Vuelve el fantasma de Palomares, el enigma nuclear del franquismo: «Los aviones ardían como antorchas»
El Gobierno acaba de reactivar la limpieza de los 50.000 metros cúbicos de tierras que siguen contaminados en la pedanía almeriense, que ponen en peligro a la población por su alta radioactividad, medio siglo después del accidente nuclear
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Escena del documental 'Palomares. Días de playa y plutonio', de Movistar Plus
'Mueren ocho aviadores norteamericanos al chocar los reactores que ocupaban durante un vuelo sobre la provincia de Almería', anunciaba ABC el 18 de enero de 1966. Habían pasado dos días del incidente de Palomares, pero en aquella primera noticia no se mencionaba ninguna bomba ... atómica ni el accidente se calificaba de nuclear. Estados Unidos, sin embargo, ya había activado la operación Broken Arrow (flecha rota, en inglés), como llamaba el Gobierno de Washington a los siniestros con armas nucleares.
Todo lo que ha rodeado desde entonces al accidente que contaminó de plutonio los suelos de Palomares ha estado rodeado de misterio no solo en la dictadura, también después de morir Franco, durante las más de cuatro décadas de democracia en España. El fantasma ha regresado de nuevo esta semana, después de que este lunes se supiera que el Ministerio de Asuntos Exteriores había presentado hace unos meses al Gobierno de Joe Biden una petición oficial para que retire los más de 50.000 metros cúbicos de terrenos radioactivos.
El asunto sigue siendo un tema recurrente para el Gobierno español, más de siete décadas después del siniestro. En octubre de 2015, Estados Unidos y España ya suscribieron un protocolo de intenciones para la limpieza de esta radioactividad, pero sigue sin hacerse nada. Ahora, desde Madrid, se ha vuelto a exigir. La colisión de la que informaba ABC aquel día de enero de 1966, entre un bombardero y un avión nodriza americano durante una operación de repostaje, sigue estando presente.
El misterio comenzó aquel mismo día, con las primeras informaciones que daba este diario basadas en los pocos datos que se habían filtrado en ese momento:
«Al chocar se sintió una fuerte explosión e, inmediatamente después, se vio descender en paracaídas a cuatro tripulantes. El paracaídas de uno de ellos se incendió y el hombre cayó exánime a tierra. Las fuerzas de la Guardia Civil de todos los puestos salieron hacia el lugar en que habían caído los aviones. La búsqueda de los restos se hacía bastante penosa. A los aparatos era imposible acercarse porque ardían como antorchas y existía el temor de una nueva explosión. En distintos lugares y a considerable distancia uno del otro se fueron hallando miembros de las víctimas y un cadáver sin destrozar, pero totalmente carbonizado. Unas manos fuertemente agarrotadas sostenían un trozo de material que se supone sea parte de los mandos de un avión».
Bombas de Palomares en el Museo Nacional de Ciencia e Historia Nuclear de Albuquerque, Nuevo México
Operación de limpieza
De lo que no informó la prensa en un primer momento fue de que, tras el choque en pleno vuelo, cuatro bombas termonucleares cayeron sobre Palomares. Dos de ellas se rompieron y esparcieron varios kilos de plutonio sobre el suelo. Tras el siniestro, el Ejército de Estados Unidos y la dictadura emprendieron la operación de limpieza sin dar muchos detalles. 'Medidas de seguridad en la zona donde cayeron dos aviones norteamericanos en vuelo sobre Almería', titulaba ABC el 21 de enero.
En los días siguientes, las sucesivas noticias iban dando más pistas al respecto. Por ejemplo, 'Trabajos de localización de los restos de los aviones accidentados' y 'Se resarcirá a los labradores almerienses de las pérdidas ocasionadas por el accidente aéreo', pero sobre todo los siguientes tres titulares, ya con el problema principal sobre la mesa: 'El artefacto nuclear del B'52, localizado en el mar a diez kilómetros de la costa almeriense', 'Estados Unidos prohíbe los vuelos nucleares sobre territorio español' y 'La Marina norteamericana intensifica la búsqueda del material nuclear perdido en las costas de Almería'.
