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La gran mentira

Cataluña se rinde a la llamada de la tribu en un mundo globalizado. Su nacionalismo mira al ayer más que al mañana y apela la mentira más que a la verdad

DESPUÉS de haber sido durante siglo y medio la más abierta, moderna, dinámica e internacional de las tierras españolas, Cataluña se está convirtiendo a la carrera en la más cerrada, retrógrada, provinciana de todas ellas. Ebria de nacionalismo, ha sucumbido a los cantos de sirena ... de los «orígenes», las «esencias», los «hechos diferenciales» y demás llamadas de la tribu. Porque ni siquiera estamos ante el nacionalismo moderno, hijo de la Revolución Francesa, integrador y plural, sino ante el nacionalismo restringido, diferenciador y alicorto del viejo régimen. Un nacionalismo que no parte de la razón, los derechos civiles y la igualdad de los hombres, sino de las entrañas del individuo, que busca en los afines una dimensión grandiosa que de por sí no tiene. Un nacionalismo que necesita un enemigo, España en este caso, para mostrar su pretendida superioridad. Un nacionalismo fundado en el mito, la leyenda, la mentira para exaltar corazones y nublar mentes. Un nacionalismo de banderas, pancartas, estandartes, himnos, que no suele llevar a buen puerto, como muestran ejemplos pasados y recientes.

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