Así conquistó Hitler el poder desde Turingia que AfD quiere repetir: «Esa región fue nuestro mayor éxito»
Tras la insólita victoria en la región alemana del líder de extrema derecha Björn Höcke, condenado dos veces por ensalzar el nazismo, recordamos la primera vez que el Partido Nazi entró en un gobierno en esta misma región en 1930

En 1930, pese a perder las elecciones generales de Alemania, Adolf Hitler no se encontraba en absoluto disgustado. Todo lo contrario, según escribió: «Nuestro mayor éxito lo tuvimos en Turingia. Allí somos el partido más importante. Los partidos en Turingia que intentan formar un ... gobierno no pueden asegurar una mayoría sin nuestra cooperación». El futuro dictador ya intuía la importancia que aquel Estado iba a tener en el ascenso del nazismo hacia el poder, en una historia que amenaza con repetirse tras la victoria este domingo del partido Alternativa para Alemania (AfD) en la misma región, con un significativo 33,4% de los votos.
El sorprendente resultado revive los temores del regreso de la extrema derecha a Alemania. De hecho, es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que un partido de ultraderecha, abiertamente racista, contrario a la inmigración y, en ocasiones, cercano al nazismo, gana en un Estado germano. En los últimos años, sus ataques se han dirigido, especialmente, a la población musulmana, llamando a cerrar las fronteras y prohibir las mezquitas. La formación ha descrito el Islam como incompatible con la cultura alemana y habla de «invasión» de Europa cuando se refiere a esta comunidad.
El partido ha adoptado igualmente una postura firme contra el multiculturalismo, abogando por la preservación de la «cultura alemana» y criticando las políticas de integración de los inmigrantes. Se ha opuesto al movimiento LGBTQ+ y a la educación sobre diversidad sexual en las escuelas y ha sugerido que la Policía debería militarizarse. Sin embargo, lo más alarmante desde el punto de vista histórico es que algunos miembros de AfD han minimizado o relativizado el Holocausto.
El líder de este partido ultra en Turingia, Björn Höcke, que ha obtenido una amplia ventaja sobre la segundo opción, los democristianos, es la cabeza visible del ala más extremista del ya de por sí extremista AfD y una de las figuras con más poder en la formación a nivel nacional. Este profesor de Historia, por lo tanto, no es un rostro nuevo en la política germana. En los últimos diez años ha protagonizado diversas polémicas por algunos comentarios a favor del nazismo y se le ha llegado a levantar hasta en siete ocasiones la inmunidad parlamentaria para ser investigado por incitación al odio, negacionismo o el uso de símbolos nazis.
«Monumento de la vergüenza»
En 2017, saltaba a la primera plana tras declarar en Dresde que el memorial a las víctimas del Holocausto en Berlín es un «monumento de la vergüenza». Un año después, Höcke publicaba un ensayo en el que señalaba que no era correcto calificar a Hitler como «totalmente maligno». En 2019, en el marco de manifestaciones anti-AfD a pocos días de las elecciones estatales de Turingia, un tribunal administrativo de Meiningen dictaminó que el líder de AfD podía ser llamado «fascista» de forma legal tras la publicación de este libro.
Este año, el político ultra ha sido condenado en dos ocasiones por ensalzar igualmente símbolos nazis. La última, en julio. Höcke tendrá que pagar casi 20.000 euros por reproducir las palabras «todo por nuestra patria» en dos mítines, un lema de las SA, la formación paramilitar del partido nazi que desempeñó un papel clave en la conquista del poder de Hitler, que dio sus primeros pasos precisamente en Turingia, en 1930. Pero, ¿cómo se produjo esta y qué importancia tuvo en el ascenso final del líder nazi?
Fue precisamente en este estado donde, en 1918, se fundó el segundo Reich alemán, la llamada República de Weimar, tras la devastación provocada por la Primera Guerra Mundial. Se trataba de un régimen democrático que, sin embargo, estuvo marcado por la inestabilidad económica, política y social desde el principio. Estas circunstancias fueron un terreno muy fértil para el ascenso del recién creado Partido Nazi y de Hitler, cuando se hizo con el poder de la formación a los otros aspirantes.
Elecciones de 1930
El número de afiliados al Partido Nazi creció poco a poco en los años 20, desde los 27.000, en 1925, hasta los 176.000, en 1929. Pero fue precisamente en los dos años siguientes, con la Gran Depresión golpeando a medio mundo, cuando la formación nacionalsocialista consiguió entrar en un Parlamento por primera vez en su historia, en el de Turingia, tras las elecciones de 1930, con un 18% de los votos. En ese momento, la cifra de seguidores se multiplicó exponencialmente hasta los 389.000, ese mismo año, y a los 806.000, en 1931.
Con aquellos votos, el Partizo Nazi obtuvo seis escaños en el Parlamento regional de Turingia, una cuota de poder los suficientemente grande e inesperada para que la derecha alemana pactara con la formación de Hitler y aceptara que Wilhelm Frick fuera nombrado ministro del Interior para dicha región. Aquel fue el primer cargo de gobierno obtenido por los nacionalsocialistas en toda su historia, tal y como había vaticinado el futuro dictados poco tiempo antes. Recordemos sus palabras: «Los partidos en Turingia que intentan formar un gobierno no pueden asegurar una mayoría sin nuestra cooperación».
