ARTES&LETRAS DE CASTILLA-LA MANCHA
José Julián Labrador, un castellano-manchego en cabeza del rescate de los clásicos
Este alcarreño de pro encabeza un equipo de investigadores empeñado en rescatar a nuestros clásicos de los polvorientos anaqueles de las más excelsas bibliotecas

Eso que llamamos nuestros clásicos conforma un universo, una dantesca topografía, con su cielo (o canon reconocido y reconocible a través de los planes de estudio en sus diferentes niveles) y también su proceloso y laberíntico inferno (los llamados autores y obras menores, que son legión y que, a menudo, no son sino textos mal o nada leídos) y su purgatorio (obras no catalogadas, perdidas en sótanos, trasteros y mechinales o escamoteadas al público disfrute en bibliotecas de coleccionistas tan snobs como avarientos). En realidad, quizá la imagen del iceberg sea acá, una vez más, la idónea. Conocemos, se editan y representan, generan tesis y tesinas, un corpus limitado de obras, apenas un cinco por ciento de todos los títulos acreditados desde finales del XV hasta el XVIII. Bien es verdad que hay una secuencia áurea de autores, cuya grandeza llevó a no pocos de sus contemporáneos a tildarlos de monstruos. Esto ayuda a explicar el ominoso silencio sobre casi todo lo demás aunque en absoluto lo justifica.
José Julián Labrador Herraiz, alcarreño de pro, catedrático de Literatura española en Cleveland (Ohio) durante décadas, encabeza un equipo de investigadores empeñado en rescatar de los polvorientos anaqueles de las más excelsas bibliotecas buena parte de los tesoros escondidos en esa parte no visible o evidente del iceberg a que acabamos de aludir. Inmensa e incesante viene siendo su labor de recuperación de esos a veces mal explorados jardines poéticos que son los Cancioneros, con especial foco en la reivindicación del gran vate linerense Pedro de Padilla. J. J. Labrador es asesor y promotor del valioso proyecto editorial Frente de Afirmación Hipanista, junto al entusiasta promotor y estudioso mexicano Fredo Arias de la Canal, precisamente autor de uno de los dos libros que vamos a glosar aquí.
He tenido el placer de colaborar como editor de Labrador en mi etapa al frente del Servicio de Publicaciones de la Junta de Castilla-La Mancha entre 2004 y 2009 y de inaugurar con él la colección de Clásicos castellano-manchegos, en cuyo listado figuran dos valiosos trabajos suyos: la Justa Poética (celebrada en Cifuentes en el siglo XVII) y el impagable Cancionero de Sebastián de Horozco, en su primera edición exhaustiva de calidad.
Estos dos libros salen bajo el sello de esta editorial consagrada al hispanismo. El primero, Sonetos oral-traumáticos, masoquistas, tanáticos y eróticos de Flores de Baria Poesía y otros Cancioneros de los siglos XVI y XVII tiene la firma autoral de Fredo Arias de la Canal y cuenta con prólogo de José Julián Labrador y Ralph Di Franco. El segundo, La Philosophía vulgar de Juan de Mal Lara es una edición facsimilar a cargo precisamente de José Julián y de su estrecho colaborador habitual.
UNA GRAN SELECCIÓN DE SONETOS
Para los aficionados al soneto, que no deben de ser pocos en estos tiempos de tuiteo y de tonteo, Fredo Arias despliega el lujo de una selección excelsa, centrada desde luego en las «Flores de Baria poesía» pero con hallazgos magníficos como esos comentarios que iluminan algunas noches de verano. Las Flores, fuente de setenta y cinco sonetos, es en palabra de los prologuistas un «cartapacio poético mexicano (que) representa uno de los vínculos entre la Península y la Nueva España, un puente mediante el cual se comunicaban los dos mundos». Desde la consolidación de la conquista, el Archivo de Indias refleja la realidad de naos cargadas de libros con destino a lectores de Santo Domingo, México o Lima. Aunque la imprenta floreció también en ultramar, el libro manuscrito, el cartapacio o cuaderno personal, no desapareció, como es estas Flores que incluye, desde luego, no pocas piezas gestadas al otro lado del Atlántico.
La gran recreación del petrarquismo que desarrollaron nuestros vates de los siglos áureos, a veces superando al maestro, queda de manifiesto en esta selección incomparable que incluye no pocas muestras de este arte en Garcilaso (junto a Boscán, introductor del soneto en nuestra lengua y una de sus cimas), el conde de Villamediana o el gran Lope.
El compilador Fredo Arias, impulsor del Frente afirmador del hispanismo, acredita muy interesantes trabajos en que aplica el psicoanálisis a la hermenéutica de nuestros clásicos Así, en su Intento de psicoanálisis del Homo Hispanus (FAH, México, 2006) y en otro de sus impresos incorporaba un interesante estudio sobre ese enigmático y magnífico proto-donjuán español que fue Juan de Tarsis, conde de Villamediana.
La poesía de Cancionero con su desarrollo más allá de los límites del manierismo del tema del amor cortés, codificado por Petrarca, es muy susceptible de un feraz análisis (selección en este caso) en términos de psicoanálisis: Eros y Tánatos, sueño, deseo, represiones varias, masoquismo…
Para los amantes de la poesía, este libro constituye una verdadera fiesta y confirma el parecer del gran tratadista Juan Díaz Rengifo quien afirmaba en 1606 que «el soneto es la más grave composición que hay en la poesía española». Sobre un concepto único, «recibe comparaciones, semejanzas, preguntas y respuestas, sirve para cuantas cosas quisiere uno usar dél, para alabar o vituperar, para persuadir o disuadir, para consolar y animar…». En definitiva, estamos ante otra gran aportación a la recuperación de los clásicos por parte de este proyecto editorial asesorado por nuestro ilustre filólogo alcarreño.
