El error que condenó a los turcos en Lepanto: «Perdieron, pero tenían el ejército más poderoso del mundo»

Carlos Canales y Miguel del Rey sostienen en 'Gloria imperial' que el problema del enemigo de la Santa Liga fue contar con mejores navegantes que militares

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Batalla de Lepanto, en 1571 ABC

Fue en el Mediterráneo, eje de la política mundial del siglo XV, donde dos potencias se disputaron el dominio del mundo durante la batalla de Lepanto. Españoles y otomanos, los gigantes de la época, se hallaban por entonces en su apogeo militar; y, aunque ... estaban separados por profundas diferencias culturales y religiosas, contaban con algunas de las mejores unidades militares de su era. A un lado, los temibles Tercios embarcados; de esos sabemos mucho. Al otro, sin embargo, hemos obviado a los soldados del sultán, igual de mortíferos gracias a su disciplina y ferocidad. Hoy, intentaremos dominar

El tiempo y los tópicos han difuminado la valía de los soldados otomanos, pero la realidad es que, como bien explicaba Carlos Canales en una entrevista a ABC publicada en 2021, era una máquina engrasada a la perfección capaz de enfrentarse y vencer a cualquier potencia de la época. «El ejército turco era el más poderoso del mundo en el siglo XVI, disponía de una administración muy bien organizada, de dinero sobrado, de reclutas de calidad en un alto número y de tropas excelentemente entrenadas y equipadas», desvela a este diario. Lo mismo sucedía con su flota, formada por reconocidos marinos.

Según recogen Canales y Miguel del Rey en la obra 'Gloria imperial' (Edaf), el ejército del Imperio otomano (llamado 'kapi-kulu' o 'esclavos de la Puerta') era una fuerza militar multicultural en la que se reunían soldados de una decena de etnias, aunque el núcleo de sus tropas lo formaban los turcos.

El grueso de los combatientes del Imperio otomano eran los 'jenízaros' (de 'yeniseri', 'nuevas tropas'). La unidad fue creada en el siglo XIV y, en sus momentos de máximo esplendor, contaban con un total de 200.000 integrantes. «Se seleccionaban de niños entre los ocho y los catorce años reclutados en los territorios cristianos de los Balcanes a través del llamado 'devshirmeh', un impuesto humano por el que se obtenían las mejores tropas del imperio otomano», afirma Canales a ABC. El pequeño era convertido al islam, educado en la obediencia ciega al sultán y entrenado en el noble arte del combate.

Al principio, «se cogía a los niños sin ningún tipo de examen previo», pero, con el paso de los años, «se empezó a hacer un verdadero examen de los pequeños y se los destinaba a funciones diferentes según sus capacidades».

La preparación, en palabras de los autores, era durísima y su disciplina estricta, orientada a la formación del cuerpo y el espíritu. Los más fuertes eran educados hasta los 24 o 25 años en escuelas específicas, donde aprendían a leer, escribir y artes clásicas. Huelga decir que eran letales en combate y estaban a la altura de cualquier soldado cristiano gracias a su arco o arcabuz, su hacha y su sable ligero. «Fueron la unidad turca más efectiva en Lepanto desde el punto de vista militar. Muy bien entrenados y armados, eran unos combatientes formidables», desvela el propio Canales a este diario. Aunque en la batalla de 1571 contaban con una lacra: las pérdidas sufridas en los conflictos previos.

Más ejército

Tampoco era extraño que los oficiales turcos capturasen a niños en los pueblos que atravesaban. Estos reclutas, conocidos como los 'gulams', debían mantenerse junto a sus nuevos amos y deberles gratitud de por vida. Con el tiempo, de hecho, llegaron a copar el aparato militar del ejército.

En la época de la batalla de Lepanto, el arma a distancia predilecta del Imperio otomano seguía siendo el arco. «Las galeras turcas contaban con decenas de arqueros –los 'sipahis', 'akincis', y 'azaps'– que empleaban el arco compuesto, un arma típica de las estepas de Asia Central», añaden los autores en su obra. En la práctica podían disparar una lluvia de flechas muy ligeras sobre sus enemigos. Algo terrorífico. Sin embargo, las armaduras cristianas limitaron mucho la efectividad turca. Para colmo, el escaso equipo que portaban en batalla estos musulmanes les convertía en un blanco perfecto una vez que se llegaba al baile de los aceros.

Dentro de las tropas, afirman Canales y Del Rey, los 'sipahis' eran una suerte de caballeros medievales que se encargaban, además, de mantener el orden interior de un ejército que, ya entonces, recibía salario. Los 'akincis', por su parte, eran jinetes de caballería irregular. Por último, los 'azaps' se correspondían con un «cuerpo asalariado que se reclutaba entre el campesinado de Anatolia para servir de infantería de marina y que, en la época de Lepanto, eran el núcleo principal de tropas que defendías las fortalezas de las fronteras».

Craso error

¿Cómo puedo esta implacable maquinaria ser aplastada por los cristianos en Lepanto? Según explicaba Del Rey a ABC, por varias causas, aunque la principal fue que contaban con mejores navegantes que militares. «El problema es que, en Lepanto, los otomanos dependieron en exceso del apoyo de la infantería embarcada en las galeras de sus territorios de las costas de Levante, como Siria, Líbano o Egipto, y de los reinos y estados vasallos berberiscos del norte de África, excelentes marinos, pero con unas tropas de calidad menor por su armamento y organización», desvela en autor en declaraciones a este diario.

Por su parte, y aunque está de acuerdo, Canales apunta que la armada turca gozó también de grandes militares que demostraron su valía en Lepanto. «Si lo vemos desde el punto de vista táctico y naval el mejor comandante de la flota turca fue Uluch Ali, que con sus naves berberiscas logró engañar a Andrea Doria, si bien Álvaro Bazán logró taponar la brecha que se había creado», sentencia. Lo que no tenían, en cambio, era a los hoy populares Tercios españoles y a Don Juan de Austria.

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