Cuatro revoluciones que convirtieron a la armada del Imperio español en la mejor de los siglos XV y XVI
Personajes como Álvaro de Bazán el Viejo fomentaron la especialización de los mandos navales
Guillermo Nicieza publica 'Almirantes del Imperio', un ensayo en el que analiza las aportaciones de una veintena de oficiales
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Iniciar sesiónCorría el año 1574 cuando Felipe II encargó a todo un maestre de campo de los Tercios, don Julián Romero, ponerse al frente de 75 de buques y asaltar el puerto de Middelburg, en los Países Bajos. La aventura acabó en un desastre estrepitoso, ... pero dejó una frase para el recuerdo del bregado oficial: «Le dije a Su Excelencia que soy soldado de tierra, no un marinero. Deme cien flotas y no le irá mucho mejor». El episodio no sorprende a Guillermo Nicieza. El investigador histórico especializado en la Armada recuerda a ABC que, durante el Siglo de Oro, la Monarquía hispánica todavía entregaba el mando supremo de algunas flotas a generales terrestres; bregados en el combate, desde luego, pero sin experiencia en la navegación.
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Aquella tradición naval, que pervivía en la península desde la vieja Edad Media, caminó hacia su ocaso durante los reinados de Carlos V primero, y Felipe II después. Porque, como explica Nicieza en su nuevo ensayo –'Almirantes del Imperio' (Edaf)–, el Siglo de Oro fue una época de modernizaciones y avances en todos los ámbitos. Y sí, también en las flotas que combatían a otomanos y franceses. «Muchos de los que acometieron o impulsaron estos cambios fueron marineros como los que cito y recopilo en el ensayo», explica el experto a este diario.
Mil novedades
Dice Nicieza que uno de los mayores cambios de esta era lo motivó Álvaro de Bazán el Viejo. «Él y otros tantos fomentaron que los altos mandos de las flotas conocieran en profundidad la navegación», explica. Hasta entonces, lo habitual era que el capitán general, «el máximo responsable de la armada o de la escuadra», fuera un noble o un hidalgo sin experiencia en el mar. «Lo que hacían ellos era designar ayudantes, llamados almirantes, que sí tenían experiencia marinera», completa.
El anciano y juicioso Luis de Requesens y Zúñiga, mentor del vencedor de Lepanto, don Juan de Austria, fue otro de los oficiales que insistió «en profesionalizar los mandos navales para que no cayeran de forma accidental en los generales y maestres de los Tercios». La idea se empezó a aplicar, según el experto, «a mediados del XVI».
Almirantes del Imperio
- Editorial Edaf
La segunda evolución vino de la mano del mismo Bazán y de otros tantos personajes como García Álvarez de Toledo y Osorio. Este último estaba convencido de que el monarca debía contar con una armada propia y permanente, en lugar de apostar por el sistema que se replicaba desde hacía décadas. «Hasta entonces las flotas se levantaban según la necesidad operativa, con asentistas y naves privadas, compradas, alquiladas, requisadas o capturadas», explica Nicieza.
El alto coste provocaba que los bajeles solo estuviesen activos en caso de guerra, lo que reducía su operatividad. Y, para colmo, el monarca quedaba a merced de las lealtades del contratista. «Álvaro de Bazán el Joven, uno de los grandes almirantes de Lepanto, desarrolló esta idea. Aunque el problema siempre fue el escaso presupuesto», sentencia.
Pero el gran cambio fue comercial. Durante su reinado, Carlos V planteó la creación del popular sistema de flotas o Carrera de Indias. La medida, que se firmó en 1561, con Felipe II, estuvo apoyada por Álvaro de Bazán el Joven y prohibió toda navegación al margen de dos gigantescos convoyes que se formaban en diferentes épocas del año. Uno, el de Nueva España, viajaba hacia México y las Antillas; otro, el de Tierra Firme, tenía como objetivo Panamá, Colombia y varias poblaciones menores. «Alrededor del 20 o 25% de las naves eran una escolta de buques de guerra. La base de la seguridad y protección era la navegación en conserva y la disuasión que proporcionaba esa escolta que llevaban», explica Nicieza. Desde su instauración, los ataques corsarios y piratas fueron rechazados por sistema.
Nuevos ingenios
A Álvaro de Bazán el Viejo también se le considera el impulsor de un nuevo tipo de bajel que, a la postre, sería utilizado en todo el mundo. El galeón, años después mejorado por su hijo, cambió la concepción que se tenía de la guerra naval. «Las naves pasaron de estar armadas con diez cañones y cuatro falconetes, a contar con hasta sesenta piezas de artillería», explica Nicieza. Aunque este tipo de buques eran más lentos que sus predecesores, podían portar una carga mucho mayor y defenderse de corsarios y piratas. Y otro tanto sucedía con las galeazas, también impulsadas por esta familia. «Cargaban mercancías manufacturadas en la ida a las Indias y regresaban con metales preciosos. Así, se abarataban los costes de las travesías», añade el español.
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Apocalipsis de imperios
Manuel P. Villatoro
El cenit fueron las expediciones científicas motivadas por la monarquía. Estas otorgaron una serie de experiencias en el mar que, luego, se utilizaron también en la Armada. El uso de la brújula y del astrolabio, la mejora en la cartografía y el perfeccionamiento de las cartas náuticas fueron solo algunas de ellas.
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