LOS MIL REFRANES DE JUAN DE MAL LARA: EL ERASMISMO EN CÁPSULAS
En estos años de «contrarreforma» viene bien adentrarse en lo más sólido del Humanismo español y dar a conocer esta obra, clave para la formulación del pensamiento peninsular, del sabio erasmita sevillano Juan de Mal Lara, «libro capital en la historia de la paremiologia y del erasmismo hispánicos». Nacido en el seno de una familia humilde, aprendió las primeras letras bajo la docencia de su padre, un pintor, hacia 1524, junto al Guadalquivir. Años más tarde, en Salamanca, foco del humanismo peninsular, estudia con el Comendador Griego Hernán Núñez, cuya influencia se nota en el libro presente: el sevillano se siente sucesor de la labor de recopilación y glosa de refranes que había comenzado su maestro y había quedado sin terminar cuando murió. Allí conoció al Brocense. Pasó después a Barcelona para estudiar con el conocido maestro Francisco Escobar (1544 o 1545). Y parece ser que también estuvo en Alcalá de Henares. Volvió a Sevilla, y enseñó públicamente Retórica, siendo gloria de este insigne Profesor, que todos los Sevillanos, que por aquel tiempo tuvieron fama de elocuentes aprendieron de él el ornato del estilo. Se dió mucho a la poesía, asi latina como castellana. Dió a luz: «La Filosofía vulgar primera parte», que contiene mil refranes glosados. Imprimióse en Sevilla el año de 1568. Obra que bajo la vulgaridad de los refranes, enseña altas moralidades, y máximas de Cristiandad (Fermín Arana de Varflora).
Su fama de destacado humanista fue enturbiada en 1561 por haber sido acusado por la Inquisición de ser la pluma que compuso unos versos anticlericales; en 1561 fue metido en prisión, y se libró del castigo porque apareció el verdadero culpable. Con la lección aprendida, no dudó en dedicar su libro al rey Felipe II en 1568. A su Academia, en la finca de don Álvaro Colón y Portugal, conde de Gelves, junto al Betis, finca conocida como Merlina, acudían destacadas personalidades, como Argote de Molina y Fernando de Herrera. «Sevilla, y en concreto su Academia, constituye el centro medular y catalizador en la difusión de un amplio abanico de saberes humanísticos». Mal Lara murió a los pies de la Giralda en 1571.
Para hacer esta edición, la fundación Frente de Afirmación Hispanista ha buscado a dos buenos conocedores de la literatura del Siglo de Oro, los ya mentados José J. Labrador Herraiz (catedrático emérito de la Cleveland StateUniversity) y al catedrático de la Universidad de Denver Ralph A. DiFranco; colaboradores en varios proyectos editoriales como el del apicarado Cancionero de Sebastián de Horozco (Junta de Castilla-La Mancha, 2010), toledano él, una de nuestras joyas poéticas del siglo XVI. La edición de la Filosofía vulgar va prologada por los mismos con un estudio sobre los poemas sueltos de Mal Lara, sonetos cuya fuente se documenta en un manuscrito que se formó en México el año 1577. También han contribuido al libro del humanista dos reconocidos especialistas: Inmaculada Osuna (Complutense) y Francisco Escobar (Sevilla). En el pasado, Américo Castro (desde 1925), Federico Sánchezy Escribano (desde 1933) y Marcel Bataillon (desde 1937) se han ocupado de la Filosofía vulgar y han insistido en las influencias de Erasmo y particularmente sus Adagia en Juan de Mal Lara.
La mencionada fundación mejicana, firme a su propósito de dar a conocer a algunos de nuestros clásicos olvidados —como ha sido la recuperación del gran poeta andaluz Pedro de Padilla, amigo de Cervantes, de Lope y demás vates de primera fila del siglo XVI, injustamente relegado a poeta de segunda fila— ofrece a los lectores de hoy el importante libro que Juan de Mal Lara tituló Filosofía vulgar, dos términos que para el lector moderno pudieran sugerir que es uno de esos plomos insufrible e ininteligibles que es mejor dejarlo para otra ocasión. Pero es muy otro el caso. Los refranes, muchos de ellos fuera de los que comúnmente se conocen, alcanzan un grato interés, y sus glosas son incisivas e inteligentes, convirtiendo al libro en un tratadito de sociología.
Pero oigamos al propio Mal Lara en su resumen del libro dedicado al rey Felipe II: «Materia me pareció conveniente para ofrecer a reyes la Filosofía y escogí la vulgar que los vasallos de S. M. usan con la libertad concedida a sus casas, huertos y heredamientos, según se les deja gozar… Esta ‘Philosophía vulgar’ saque yo de los refranes castellanos, los cuales no creo que serán tan peregrinos a los oídos del rey que no lo haya alguna vez oído, y aun usado en su lugar y tiempo, para allanarse entre los suyos y hacerles merced hablando en su lenguaje».
Tienes, lector, dos importantes obras de nuestra literatura. Solo nos resta felicitar a la Fundación, a los editores y a nuestro paisano José Julián Labrador por habernos proporcionado tan interesantes y monumentales libros.
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