Tres lecciones con las que España podría haber evitado la debacle militar de 1921

José Villalba y Riquelme, veterano de las guerras coloniales, advirtió a Alfonso XIII de que la expansión en África se realizaba de forma caótica y desordenada

Annual: la mentira de la cobardía de los españoles en la batalla del «foso de sangre y lodo»

Recogida de cadáveres tras el Desastre de Annual ABC

Se llamaba don José Villalba y Riquelme, y no ha pasado a la historia a pesar de su faceta de pitoniso. Aunque quizá habría que decir agorero. Veterano de las guerras en las que España bregó por sus últimas colonias, este gaditano curtido en ... los campos de Melilla podría haber evitado una de las mayores catástrofes de la historia de España: la matanza de entre 10.000 y 13.000 soldados rojigualdos en Annual. El 21 de julio de 1921, envió un mensaje que desglosaba uno por uno los errores que había cometido el ejército en su expansión. Y vaya si acertó. El memorándum, premonitorio, fue obviado por Alfonso XIII. Quién sabe si, gracia a él, podría haberse evitado uno de los desastres más dolorosos de la historia de nuestro país.

Mientras se pergeñaba aquel desastre, el veterano Villalba Riquelme luchaba por los intereses de su país en Marruecos, pero desde la Península. De hecho, siempre fue uno de los máximos defensores de los soldados españoles destinados en África. Por ello apoyó la creación del Tercio de Extranjeros; porque consideraba, igual que José Millán-Astray, el arquitecto de este cuerpo, que hacía falta una unidad acostumbrada a combatir bajo las duras condiciones de África para respaldar a los bisoños reclutas que arribaban desde el otro lado del Estrecho de Gibraltar. El oficial sabía lo que se hacía. No en vano había recibido la Cruz Roja al Mérito Militar y la Gran Cruz Roja al Mérito Militar, su hermana mayor, en 1912 y 1914 por combatir en Melilla.

Su labor no se detuvo cuando consiguió un puesto político. Durante su paso por el gobierno de concentración formado por Manuel Allendesalazar en 1919, donde ejerció de ministro de Guerra, Villalba Riquelme se centró en la modernización del ejército y en la ayuda a los soldados destinados en África. Ejemplo de ello es que logró cambiar el color de los viejos uniformes de los soldados por el caqui, aunque la propuesta no se materializó debido a que presentó su dimisión antes, el 5 de mayo de 1920.

Quizá fue por ello por lo que nuestro gaditano sacó arrestos y dirigió, en julio de 1921, un mensaje a su majestad Alfonso XIII en el que le explicaba, de forma pormenorizada, la mala planificación del general Silvestre en su avance hacia la kabila de Abd el-Krim. Los historiadores Javier Tusell y Genoveva García Queipo de Llano, en su obra 'Alfonso XIII. El rey polémico', fechan este memorándum el 21 de ese mes. Es decir, apenas una jornada antes de que los rifeños asaltasen el campamento de Annual. En sus palabras, «este mensaje revela que las clases dirigentes españolas eran capaces de dar un diagnóstico sereno y objetivo » a la mala previsión de Silvestre a pesar de que « se mostraran poco decididas» a tomar medidas.

En África

El telegrama es desmenuzado por ambos historiadores en su obra. Para empezar, Villalba Riquelme explicaba a Su Majestad que, durante años, la política de España en la zona se había basado en que su objetivo en el norte de África debía ser «la civilización del indígena». Una máxima que, según el mismo oficial, solían argüir «las clases cultas de la Nación». No obstante, el gaditano sabía que la realidad era diferente y que, tras más de cuatrocientos años en Melilla, había quedado demostrado que la única forma de hacerse con el territorio era a golpe de fusil debido a que «el moro rifeño es completamente irreductible e incivilizable» y «no nos respeta ni nos teme».

No acababa en este punto. Villalba señalaba, a su vez, que España no disponía de dinero suficiente para colonizar el norte de África como sí habían logrado los franceses. Y todo ello debido, entre otras cosas, a que el soldado español acudía a la contienda «por temor al castigo, pero sin ningún entusiasmo». En este sentido añadía que los combatientes, la mayoría de reemplazo, no sentían «el odio hacia el enemigo», desconocían «las causas por las cuales se les obliga a hacer la guerra», no podían «penetrar en las razones de orden político internacional» que les obligaban a batallar ni veían «que sus compatriotas obtuvieran ventaja alguna» a cambio de las muertes que se producían a diario en los campos del Rif.

