Los ciudadanos que escaparon de Kiev regresan a sus casas entre la esperanza y el miedo
El repliegue de las tropas rusas anima a muchos a regresar, aunque prevalece el temor a una nueva ofensiva. «Esto no ha terminado. Rusia nunca ha dicho la verdad»

Ya se ve el suelo de la estación de tren de Cracovia . Han desaparecido las esterillas sobre las que dormían los refugiados ucranianos que llegaron por cientos de miles, y, aunque las carpas en las que organizaciones como World Central Kitchen o Cáritas ... les ofrecen comida siguen en pie y muchos todavía necesitan alojamiento temporal de camino a otros países europeos, los trabajadores sociales polacos aseguran que la situación ha mejorado considerablemente. «Parece que lo peor de la emergencia humanitaria ha pasado», comenta Alina.
Las estadísticas del Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) parecen corroborar esta sensación. Si en marzo salieron de Ucrania 3,374 millones de personas huyendo de la invasión rusa, en lo que llevamos de abril ese número asciende a 521.000. La curva de llegadas diarias ha dado claramente la vuelta: en Polonia, por ejemplo, de un pico de 141.000 el 6 y el 7 de marzo se ha pasado a unos 28.000. Así, la cifra acumulada de refugiados parece haber entrado en una meseta.
En la estación de tren de Przemysl, la localidad fronteriza por la que ha pasado buena parte de los ucranianos que buscan refugio en la Unión Europea –2,6 millones en Polonia , casi 700.000 en Rumanía, y 400.000 en Hungría– es también buena muestra de ello. El flujo sigue siendo intenso, y aún duermen aquí decenas de personas en estancias habilitadas para ellos, pero ya no es unidireccional. El repliegue de las tropas rusas, aparentemente centradas ahora en la ofensiva del Donbass, ha animado a muchos ucranianos a regresar.
Sin embargo, el viceministro de Defensa de Ucrania ha señalado que todavía es demasiado temprano para que los civiles regresen a sus residencias, incluida la capital Kiev, según ha comunicado Reuters.
«La invasión le ha salido mal a Rusia. Aunque acabe arrasando el Donbass, Putin ha perdido», sentencia Irina
Por eso, el tren que une Przemysl con Kiev viaja bastante concurrido. Y, a diferencia de lo que sucedía al principio de la guerra, cuando sus pasajeros eran sobre todo hombres destinados a luchar, ahora hay muchas mujeres, niños, y, cómo no, perros y gatos. «Nunca quisimos salir de Ucrania para quedarnos en otros países a vivir. Habrá gente que lo haga porque lo haya perdido todo en la guerra, pero la mayoría esperábamos la ocasión de regresar, porque hemos dejado allí a nuestros esposos e hijos », comenta una mujer en la cincuentena a través de su hija, que habla inglés. Las dos han pasado casi un mes en una localidad polaca cercana, y ahora creen que el oeste de Ucrania ya es seguro. «La invasión le ha salido mal a Rusia. Aunque acabe arrasando el Donbass, Putin ha perdido», sentencia la hija, Irina.
Sirenas antiaéreas
Junto a ellas, unas doscientas personas esperan a cero grados acceder al tren que debería salir a las diez y media de la noche. A esa hora el convoy aún no ha llegado a la localidad polaca, y comienzan a extenderse rumores sobre un posible bombardeo de las vías. «Las sirenas antiaéreas han vuelto a sonar en Kiev», dicen. Se escuchan en vídeos de las redes sociales, que son la principal vía de información de los ucranianos. Viven pegados a la pantalla de sus teléfonos móviles, donde también abunda la desinformación. Finalmente, el convoy llega, los refugiados bajan en un proceso que dura un par de horas, y los viajeros que van a hacer el trayecto en dirección contraria suben, ateridos de frío.
Los sentimientos son encontrados: orgullo por haberse defendido de la ofensiva de un gran ejército, temor por lo que se encontrarán al llegar a sus casas, y miedo porque muchos están convencidos de que Putin planea un nuevo asalto a Kiev. «Esto no ha terminado. Rusia nunca ha dicho la verdad, y sabemos que están concentrando tropas en Bielorrusia, así que no se puede descartar un ataque desde el norte», comenta al ver la tarjeta de prensa de quien escribe estas líneas uno de los soldados que sella los pasaportes, Kalashnivok en ristre. «Bienvenido a Ucrania. Que el mundo sepa lo que pasa», se despide.
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