Las seis fosas comunes donde siguen enterrados y olvidados los soldados españoles muertos en Cuba
Arqueólogos e historiadores han contabilizado más de 1.900 militares que dieron su vida por España y cuyos cuerpos fueron arrojados en enterramientos colectivos sin que sus familias jamás se enteraran qué había pasado con ellos. Un de ellos se encuentra en Cádiz

«La patria ha sido defendida con honor. La satisfacción del deber cumplido deja nuestras conciencias tranquilas, con solo la amargura de lamentar la pérdida de nuestros queridos compañeros y las desdichas de la patria», escribía el almirante Pascual Cervera y Topete en el ... parte de guerra de la batalla naval de Santiago de Cuba . Con aquella derrota del 3 de julio de 1898, España confirmaba la pérdida de sus últimas colonias en ultramar y la sociedad española sufría un golpe moral de demoledoras consecuencias.
Los soldados que consiguieron regresar vivos a España –después de una travesía infernal de dos semanas, apretados en barcos sin comida ni bebida, mezclados sanos y enfermos y sin apenas asistencia sanitaria– tuvieron que sufrir otro calvario: el de su reinserción social y laboral en un país en crisis. Así lo explicó en 2018 a ABC el fundador de la asociación ‘Regreso con Honor’ y responsable de la identificación de los 58.000 muertos de la Guerra de Cuba, Javier Navarro : «Muchos volvieron inválidos, sin posibilidad de regresar a sus trabajos de labranza o vareando las aceitunas. Era como volver a la pobreza y el Gobierno no supo dar respuesta a ello. No eran conscientes del problema social que se les venía encima. Cuando se iban, les daban de todo: dinero, tabaco, vino, escapularios… A la vuelta, ni los buenos días».
Según los datos del Archivo Histórico Nacional, de febrero de 1896 a noviembre de 1898, entre los repatriados se contabilizó a 10.995 soldados inútiles y 33.808 enfermos. Se les llamó «La flota silenciosa», que siguió llegando hasta bien entrado 1899. «Héroes enfermos que marchitaron infructuosamente su juventud por la patria», los describió ‘Blanco y Negro’ en septiembre de 1898. Ese mismo año, un periódico compostelano contaba: «Un pobre soldado regresado de Cuba llegó hasta la puerta de su casa paterna en Enfesta. La hora era bastante avanzada y como aquel desdichado careciese de fuerzas para darse a conocer por la voz, no le abrieron la puerta, a pesar de sus repetidos golpes, por temor a ser objeto de un robo. A la mañana siguiente, el cadáver del desdichado joven apareció tendido delante de la puerta, produciéndose la desgarradora escena al ser visto por su familia».
«Una injusticia histórica»
Este soldado que «murió de hambre» en la entrada de su casa, según la noticia, no es, ni siquiera, de los héroes más desdichados que dieron su vida por España. Hubo muchos que jamás regresaron a casa, que se quedaron en una fosa común de Cuba tirados y enterrados junto a otros cientos de cadáveres de españoles. «A través de los archivos de la Guardia Civil descubrí que mucha gente se enteró del paradero de sus familiares tarde y mal. Hubo peticiones de pensiones por parte de las viudas hasta 1910, cuyos maridos nunca regresaron. Muchas madres se enteraron años después de que sus hijos habían muerto de fiebre amarilla. Otras no cobraron ningún subsidio porque nunca supieron qué les había pasado. El Gobierno intentó que no trascendiera y echó tierra encima», aseguraba el arqueólogo aragonés hace cuatro años.