En el artículo de la última noticia se explicaba: «La Marina norteamericana ha intensificado la búsqueda del material nuclear perdido, y dos nuevas unidades se han incorporado a la flotilla de buques españoles y norteamericanos que realizan trabajos de investigación y seguridad a 75 millas al noreste de Almería». Por último, tranquilizaba a los lectores: «La población de los pueblos de está parte de la costa alménense se ha incorporado totalmente a sus quehaceres habituales y la pequeña inquietud de los primeros días ha dado paso al optimismo».
Localización de las bombas
Es cierto que las tres bombas que cayeron en tierra fueron localizadas en cuestión de horas. En lo que respecta a la que se precipitó al mar, en cambio, las autoridades les preocupaba, porque podía seguir intacta e, peor aún, ser recuperada por la Unión Soviética. No olvidemos que nos encontrábamos en plena Guerra Fría y la Armada de los americanos optó por desplegar un gran dispositivo de buceadores, con 34 buques y cuatro minisubmarinos, tras la pertinente autorización de Franco. Tras 80 días fue localizada a 869 metros de profundidad y cinco millas de la costa gracias a un pescador local.
La recuperación y limpieza de las armas caídas se realizó con un equipo de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que se presentó en las cercanías de Palomares con trajes NBQ. Permanecieron en la zona retirando la tierra superficial contaminada de 25.000 metros cuadrados de suelo. La operación costó 80 millones de dólares de la época y concluyó con el traslado a su país de un total de 4.810 bidones de 208 litros llenos de residuos, principalmente, tierra y cultivos afectados por la radiación. El Gobierno español, en cambio, no suministró protección alguna a los guardias civiles que participaron en los trabajos.
En Almería se dejaron 50.000 metros cúbicos de tierras contaminadas, algo que no se conoció hasta la llegada de la democracia. En el recuerdo solo quedó el célebre baño del entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, y del embajador estadounidense, Angier Biddle, en una playa cercana a Palomares. Tras aquel gesto, ABC tituló en su portada: 'Palomares, aguas limpias'. Y, desde entonces, la información se ha ido dando con cuentagotas, como si las consecuencias reales no importaran.
Fraga, durante su baño cerca de la playa de Palomares, en 1966
El plan del CSN
Tal es así que, hace solo tres años, la Audiencia Nacional solicitó al Consejo de Ministros que desclasificase el Plan de Rehabilitación de Palomares, considerado oficialmente secreto desde que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) lo descubrió en mayo de 2010. Un plan que, por cierto, nunca se llegó a poner en marcha. Los 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada siguen supuestamente depositados en varias parcelas de esa pedanía de Cuevas de Almanzora. El Gobierno español de uno y otro signo lleva años intentando que Estados Unidos asuma dicha limpieza o, al menos, se lleve las tierras más contaminadas.
Hasta la citada declaración de intenciones firmada en 2015 por el Gobierno de Mariano Rajoy con el presidente Barack Obama todas las negociaciones fueron infructuosas. La llegada de Donald Trump convirtió el acuerdo en papel mojado, así que el plan de rehabilitación sigue siendo un secreto bien guardado y sin aplicarse. «Si Trump estaba pensando en dar un golpe de Estado, cómo se iba a preocupar de limpiar Palomares», comentaba ABC, en 2021, Juan José Pérez, dueño de un céntrico pub de la famosa pedanía y ex alcalde de la localidad.
Y añadía: «Hay que seguir presionando, no podemos dormirnos. Los políticos se han gastado miles de millones en bobadas, pero ningún gobierno ha puesto el empeño definitivo para solucionar este problema. Si Palomares hubiera estado al lado de Barcelona, se habría limpiado hace no cinco, sino cincuenta años».
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