AUDI RS4 Avant Edition 25 Años: un bisturí sobre ruedas para descubrir el tesoro de Santa María del Paular

El trayecto desde Madrid lo hacemos a bordo de una joya automovilística, el Audi RS4 Avant Edition 25 Años, prácticamente un bisturí para diseccionar la carretera con precisión milimétrica. La edición exclusiva solo tiene 250 unidades y en España se han comercializado tan solo 6. Un modelo que no pasa desapercibido, en parte por el icónico color Amarillo Imola que recuerda al Audi RS4 Sport, sino también por el rugido de su motor V6 biturbo de 470 CV que no deja indiferente a los que lo escuchan.

Los primeros 77 kilómetros del recorrido son por la autovía A-6, donde podemos comprobar las capacidades de aceleración del RS4, capaz de pasar de 0 a 100 km/h en menos de cuatro segundos. Sobre el trazado suave de esta primera parte de la ruta, una vía de dos carriles, ya vemos que tenemos una máquina precisa, que responde a la perfección a lo que le pidas.

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Sin embargo, donde el modelo exclusivo de Audi demuestra lo que vale es cuando a la altura de Lozoyuela tomamos la M-604 para penetrar en el valle del Lozoya. En el trayecto hacia Lozoya y posteriormente hasta Rascafría, la carretera empieza a revirarse como una serpiente y ahí este modelo es el rey en cuanto comportamiento y precisión quirúrgica.

Las modificaciones en el motor, la suspensión y las ruedas proporcionan unas prestaciones impresionantes. El V6 biturbo del nuevo RS4 Avant Edition 25 Años rinde una potencia de 346 kW (470 CV) y un par máximo de 600 Nm. Esto supone un aumento de 15 kW (20 CV) en comparación con el RS 4 Avant. El modelo acelera de 0 a 100 km/h en 3,7 segundos y alcanza una velocidad máxima aumentada hasta los 300 km/h, según declara la marca. Su sistema de frenos carbocerámicos RS de serie se encarga de las aceleraciones negativas. El escape deportivo RS plus con salidas en negro mate genera un intenso patrón de sonido.

Bordeamos el pantano de Pinilla, que está al límite de su capacidad tras las intensas lluvias de mayo, y las montañas de la sierra del Guadarrama se recortan con un verde intenso contra el azul turquesa de un día despejado de primavera. Nada más superar Rascafría, a poco más de dos kilómetros está el monasterio de Santa María del Paular.

Una construcción fundada en 1390 que suma seis siglos de historia y que ha sumado en sus paredes prodigios de estilo, desde el gótico de reminiscencias mudéjares, renacimiento, pasando por el barroco, hasta nuestros días. Durante sus primeros cuatro siglos y medio de existencia, El Paular, se convirtió en una de las cartujas más poderosas del continente europeo, hasta el punto que pudo permitirse el lujo de costear la construcción de la cartuja de Granada en 1515.

Los cartujos fueron desalojados con la desamortización de Mendizabal de 1834. El Paular volvió a ser habitado en 1953 por monjes benedictinos. Actualmente, allí viven 7 monjes, pero como dice el hermano Enrique durante las visitas guiadas, «cada uno vale por tres, así que somos 21».

La visita del monasterio es una cadena de sorpresas. Cuando piensas que ya has visto algo único, el hermano Enrique abre una nueva puerta que vuelve a desencajarte la mandíbula. Por destacar alguno de los tesoros, lo primero que hay que contemplar es la colección de cuadros de la vida de san Bruno (fundador de la orden cartujana) que se alojan en el claustro principal y que fueron pintados en el siglo XVII por Vicente Carducho (1576-1638): un conjunto de cincuenta y seis lienzos de grandes dimensiones.

Mención especial también merece el retablo en alabastro policromado del altar mayor. Realizado a finales del siglo XV, recrea una serie de diecisiete escenas bíblicas con extraordinario detalle. Seis siglos después, esta magna obra sigue íntegra, lo que el hermano Enrique sin duda en calificar como un milagro.

Pero cuando ya parece que nada puede sorprenderte, llegamos a la capilla octogonal del Sagrario, ampliada por el sobrecogedor Transparente, uno de los máximos exponentes del barroco español obra de Francisco Hurtado. Un lugar donde la luz juega con las retorcidas formas de las columnas salomónicas.

Tras comer en uno de los buenos restaurantes de Rascafría, reemprendemos camino por la M-607 hacia el puerto de Navacerrada. Tan solo son 21 kilómetros en los que el Audi vuelve a mostrar algunas de sus habilidades. Un trazado en el que se agradece de forma especial la suspensión deportiva RS pro, una suspensión ajustable que garantiza una combinación perfecta de dinámica y confort. La altura de la carrocería que ya es 10 mm inferior a la del RS 4 Avant, adicionalmente puede rebajar de forma manual otros 10 mm, para conseguir una altura total 20 mm inferior a la del modelo de serie.

Esta edición conmemorativa también incorpora el diferencial deportivo quattro, que garantiza una mayor agilidad y un mayor protagonismo del eje trasero para aumentar la diversión al volante, especialmente en el modo de conducción 'dynamic'. El software actualizado de la unidad de control de la transmisión acelera los tiempos de cambio y mejora notablemente la distribución entre los distintos perfiles de conducción. El resultado es un mayor agarre y un mejor comportamiento en las curvas. Un subchasis firmemente fijado en el eje trasero proporciona una respuesta más precisa de la suspensión y un mejor rendimiento general. Las cualidades dinámicas se ven reforzadas por el diferencial Torsen optimizado.

Tras Navacerrada nos dejamos caer hacia Collado Villaba para tomar la A-6 de regreso a Madrid, una vía con mucha densidad de tráfico pero que con sus tres carriles –siempre que no cojas una hora punta- te permite circular a buen ritmo.