accidente del tren alvia

«Nunca, nunca, nunca me sentaba del lado izquierdo del vagón, hasta ese día»

Los supervivientes del accidente de tren del Alvia siguen, a punto de cumplirse dos meses de la catástrofe, su lucha por salir adelante. Lidia Sanmartín, una de las últimas heridas en recibir el alta, narra su experiencia tras el fatídico 24-J

«Nunca, nunca, nunca me sentaba del lado izquierdo del vagón, hasta ese día» miguel muñiz

patricia abet

Hace solo dos semanas que Lidia regresó a casa. Después de un mes ingresada en el hospital, esta joven ferrolana recibía el alta médica y dejaba de engrosar la lista de heridos del accidente de tren de Angrois que siguen hospitalizados en los centros ... de la Comunidad gallega. «Cuando me dijeron que por fin iba a poder salir del hospital me eché a llorar» , reconoce. Su historia es la de una familia a la que la vida se le paró a tres kilómetros de Santiago y que ahora empieza a caminar de nuevo, «aunque sea apoyada en unas muletas».

Inmovilizada por una fractura abierta en la pierna derecha, su dependencia de la silla de ruedas, por el momento, es total. «Tengo un clavo que me baja desde la rodilla hasta el tobillo, grapas en las extremidades, cortes en la cabeza y los pulmones tocados . Los médicos me han dicho que no puedo coger ningún resfriado por el riesgo a que se me infecten y que igual tienen que operarme la pierna por cuarta vez para colocarme un injerto de hueso», detalla esta abogada de 31 años sentada en el sofá de la vivienda familiar de Barallobre, su lugar de destino aquel 24 de julio.

Sentada «en el lado bueno»

El testimonio de Lidia, una persona «llena de fuerza y optimismo» según la describen sus allegados, deja entrever la otra cara de la moneda de un fatídico descarrilamiento en el que 79 personas se dejaron la vida . «Siempre he pensando que nosotros decidimos nuestro destino, pero el accidente me enseñó que no. Yo trabajo en Madrid desde hace cinco años, casi todos los fines de semana volvía a casa y siempre, siempre, siempre me sentaba del lado derecho del vagón. El día del accidente, mi billete era para el lado izquierdo y todo el viaje tuve una sensación de extrañeza, era como si no reconociese el paisaje porque yo nunca, jamás, iba sentada ahí. Fue raro».

Desde la misma noche del accidente, Lidia se refiere a la fila de asientos en la que viajaba como «el lado bueno». Iba en el vagón número 5, en el puesto 5 D, del lado de la ventanilla. La parte contraria de ese vagón impactó contra el muro de hormigón de la curva de A Grandeira . De las 33 personas que viajaban en él, solo 6 fueron rescatadas con vida. «No sé si tenía conmigo un ángel de la guarda o dos, pero mi final no estaba ahí», afirma.

Del momento del choque, esta ferrolana de 31 años recuerda «un frenazo brutal». «Yo iba escuchando música con el móvil, lo solté e intenté agarrarme al asiento», describe. El fuerte impacto la hizo saltar por los aires y darse de frente contra las butacas. En el golpe perdió el conocimiento. «Cuando recuperé la consciencia estaba dentro del vagón con un brazo aprisionado por algo. Escuché gritos y yo también intenté gritar, pero no pude y pensé que estaba soñando , como cuando en sueños no te sale la voz. Al momento levanté una mano y un bombero me la agarró. Ya no lo solté más».

Tendida en las vías, Lidia recibió la ayuda de los vecinos de Angrois . «Me trajeron mantas, agua y hasta un teléfono móvil para que llamase a mi familia, pero les dije que no porque no sabía qué decirles, ni dónde estaba, y porque no pensé que estuviese saliendo por la tele. Estaba en shock », relata. Sentada junto a ella, su madre baja la cabeza y recuerda el momento en el que un familiar la telefoneó para contarle que un tren acababa de estrellarse en Santiago. «Me enfadé y le chillé que no dijese barbaridades, pero puse la televisión y vi las imágenes. Solo le pregunté si había muertos y colgué», recuerda. Casi al mismo tiempo, un tío de Lidia veía una imagen en la que unos bomberos sacaban a una chica que se parecía a su sobrina por la ventanilla de un vagón.

«Mi tío vio cómo me sacaban de uno de los vagones por la tele»Al poco tiempo, los padres de Lidia salieron hacia Santiago. «Nunca olvidaré que, llegando a Sigüeiro, me llamaron para decirme que estaba en el hospital y que estaba viva. Cuando la vimos, mi marido, que hasta el momento me había estado dando ánimos, se desmayó ». Pocos días más tarde, la familia descubrió que la chica de las imágenes de la televisión era Lidia. Vestía una blusa blanca y un pantalón turquesa. Su tío estaba en lo cierto.

Meta a meta

Desde entonces, el día a día de esta gestora de banca es en una carrera de obstáculos. Primero fue abandonar la unidad de críticos, después el traslado al hospital de Ferrol. Ahora acude a sesiones de rehabilitación tres veces por semana. Es el único momento en el que sale a la calle. Su siguiente meta es empezar a caminar con muletas para Navidad y poder cenar en Nochebuena sentada a la mesa. Pero al margen del daño físico, Lidia debe recuperarse de un daño psicológico invisible aunque palpable. «Los médicos me dicen que tengo que llorar porque eso ayudará a superar el duelo. A mí me cuesta porque desde el primer día me creé una coraza para poder enfrentarme a la situación y salir adelante». Y prosigue. « A ratos pienso que por qué me subí a ese tren . Al poco rato recuerdo a una pareja que viajaba con un perro justo en el asiento de delante del mío. Yo no los vi, pero otra chica que iba en el mismo vagón me dijo que habían muerto. Y en ese momento te preguntas por qué ellos y yo no».

De los 218 pasajeros que viajaban en el tren Alvia con destino a Ferrol, 79 fallecieron. Un total de 131 personas resultaron heridas. Lidia Sanmartín, una de las supervivientes que más tiempo han pasado ingresadas en el hospital , solo pide que «nunca más se vuelva a producir un accidente así y que los responsables, sean quienes sean, paguen por lo ocurrido».

«Nunca, nunca, nunca me sentaba del lado izquierdo del vagón, hasta ese día»

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