Navarro lleva más de dos décadas buscando fosas comunes en Cuba con soldados españoles muertos durante la guerra y ha llegado a localizar hasta cinco, la mayoría sin excavar. También ha realizado una base de datos con los nombres de la mayoría de ellos y las causas de su fallecimiento. «Me pareció una injusticia histórica que estos caídos en combate por España estuvieran olvidados en un lugar desconocido de la isla como si fueran alimañas», reconocía en su momento a ABC.
Su interés comenzó precisamente con el intentó de recuperar los restos de los 150 muertos de la batalla naval de Santiago de Cuba en el año de su centenario. «Los periódicos de la época decían que fueron enterrados en una fosa en forma de pozo en las playas de Nima Nima y Juan González. Durante cuatro años realicé allí prospecciones, sondeos y otras pruebas con la ayuda del Ministerio de Defensa español y las instituciones cubanas. Luego nos cortaron la financiación y la búsqueda quedó inconclusa», explicaba.
Fosas en Manzanillo y Cruces
Aunque más del 90 por ciento de los muertos españoles de Cuba fallecieron a causa de enfermedades, una parte quedó sepultada en el campo de batalla o en estas fosas. Entre las que sí ha localizado está la ubicada en el cementerio de Manzanillo, en la provincia de Granma, donde asegura que hay un total de 142 cadáveres procedentes de las batallas de Peralejo, Cacao, Melones y los Indios. «Se encuentran allí abandonados, sin nombres, con un echadizo de hormigón encima», aseguró.
Cerca de Cruces, en el centro de la isla, provincia de Cienfuegos, hay otra fosa común con 66 españoles más caídos en la famosa Batalla de Mal Tiempo el 15 de diciembre de 1895. En aquel enfrentamiento resultaron vencedores los mambises, y es considerada como una de las victorias más importantes de la invasión por las consecuencias políticas, militares y económicas que tuvo a favor del movimiento independentista. Constituyó uno de los acontecimientos más ilustres de las luchas por la independencia, encabezado en ese momento por Máximo Gómez y su lugarteniente Antonio Maceo.
«Firme aún, la infantería española, rodilla en tierra, resistió con un fuego mortífero y las puntas de las bayonetas, para que nadie pasara. Pero al grito de ‘arriba Oriente, al machete, viva Maceo’, abren brecha los orientales y acuchillan sin piedad durante quince minutos», contaría después el escritor y general José Miró Argenter, testigo de aquella heroica epopeya. Y añadió: «No duró más tiempo el drama. Aquí han caído dos secciones completas con sus oficiales que los mandaban. Más allá, grupos de infantes y jinetes mezclados en confusión, ruedan al filo del sable cubano».

San Juan, Camagüey y Puerto Real
Otra de las fosas comunes se encuentra en el Campamento de San Juan, donde fueron a parar en condiciones «insalubres» los heridos de las batallas de El Caney , de las Colinas de San Juan y otras escaramuzas puntuales. «Allí murieron como moscas y fueron enterrados juntos. La prensa hablaba de la época hablaba de 700 cadáveres que habrían intentado ser incinerados sin éxito por las lluvias. La cifra parece un poco exagerada, tendríamos que confirmarlo», comentaba Navarro.
La última fosa estaría en Camagüey, con 250 muertos en la batalla de las Guásimas, que tuvo lugar entre el 15 y el 19 de marzo de 1874. Se enfrentaron las fuerzas del Brigadier Armiñán, con 3.000 hombres, contra las fuerzas cubanas de Máximo Gómez, acompañado de sus principales jefes militares. Se cree que murieron dos mil españoles por cuatrocientos independentistas. «Se supone que los 250 españoles de la fosa fueron quemados. Hace siete años unos investigadores cubanos me dijeron que habían encontrado el pozo donde se encuentran, pero también habría que excavarlo», explicaba el historiador a este diario.
A estos enterramientos colectivos hay que añadir otro en España situado en Puerto Real. «Este es el ejemplo más claro de que la desinformación por parte del Gobierno con respecto a los repatriados de Cuba fue total. De los 104 soldados que murieron en el lazareto del Fuerte de San Luis, 102 terminaron en esa fosa común sin que ninguna de sus familias recibiera información alguna de que su padre, hijo o hermano había regresado enfermo a esta localidad. Allí fueron lanzados sin más», explicaba a estas mismas páginas el historiador gaditano Manuel Izco. El puerto de Cádiz fue uno de los que más barcos recibió, con todos aquellos militares agonizantes.
La mayoría iban a parar a los lazaretos para soportar terribles cuarentenas y así evitar la extensión de las epidemias por tierra firme. «En los libros de sepultura del cementerio de Puerto Real y en los certificados de defunción del registro civil pude comprobar que, algunos días, morían 14 o 15 personas en el lazareto del Fuerte de San Luis. A veces fallecían dos soldados en la misma cama en menos de 24 horas. Llegaba uno, moría, colocaban rápidamente a otro en su lugar, y fallecía también. La mortalidad en las primeras semanas fue tremenda. Tuvo que ser algo esperpéntico, con decenas de chavales muriendo en cuestión de horas tras llegar de Cuba», apunta Izco, que averiguó hace tiempo los nombres y causas de defunción de todos los cadáveres enterrados en dicha fosa común, sin que jamás se haya hecho nada… ni tan siquiera honrarlos.
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