Muñoz Puelles: «Espero que cuando nuestra especie se extinga no hayamos estropeado demasiado el planeta»

El escritor valenciano combina naturaleza e infancia en su último libro «La voz del árbol»

Muñoz Puelles: «Espero que cuando nuestra especie se extinga no hayamos estropeado demasiado el planeta» MIKEL PONCE

PILAR QUIJADA

Vicente Muñoz Puelles (Valencia, 1948) es un auténtico enamorado de la naturaleza. No hay más que oírle hablar. La conversación gira en torno a la vegetación, los animales y su relación con ellos. Como cualquier enamorado, sus referencias al medio ambiente son omnipresentes ... y no falta tampoco en sus libros. Es más, constituye una parte importante de sus narraciones. La dehesa de El Saler está en el origen de ese flechazo y trae a Vicente gratos recuerdos de su niñez, cuando el mundo se ve con ojos «pequeños». «Es el lugar de mi infancia. Los fines de semana venía con mis padres y después, con algunos años más, yo solo. En ocasiones llegaba andando desde la ciudad, unos 14 kilómetros. Era muy agradable pasar el día recorriendo la playa de un extremo a otro», recuerda.

Conoce cada rincón y casi cada insecto de este lugar, porque los investigó a fondo: «Estaba lleno de escarabajos de varias especies, orugas y mariposas diversas, saltamontes y libélulas. A veces recogía algunos y me los llevaba a casa para cuidarlos, pero era difícil que vivieran, aunque les llevaba las plantas de las que se alimentaban».

Y habla en pasado porque este espacio, hoy declarado parque natural , estuvo a punto de perecer ante el empuje del ladrillo , que le ha provocado daños casi irreversibles. En 1962 la rica franja que separa el mar de la albufera despiertó la codicia de alguna constructora que no acertaba a ver más allá del beneficio económico inmediato. En el 64 las leyes se acomodan a esos deseos y se deroga el artículo de la Ley de 23 de junio de 1911 que obligaba al Ayuntamiento de Valencia a conservar el arbolado de la Dehesa y la integridad del suelo. Libre de obstáculos, la urbanización comienza en 1965.

«Al restaurar las dunas, ya sin el paseo marítimo, regresaron las plantas»

Vicente fue testigo del cambio en el paisaje, un hecho que su memoria ha conservado: «Las dunas , con su vegetación especial, se perdieron cuando se edificó incluso en el propio pinar». Un pinar de pino carrasco ( Pinus halepensis ) que crece próximo a la Albufera. «Cuando construyeron el paseo marítimo, que después se eliminó, quitaron las dunas cercanas al mar. Y la zona que hay entre éstas y el pinar se convirtió en un aparcamiento. Los pinos, sin el abrigo de las dunas, recibían el aire salino directo. Por eso perdían ramaje y se secaban. Los troncos crecían torcidos , inclinados por el viento. Intentaron poner mamparas para protegerlos, pero hasta que demolieron el antiguo paseo, el bosque no recuperó su aspecto natural», explica. «Al restaurar las dunas, ya sin el paseo marítimo, regresaron las plantas y los mismos insectos de mi infancia. Ahora vuelve a ser tan agradable como entonces», asegura.

Y es que, en el 66 empezaron a alzarse voces de alarma, preocupadas por la suerte de la Albufera y la dehesa del Saler, aunque con poco éxito. Cuatro años más tarde, en el 70, Félix Rodríguez de la Fuente muestra en televisión el triste estado de la zona . Las imágenes dan pie a una gran polémica pública en la que ecólogos, biólogos y periodistas manifiestan su oposición a la urbanización. Pero aún pasó otra década hasta que el sentido común se impuso. Mientras, el daño a este espacio natural seguía avanzando. «He visto cómo algunas especies desaparecían. Entonces había incluso hormigas león. Era fantástico descubrir el mundo pasándolo muy bien mientas crecías», señala Muñoz Puelles.

Paisaje rejuvenecedor

Vicente es un gran observador de los detalles «a escala pequeña, no hace falta mirar muy lejos, ves los granos de arena y las plantas conocidas de siempre, las conchas que lleva el mar a la orilla...». Hoy, viendo el paisaje de su niñez recuperado, se siente «como si rejuveneciera». Habla de la zona intermedia entre las dunas y el pinar, «que en invierno se encharca y se forma un humedal estacional muy bonito, al que acuden patos, charranes, gaviotas... Una de las últimas veces que fui con mi hija vimos un búho».

Este escritor valenciano ha fijado su residencia cerca de aquí: «Cuando nacieron mis hijos nos mudamos. Desde donde vivo, en el interior, se ve la orilla del mar y se adivinan El Saler y la Albufera . Siempre que vuelvo me reencuentro con todo».

La conversación con Vicente da para mucho. Es difícil resumirla para destacar lo más interesante, porque casi todo lo es. Su charla revela su forma de ver el mundo: «Es bonito intentar ser como los niños». Y su jardín refleja aquella curiosa mirada infantil, que le lleva a pasar lista de las especies que el supuesto progreso se llevó por delante en El Saler. «Tenemos árboles tupidos, incluso un roble gigante, y un orquidario, que cuida mi esposa. Yo me encargo de los cactus. Además hay dos estanques, uno natural, a ras del suelo, en el que observo los peces, las ranas y los sapos, que me gustan mucho. Muchos de mis cuentos tratan de estos animales que conozco , como la rana Roni. Parece que una rana no tiene personalidad, pero yo he llegado a crear una relación con Roni, que en "La voz del árbol" se llama René».

La voz del árbol

«La voz del árbol» es su último libro, que se publica ahora, en abril, y ha merecido el premio Anaya de literatura infantil y juvenil . En él «se juntan algunos de los temas que más me interesan: la infancia, la naturaleza y los libros. Creo que los niños necesitan de la naturaleza, porque son parte de ella y no deberían abandonarla nunca». El libro, desde la visión de su hija , cuenta cómo era la vida en su actual casa cuando sus hijos eran pequeños.

«Además de los animales y plantas me importan los libros, que me han acompañado siempre. Por la noche los dejo en mi propia cama y choco con ellos mientras duermo. Los cojo al azar, cuando me acuesto, y cuando los toco medio dormido durante la noche me tranquilizan»

«Los niños son parte de la naturaleza y no deberían abandonarla nunca»

Su amor por la naturaleza es extremadamente fiel y no adelgaza con los años. Confiesa que el mundo «artificial o tecnológico» le interesa relativamente poco, «me parece un accidente. Soy un enamorado de la naturaleza. Espero que cuando nuestra especie se extinga no hayamos estropeado demasiado el planeta. Y espero que las especies supervivientes tengan alguna opción. Creo que la extinción ocurrirá, porque el hombre a escala individual es relativamente inteligente, pero ante los graves problemas no sabe unirse para solucionarlos. Si no sabemos reaccionar frente a cosas que hemos provocado nosotros mismos, como la crisis económica, ante el cambio climático o el deshielo de los Polos, menos».

Muñoz Puelles: «Espero que cuando nuestra especie se extinga no hayamos estropeado demasiado el planeta»

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