, la legislatura habrá acabado. La amenaza ha escalado y ya no es aquella de que Junts no aprobará ley o decreto alguno. Menos aún Presupuestos. Eso ya no surte efecto y ahora Puigdemont intenta meter miedo a los socialistas asegurándoles que apoyará una moción de censura del PP respaldada por Vox.
El órdago está echado pero todo hace pensar que será la excepción que confirme la regla. Es decir, que no veremos a Pedro Sánchez arrojando sus cartas a la mesa sino pidiendo al prófugo que le muestre las suyas. Defender una moción de censura contra el jefe del Gobierno que ha puesto al Estado de rodillas para situar a otro de derechas de la mano de la ultraderecha rompería internamente a Junts de tal manera que es completamente inverosímil que pudiera llegar a consumarse. Y eso sin entrar en que esa operación difícilmente podría llegar si quiera a plantearse porque Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal no aceptarían nunca a Puigdemont como compañero de camino.
Moncloa es plenamente consciente. Como también lo es de que el prófugo va a jugar hasta su última carta. Esto incluye intentar comprar a ERC con la Presidencia del Parlament a cambio de que le llame a investidura antes que a Salvador Illa, o con una candidatura conjunta ante una eventual repetición de las elecciones catalanas. Pero son otras dos vías muertas. La primera no tiene recorrido porque, sin los socialistas, Puigdemont no pasaría de protagonizar una investidura fallida. Mañana de gloria, baño de realidad posterior y a correr. La segunda tampoco lo tiene porque las heridas, la desconfianza y el resentimiento entre ERC y Junts siguen siendo tan profundos que el alumbramiento de una lista de unidad es casi tan inverosímil como una moción de censura de Puigdemont de las manitas de Feijóo y Abascal.
El órdago de Puigdemont durará días. Quizás semanas. E incluso pondrá nerviosos a muchos. Pero no servirá para nada más que para generar relato. Es la última carta de un prófugo a la desesperada.
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