Frick fue uno de los colaboradores más cercanos de Hitler, hasta el punto de que acabó convirtiéndose en uno de los más altos cargos del Tercer Reich cuando el Partido Nazi ganó finalmente las elecciones generales en 1933. Lo siguió siendo durante la Segunda Guerra Mundial como ministro del Interior. Al final de este, fue condenado y ejecutado en los Juicios de Núremberg por su papel en el genocidio. Sus últimas palabras antes de ser ahorcado fueron: «Larga vida a la eterna Alemania».
Turingia, en la prensa española de 1930
De una forma muy similar a lo acontecido en los comicios de este domingo, aquel resultado de Turingia en 1930 sacudió a muchos alemanes. Les atrajó a la causa nazi con el increíble poder de seducción de Hitler, que se ganó a los votantes con la promesa de crear una Alemania fuerte. Les garantizó que iba a arreglar la economía y a crear puestos de trabajo, devolver al país a su posición de gran potencia mundial, recuperar los territorios perdidos durante la Primera Guerra Mundial, crear un gobierno autoritario y a unir a los germanos bajo criterios raciales y étnicos.
ABC se hacía eco del terremoto político que se estaba produciendo en Turingia con el ascenso de los nazis y el nombramiento de Flickr para el cargo de ministro en el Gobierno regional. Un cargo desde que el líder nazi y colaborador de Hitler comenzó a avivar los enfrentamientos con el Ejecutivo central de Berlín, para socavar el poder de este y favorecer el ascenso de los suyos en todo el país. 'Conflicto entre el Gobierno del Reich y el de Turingia', titulaba este diario ya en marzo. La noticia contaba: «El ministro nacionalsocialista (o ultranacionalista) de Turingia, el doctor Flickr, esta decidido a no recibir al comisario del Reich enviado por el ministro del Interior de Alemania, Carl Severing, lo que inevitablemente agravará el conflicto existente».
Tres días después, ABC añadía: «El Gobierno de Turingia ha protestado solemnemente contra la decisión del Gobierno central de detener el envío de fondos de presupuesto al la región, una violación arbitraria e infundada de los acuerdos existentes». El diario 'El Sol' lo calificaba directamente en su portada de 'Guerra en Turingia', y opinaba: «Hace días que Turingia se encuentra en guerra con el Reich. Weimar contra Berlín. La campaña la dirige el ministro del Interior de Alemania, Carl Severing, que conoce las tres cosas que, según Napoleón, se necesitan para la guerra: 'Dinero, dinero y dinero'».
«Ayer Turingia. ¿Para cuándo el Reich?»
Y continúa: «El Reich atiende a las necesidades de la Policía de Turingia con 240.000 marcos mensuales. De esa Policía, el ministro nacionalsocialista, el señor Flickr, quería hacer un instrumento de desgobierno [...]. De momento, Severing ya ha empezado a protestar pidiendo la dimisión del turbulento nacionalsocialista que tan graves daños ha infligido a la enseñanza y a la libertad en Turingia. Es seguro que no se haga esperar la hora en que termine ese ensayo de Gobierno hitleriano consentido por los otros partidos. Terminará antes de que Hltler, el austríaco que dirige el movimiento más nacionalista de Alemania, pueda recibir de Frick la carta de ciudadanía».
En agosto, el corresponsal de ABC en Berlín hablaba de «motivos de preocupación» y explicaba: «El horizonte político se oscurece en Alemania y la gravedad de la crisis económica que el país atraviesa desde hace más de un año contribuye a aumentar la confusión reinante [...]. Es natural que, aprovechando la oportunidad que les ofrece, los partidos extremos, como el comunista y el nacional-socialista o racista, intensifiquen su propaganda encaminada a destruir por la violencia las bases actuales del Estado».
La explicación más clara de lo que pasaba en Turingia –y que miran de reojo en Alemania actualmente– la ofrecía ABC en la siguiente página del mismo artículo: «En Turingia, el partido nacionalsocialista forma parte, desde hace algunas semanas, de la coalición gubernamental. Uno de los personajes más importantes del partido, Wilhelm Flirck, amigo personal de Hitler, ocupa ya en el Gobierno de Turingia el doble ministerio del Interior y de Instrucción Pública. Este pequeño ensayo ha constituido un estímulo para los nazis [...]. Su partido, revolucionario y hasta cierto punto anticapitalista, favorable a los métodos de la dictadura, gana terreno. Ayer Turingia, hoy Segovia, mañana Baviera. ¿Para cuándo el Reich?»
El poder
Con el Reich se hicieron tres años después, desde aquel Estado de Turingia que noventa años más tarde ha visto cómo la extrema derecha más racista ganaba unas elecciones en Alemania de nuevo. Siguieron sumando votantes y en las elecciones parlamentarias de julio de 1932, los nazis obtuvieron 14 millones de votos (37%). Estas se repitieron en noviembre, donde Hitler perdió dos millones de votos (33%). Estos éxitos electorales hicieron difícil gobernar al país sin ellos, pero Hitler rehusó colaborar con otros partidos y exigió ser nombrado canciller.
Al principio, el presidente alemán Paul von Hindenburg se opuso a esta exigencia, aunque al final cedió y le cedió el cargo el 30 de enero de 1933. Lo nombró como resultado de un acuerdo político, con la constitución democrática todavía en vigor. Sin embargo, en las elecciones generales del 5 de marzo de 1933 dio el espaldarazo y se hizo con 17,2 millones de votos (43,9%), muy por encima del partido social-demócrata, con 7,1 millones de votos (43,9%). Hitler aprovechó entonces para manipular el sistema político y destruir la democracia para instaurar su dictadura.
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