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Vidas ejemplares

La no moción

Al final, hasta le vendrá bien a Sánchez

Luis Ventoso

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El populismo, de izquierdas o derechas, no funciona. Propone soluciones drásticas y milagreras, muchas veces caudillares, ante problemas complejos, que no se arreglarán con el dictado de las tripas e insultos al adversario. Sin embargo el malestar que lo espolea está justificado. Denuncia problemas reales, ... que el «establishment» de la partitocracia prefiere no ver. En su actual encarnación eclosionó en 2016, con el sorprendente triunfo de Trump, a lomos de votantes blancos desencantados con su país; y el del Brexit, patada de la Inglaterra olvidada a la espinilla de Londres y las élites ilustradas. La queja populista emana de dos problemas, uno monetario y otro psicológico: 1. El estancamiento de los salarios en Occidente y el reparto muy desigual de los beneficios de la globalización y los negocios digitales. 2. Un problema de dignidad y respeto. Los rezagados, los que no progresan en un modelo meritocrático que en la práctica no es tan abierto como promete, se sienten despreciados por no haber triunfado. La sociedad del «tanto cobras tanto vales» no los considera.

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