feísmo urbanístico
Del hórreo de ladrillo a las casas recebadas
La nueva Lei do Solo plantará cara a las viviendas inacabadas, los cierres a medio hacer o las formas y colores impropios de la zona
patricia abet
Moverse por el rural gallego implica toparse, en algún momento determinado, con lo que en la última década se han calificado como ejemplos de «feísmo urbanístico». Es decir, hórreos enladrillados que nada tienen que ver con las tradicionales construcciones de piedra protegidas por ley desde ... 1973; casas a medio acabar que se mantienen durante años con un simple recebo de cemento gris; almacenes levantados al lado de iglesias centenarias; fincas cerradas con somieres e incluso bañeras que —colocadas en medio del jardín— se convierten en una suerte de macetero donde todo cabe.
Aunque nadie acierta a explicar con certeza las razones del nacimiento de este fenómeno propiamente gallego, el decano del colegio de arquitectos de Galicia, Antonio Maroño, vincula su existencia a la tradición de una «vivienda de la tierra» que propicia que los restos de materiales de unas construcciones se aprovechen para dignificar otras. De ahí, por ejemplo, las sobras de alicatados distintos que sirven para dar forma a un cierre accesorio. «Soluciones abigarradas», en opinión de Maroño, que son «un problema a extinguir porque la conciencia social está aumentando a medida que la legislación se va haciendo más y más exigente».
El límite de lo feo
Sin embargo, trazar el límite que delimita lo que es feo de lo que no lo es es una labor complicada. «Nadie exige por ley que algo sea bonito, pero sí que se cumplan una serie de condiciones», explica Maroño. En el caso de los diseños ajenos que algunos importan a tierras gallegas, y que en muchas ocasiones emergen en medio de un paisaje rural formado por casas de piedra, el decano reconoce que «el que unas viviendas peguen o no con otras entra dentro de lo que cada uno entiende como bueno». «Igual la persona que lo está construyendo cree que ese diseño dignifica su entorno», enfatiza. El límite, resalta el arquitecto, está en el orden, «porque un espacio puede ser homogéneo o no, pero sí debería ser ordenado».
Preocupados por el feísmo y por la afectación al paisaje de la Comunidad, los legisladores gallegos se afanan en elaborar normas que regulen el que en tiempos se denominó como «ti vai facendo». A día de hoy, la normativa contempla que las edificaciones deben mantener «las condiciones de salubridad, higiene y decoro», aunque sólo como una determinación general. El verdadero golpe de efecto, avanzan desde la Secretaría Xeral de Territorio e Urbanismo, lo dará la nueva Lei do Solo. Una norma que debe superar aún el debate parlamentario y que contempla apartados como el que obligará a los propietarios gallegos a rematar por completo las edificaciones que inicien, con especial incidencia en los elementos visibles desde la vía pública como pueden ser fachadas, cubiertas y cierres de parcelas.
«No» al ladrillo al aire
Es decir, la nueva ley prohibirá, por ejemplo, un tipo de viviendas que floreció en el rural hace unos años y que consistía en levantar una casa dejando el bajo al descubierto y con los pilares a la vista. Tampoco permitirá, a priori, que las obras permanezcan años sin pintar o que los ladrillos estén al aire. Para ello, la normativa establece que serán los Catálogos da Paisaxe los que marquen los criterios de armonización y de integración de las edificaciones en el paisaje de la zona. Además, y para ponérselo más fácil a los dueños, estos catálogos delimitarán cuestiones como la elección de la gama cromática de las viviendas o incluso de sus formas.
Todo para ordenar un paisaje y unas edificaciones que la falta de planificación ha convertido ya en una seña de identidad de la Galicia rural.
Del hórreo de ladrillo a las casas recebadas
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