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El contrapunto

¿Qué fue de los «poderes fácticos»?

La moción de censura ejemplifica la actitud suicida con que PP, Cs y Vox se enfrentan al gobierno social-comunista

Isabel San Sebastián

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Una de las razones por las cuales escribo novelas medievales, seguramente la principal, es mi añoranza de algunos valores vigentes en ese tiempo, que nuestra época desprecia. Conceptos como el honor o el valor de la palabra, sagrados para las gentes que nos precedieron en ... este mundo, se hallan en vías de extinción, por no decir desaparecidos de la escena pública. La traición, sinónimo de ignominia a ojos de nuestros antepasados, está hoy a la orden del día y se recompensa generosamente en política. Pero de todos los atributos venerados en el Medievo, esfumados acaso para siempre, el que más añoro yo es la valentía, que ha pasado de constituir un requisito indispensable para el reconocimiento social a considerarse un lastre inútil, cuando no un camino seguro hacia el fracaso. Siempre hubo cobardes, la Historia nos brinda numerosos ejemplos, pero, así como durante siglos los dirigentes culpables de ceder al miedo fueron vilipendiados, estigmatizados, señalados por sus semejantes y condenados al ostracismo o, en su defecto, la murmuración desdeñosa, actualmente la cobardía no solo garantiza la supervivencia, sino que se premia con ascensos profesionales, encumbramiento, riqueza y éxito. La cobardía ha pasado de ser un baldón a erigirse en cualidad indispensable para transitar con la cabeza alta por esta España débil, humillada, temerosa de sufrir represalias, uncida mansamente al yugo, que confunde la prudencia con pusilanimidad y el respeto con sumisión.

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