José Villalba y Riquelme, ABC

Después de esta advertencia sobre los soldados españoles, Villalba Riquelme hacía referencia a la mala dirección de Silvestre. Para ser más concretos, criticaba que se hubiese recurrido a construir un sistema de pequeños blocaos demasiado alejados unos de otros ya que eso dificultaba, como se demostró a la postre, el envío de agua y favorecía que fuesen sitiados por los enemigos. El gaditano cargaba también contra el pésimo equipamiento de los soldados, su escasa experiencia en combate y la falta de un apoyo aéreo de envergadura que pudiera ayudar a contener a los rifeños.

Por último, el veterano oficial atacaba de forma frontal la división que existían en el mando. Algo que narran a los autores en su obra: «Latía también, en su explicación, la falta de acuerdo entre el mando militar y el político. En términos generales se quejaba, incluso durante la época en que a él le había tocado desempeñar el Ministerio de la Guerra, de que la iniciativa de cualquier operación en Marruecos le había correspondido al ministro de Estado». El militar criticó, en este sentido, el que las responsabilidades de la guerra recayeran en civiles alejados del campo de batalla.

Por último, afirmaba que era necesario hacer una demostración de poder en Alhucemas para evitar que el líder Abd el-Krim creyera que tenía bajo sus pies el poder de la región.

Telegrama por la victoria

Las conclusiones de Villalba fueron premonitorias y quedaron ratificadas en el Expediente Picasso , el informe en el que el general Juan Picasso investigó los tristes sucesos acaecidos en Annual . El primer punto en el que ambos estuvieron de acuerdo fue en la mala distribución de los blocaos construidos en la retaguardia por Silvestre. Algo que quedó patente una vez que Abd el-Krim superó el campamento principal y avanzó en dirección a Melilla tomando, sin oposición, uno de estos pequeños fuertes tras otro. Así lo dejó claro en el informe el mencionado oficial encargado de depurar responsabilidades en nombre de Su Majestad y del Ejército :

«Las posiciones [se] juzgaban lo suficientemente defendidas contra el enemigo que hasta entonces pudiera atacarlas, [pero] su debilidad mayor [era] el alejamiento y dificultad de la aguada de casi todas ellas. […] Las posiciones [carecían] de aljibes, porque no existiendo en ellas edificaciones con cubierta que pudiesen recoger las aguas en condiciones de limpieza, no era conveniente recibir las procedentes del suelo. […] Así es que las posiciones, aparte su escaso valor intrínseco, obligadas indefectiblemente a ser abastecidas de agua o a surtirse de ella en las aguadas habilitadas para ello, sin preocupación de distancias ni situación, facilidad ni posibilidad contingente de efectuarla, tenían que caer ineludiblemente y en cuanto el enemigo se lo propusiera. Aisladas algunas en alturas incomprensibles, sin repuestos suficientes, sin esperanza de auxilio. exterior, constituidas prisioneras, por así decirlo, de los naturales, hubieron de caer cuando les faltaron los ordinarios recursos y el enemigo, hecho cargo de su debilidad, las asediara, atacándolas en el punto más vulnerable, de la privación de agua, con la interpretación de toda comunicación exterior».

Picasso también entrevistó a multitud de oficiales que servían en Marruecos y que le confirmaron, tal y como apuntó Villalba, que el «armamento y las ametralladoras» se hallaban en el «peor estado por su prolongado uso » y que carecían de «carros reglamentarios y cocina de campaña».

A su vez, las declaraciones que recogió el general dejaron patente que las tropas se hallaban desmoralizadas y desconfiaban de los soldados coloniales. Valga como ejemplo el testimonio, incluido en el mismo Expediente Picasso, del teniente de artillería Ernesto Nougués: «Hemos atravesado por unos días tristísimos, de enorme depresión moral: se desconfiaba de las fuerzas indígenas, se hablaba de una insurrección del territorio; nos encontrábamos impotentes, faltos de elementos; sucedió lo que tenía que suceder: que […] cuando han venido los palos, se ha visto que estábamos en equilibrio».

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