La huelga general «ha sido contundente en todo Argentina», según los sindicatos

«Ha sido una medida contundente en todo el país» , anunciaba prácticamente a la misma hora el sindicalista Héctor Daer, antes de instar al Gobierno a analizar con «una actitud objetiva» la jornada de paro.

Ni Macri ni Daer mentían en sus declaraciones. De puertas adentro en el WEF, el ambiente era, con matices, el habitual de este tipo de actos. Pero en la calle el escenario era otro.

La falta de transporte público garantizó el éxito del paro. Los servicios mínimos, históricamente fuera del lenguaje de los gremios y de los piqueteros, explicaban que los restaurantes de Puerto Madero , salvo excepción, estuvieran cerrados .

En el Hotel Hilton de ese barrio, el más caro por metro cuadrado de la ciudad, se celebró el WEF con la presencia de ejecutivos, algunos ministros como Esteban Bullrich (Educación) y, entre otros, el expresidente de República Dominicana Leonel Fernández , que vio el paro como un clásico «en año electoral» ( en octubre hay legislativas).

A pocos metros del hotel, un batallón de agentes de Prefectura mantuvo a prudente distancia a dos manifestaciones . En este caso, a diferencia de los piquetes que impidieron desde temprano el acceso a la capital argentina, iban a cara descubierta.

Poco antes del mediodía, el Ministerio del Interior aplicó el dispositivo o «protocolo» antidisturbios para liberar carriles. La decisión, aunque tardía, no tenía precedentes tras una larga década donde los sucesivos gobiernos kirchneristas dieron luz verde a los cortes de calle que se producían, con especial intensidad y frecuencia, en la capital argentina que por entonces gobernaba Mauricio Macri. «No se puede intervenir antes porque nuestras fuerzas de seguridad no están preparadas, no tienen la formación ni educación necesaria para evitar que la dispersión termine en tragedia. Lo mismo te digo de los piqueteros», justificó en privado un hombre del entorno presidencial.

Con incidentes aislados, el paro general sin movilización que estaba anunciado, en rigor se transformó en diferentes marchas y manifestaciones. Ninguna multitudinaria pero con representación suficiente para amedrentar a una población que mayoritariamente optó por quedarse en sus casas. Dicho esto, las grandes cadenas de supermercados abrieron buena parte de sus sucursales pero el comercio en general mantuvo las persianas echadas y el tráfico fue más propio de un fin de semana que de un día laborable.

Los aeropuertos tampoco operaron. «Ocho personas no llegaron» al Foro por esta razón, confirmó la víspera canciller Susana Malcorra . Los bancos cerraron y en la calle algún estudiante de uniforme se animó a ir a aquellos colegios (privados) que abrieron sus puertas.

Roberto Baradel, azote del Gobierno en nombre del Sindicato Unificado de la Educación de Buenos Aires (Suteba), aseguró: «Las escuelas de todo el país estuvieron cerradas» y exigió «paritarias (convenios colectivos) nacionales y libres». Su objetivo, «no perder poder adquisitivo de nuestro salario». Hugo Yaski y Pablo Micheli, de las dos CTA (Central de Trabajadores Argentinos), aseguraron que la adhesión había «superado el 90 por ciento» y reclamaron un «cambio» en la política económica del Gobierno. Entre tanto, los ministros salían y entraban de la Casa Rosada -o del WEF- en bicicleta, a paso ligero o en coche oficial.