editorial
El coraje de un presidente
Emmanuel Macron, haciendo frente a una intensa oposición, ejerce su responsabilidad y aprueba por vía excepcional la reforma de las pensiones en Francia
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, decidió aprobar el pasado jueves la reforma de las pensiones que elevará las horquillas de edad de jubilación en el país vecino de los 60-62 hasta los 62-64 años para el año 2030. La nueva ... ley plantea eliminar, también, los regímenes especiales de los que se beneficiaban ferroviarios, transportes públicos y trabajadores de sectores energéticos. Esta iniciativa ha recibido una dura contestación social tanto en las instituciones, donde Macron habría tenido severas dificultades para aprobarla por vía ordinaria, como en la calle, donde en los últimos días han vuelto a sucederse intensas manifestaciones con cerca de 300 detenidos sólo en París. La rotundidad de las imágenes y la carga simbólica de las concentraciones en la plaza de la Concordia, donde hace tres siglos se instaló la guillotina durante la Revolución, demuestran el clima de hostilidad que se ha visto obligado a vencer el Gobierno francés para sacar adelante esta iniciativa.
El presidente Macron activó un mecanismo legislativo de urgencia recogido en el artículo 49.3 de la Constitución Francesa y que permite aprobar una ley sin someterla a votación en la Asamblea. Esta vía resulta perfectamente legal y explícitamente está concebida para proyectos de ley presupuestarios o relativos a la financiación de la Seguridad Social, como es el caso. La escasa aceptación social de la medida, que se sitúa en torno a un 30%, así como el frágil apoyo parlamentario que habría cosechado, han obligado a Emmanuel Macron a adoptar una medida de urgencia que, sin embargo, no es enteramente excepcional. En respuesta a esta tramitación es posible que llegue a prosperar alguna moción de censura o que, incluso, se haga imprescindible convocar nuevas elecciones.
La reforma de las pensiones que acaba de aprobarse en Francia se compadece con la prudencia política que debería presuponérsele a cualquier gobernante. Prolongar la edad de jubilación es una medida poco menos que inevitable si aspiramos a conservar nuestras garantías sociales en un contexto en el que la esperanza de vida no deja de avanzar. En nuestro país, por ejemplo, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero impulsó una ley que guarda algunas analogías con la que ahora ahora ha aprobado el Ejecutivo francés. El realismo de aquel cambio normativo, al igual que la determinación que demuestra ahora Macron frente a los populistas de izquierda y derecha, contrastan con la manera en la que el ministro Escrivá ha reconfigurado el sistema de pensiones con una perspectiva puramente cortoplacista y electoral.
El sistema de pensiones es una de las garantías de nuestro contrato social y, por este motivo, cualquier reforma debería orbitar en torno a un sólido consenso y a un pacto de Estado. La política española contrasta actualmente con el rumbo legislativo francés. En nuestro país, el Gobierno es capaz de arriesgar la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones con tal de cosechar un rédito electoral que, además, puede acabar siendo mínimo. Por el contrario, en Francia encontramos a un presidente que en el ejercicio de un patriotismo cargado de coraje es capaz de anteponer su responsabilidad al interés inmediato. Es indudable que a Emmanuel Macron esta decisión le generará un enorme coste político y electoral. Sin embargo, asumir en primera persona los costes de una decisión difícil que se adopta en beneficio del interés y de la estabilidad del país es lo que se espera de un político que ejerce con lealtad la vocación de servicio que exige su cargo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete