Las bombas malditas: la munición de racimo que aterraba a los civiles en la IIGM y ahora va a recibir Ucrania
Usadas por primera vez en 1943 contra las divisiones acorazadas alemanas, han acabado con la vida de hasta 85.000 hombres, mujeres y niños ajenos a las fuerzas armadas en las últimas décadas
En la actualidad, 111 países han prohibido su utilización. Biden, Putin y Zelensky las permiten
EE.UU. suministrará munición de racimo a Ucrania, prohibida por muchos países
Bomba de racimo
Fue un viernes cuando se desató la pesadilla. El 26 de marzo de 2003, un proyectil impactó de lleno en un barrio de Bagdad. Aquella bomba no era normal; al llegar al suelo, liberó una ingente cantidad de metralla que mató a una mujer e ... hirió a cuatro adultos y cinco niños. Uno de ellos, Ahmed, sufrió heridas en el cuello, el estómago y la pierna derecha. Ese ingenio era una bomba de racimo como las que Estados Unidos enviará a Ucrania; un arma que ha sido prohibida por más de un centenar de países por su poder destructivo y que los gobiernos de Biden, Putin y Zelensky no han condenado.
Muerte en mil trozos
El funcionamiento es tan sencillo como tristemente eficaz. Y su uso, tan antiguo como la metralla que disparaban los navíos de línea en las batallas marítimas del siglo XVIII; aunque con salvedades lógicas. Según la ONU, es una «munición convencional que ha sido diseñada para dispersar o liberar otro tipo de submuniciones explosivas» más pequeñas al caer sobre su objetivo, «cada una de ellas, de un peso menor a los 20 kilogramos». En esencia, el proyectil alberga en su seno cientos de amargas sorpresas que pueden ir desde granadas antipersonales, metralla destinada a acabar con la infantería y hasta minas terrestres. Estas últimas se cuentan entre las más peligrosas, ya que 'contaminan' la zona al no estallar en espera de que una persona o un vehículo las pisen.
A nivel militar son idóneas para aniquilar a la infantería, ya que su explosión genera una inmensa nube de pequeños proyectiles. Sin embargo, atesoran una infinidad de problemas que las han hecho ser prohibidas en más de un centenar de países. El más destacable, que entre un 10 y un 40 por ciento de las subminiciones que esconden en su interior no estallan al impactar. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, esta 'munición fallida' se convierte en una trampa mortal para los civiles de la zona. A su vez, y en palabras de la organización 'Handicap International', cuando explosionan su radio de acción es similar al de cuatro campos de fútbol.
En último término, su margen de error cuando se disparan es muy elevado. Es decir: su precisión es menor que el de otros explosivos, lo que supone un riesgo para la sociedad. De hecho, en la práctica es imposible que este tipo de armas diferencien entre militares y civiles si son arrojadas en el corazón de las ciudades. Las cifras son lapidarias: desde 1943, cuando fueron utilizadas por primera vez, han acabado con la vida de entre 56.500 y 85.500 personas ajenas a las fuerzas armadas. La guerra de Ucrania ha engrosado estos datos; desde 2022, se calcula que han provocado cientos de defunciones. El mayor ataque se sucedió en abril, cuando fallecieron medio centenar de civiles y otros tres centenares resultaron heridos.
Historia de las bombas de racimo
El uso de las municiones de racimo en la historia está estudiado al milímetro. En 2008, la ONG 'Human Right Watch' elaboró un informe pormenorizado en el que analizaba los diferentes conflictos en los que habían sido lanzadas. Y, como no podía ser de otra forma, fue en la Segunda Guerra Mundial cuando se vieron por primera vez. En 1943, las fuerzas aéreas soviéticas las emplearon con gran éxito contra las divisiones acorazadas alemanas. Acto seguido, el Tercer Reich devolvió el golpe mediante las bombas de mariposa SD-1 y SD-2 en el saliente de Kursk. La última fue especialmente mortífera, pues su metralla podía herir a los objetivos a una distancia tan lejana como 150 metros.
Con la llegada de la Guerra Fría, entre 1965 y 1975, su uso se generalizó. Los Estados Unidos lanzaron unas 790.000 municiones de racimo en Camboya, Laos y Vietnam. De ellas salieron 383 millones de submuniciones y metralla, lo que supuso no solo la muerte, sino la mutilación de decenas de miles de civiles. Los soviéticos, por su parte, las emplearon de forma masiva en la Guerra de Afganistán. Tal y como se especifica en el informe de 'Human Right Watch', las dispararon sobre objetivos militares y civiles en cohetes lanzados por las fuerzas aéreas desde 1979 hasta 1989.
Israel también las ha utilizado en las últimas décadas. Según explica Mauricio Amar, del Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones BCN, en su dossier 'Municiones de racimo', el país atacó con ellas a los grupos armados de Damasco en 1973 y al Líbano en 1978 y 2006. «La última vez fue durante una invasión, y se cobraron la vida de cientos de civiles», especifica.
Por parte de la vieja Europa, Francia las ha usado en diferentes territorios africanos, lo mismo que Gran Bretaña en Afganistán. «Se calcula que el Reino Unido y Estados Unidos lanzaron 61.000 bombas de racimo con 30 millones de submuniciones en la Guerra del Golfo», añade el experto.
La comparación histórica es dolorosa. En la Segunda Guerra Mundial, la Royal Air Force Británica y la United States Air Force (las fuerzas aéreas británicas y norteamericanas) dejaron caer sobre Alemania un millón y medio de explosivos. La cifra es irrisoria en comparación con la ingente cantidad de bombas de racimo que se han lanzado en los últimos tiempos. Y las que quedan por llegar, ya que 'Human Right Watch' tiene constancia de que, ya desde 2014, Rusia y Ucrania se han valido de ellas para doblegar la resistencia del contrario en las zonas de Donetsk y Lugansk. Amén de las veces que han aparecido en las noticias en los últimos dos años.
¿Cuándo se prohibieron las bombas de racimo?
La comunidad internacional acometió el problema de este tipo de explosivos y municiones en 2008. Ese año arrancó la Convención sobre Municiones de Racimo, y lo hizo patrocinada por la ONU. Al finalizar, el tratado que resultó de las jornadas y jornadas de deliberaciones fue ratificado por 111 países. Ban Ki Moon, el que por entonces era el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, fue optimista: «Con la firma de la convención se sienta un nuevo parámetro internacional que mejorará la protección de civiles, fortalecerá los derechos humanos y mejorará la perspectiva de desarrollo».
Según Amar, mediante este tratado los Estados se comprometieron a no emplear jamás municiones de racimo, pero también a «no desarrollarlos, producirlos, adquirirlos de un modo u otro, almacenarlos, conservarlos o transferirlos a nadie, directa o indirectamente».
A su vez, los países que se adhirieron a este pacto debían destruir sus reservas de bombas de racimo, limpiar todas las zonas 'contaminadas', asistir a las víctimas y ayudar a otras naciones damnificadas por sus efectos. Cualquier infracción en estos puntos es considerada desde entonces un 'crimen grave'.
Sin embargo, Ucrania, Rusia y EE.UU. no han ratificado el documento. Para ellos, la prohibición no existe, así como para otros noventa territorios. Lo que no se puede negar es que, desde que se firmó el tratado, el 99% de las reservas mundiales de municiones de racimo han sido destruidas.
Ver comentarios