«Conselleira, me agrede su mirada»

Arrancó caliente la sesión con Rosa Quintana llamando a la cordura de los ganaderos para que se sumen al acuerdo auspiciado por el Ministerio y con todos los eslabones de la cadena de la leche. Qué fácil es hacer oposición como Carmen Iglesias, elevando el diapasón del drama y hablando de «catástrofe nacional», una frivolidad en una tierra que ha sufrido un «Prestige».

Lo chocante del estereotipado discurso de la oposición es su imputación de responsabilidades exclusivamente a los poderes públicos, como si los ganaderos lo hubieran hecho todo bien en su sector, como si no cupieran reproches , como si entre ellos no hubiera recelos y desconfianzas que se plasman en que son incapaces de hablar con una sola voz.

Luego está la forma de entender el parlamentarismo de Pablo García, sindicalista de Unións Agrarias reconvertido a político por la varita de algarrobo del «pachismo», con poca habilidad en el humor desde la tribuna. Es un tipo sin gracia para el chiste. Y lo que es peor, sin rigor, por mucho que venga del negociado agrario de un sindicato de reconocidísima adscripción ideológica.

Nadie en la oposición reconoció que la fijación de precios es ilegal . «Si los ganaderos están ahí es que tienen razón», un simplismo ofensivo e irresponsable que contraviene los llamamientos al sentido común del sector. Ayer se visualizó que la oposición quiere más ruido en el lácteo, que no le interesa un acuerdo porque un campo en ebullición no vota al PP. Por cierto, qué poco punch en la bancada popular para arropar a Quintana.

El calor acabó en incendio en el debate sobre el hospital, que acabó confundiendo al oyente. Lo que debía ser una rendición de cuentas por una cuestionable mudanza al Álvaro Cunqueiro devino en un coloquio sobre la idoneidad o no del modelo de financiación público-privado elegido. Churras con merinas, con los diputados vigueses del PSOE tan alporizados como suele andar su alcalde , el «amado líder» según el popular Miguel Santalices. Debe haber un concurso de méritos para ver quién repite en las próximas listas. Abel Losada, extraño portavoz sanitario, se indignó bastante.

No fue una comparecencia fácil para Rocío Mosquera . Cabizbaja buena parte del tiempo que le tocó soportar la censura de las portavoces del Mixto, Bloque y AGE. Montse Prado se pasó de frenada: «Hay una alarma social generalizada ». Esos son los riesgos de ir a demasiada velocidad. Apretó mejor Eva Solla , aunque en su ritmo implacable dejó entrever que de gestión sanitaria va justita. Y Losada , perro viejo, regaló la frase del día: «Tengo derecho a sentirme agredido por la mirada de la señora conselleira» . Con qué poco se ofenden algunos. Poco de salud y mucho de economía. Esto al otro Abel no le hubiera pasado.

Mosquera habló poco de lo que debía, y con parquedad. Las acusaciones vertidas habrían exigido mayor contundencia y convicción, sobre todo cuando la oposición alimenta las insinuaciones sobre el aspergillus. No se puede decir «no hablo de expedientes clínicos» cuando está en los periódicos . Hay cautelas que pueden ser guardadas con más astucia, pero quizás para eso, además de gestor, haya que ser político. Hoy, con las preguntas al presidente de la Xunta , hay segundo turno. Y volverán a saltar chispas . Elecciones, ya saben.