Contra el mito del atraso científico: españoles que tumban la frase de «¡que inventen ellos!»
A pesar de la difícil relación con la ciencia, la nación de Don Quijote y Sancho ha dado al mundo un gran número de investigadores y genios que, también hoy, deben luchar contra gigantes
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Iniciar sesiónCuando Unamuno pronunció aquella imprudente frase de «¡que inventen ellos!» , lo dijo contagiado por algunos de los tópicos que extranjeros y nacionales pensaban sobre España, representada por la Leyenda Negra y los prejuicios de la Ilustración como un páramo cultural y científico. Le ... hubiera bastado al escritor levantar la cabeza para descubrir que, aun con dificultades, los españoles estaban batiéndose contra los elementos para sacar adelante innovaciones que cambiaron el mundo en esas mismas fechas.
Para caricaturizar las invenciones patrias, siempre se ha dicho que este país solo ha aportado la fregona, el chupa-chups y el futbolín, como si, en vez de innovar, los españoles se dedicaran a ponerles palos a las cosas. Lo que se suele ignorar es que el archiconocido inventor del futbolín, el gallego Alejandro Finisterre , en verdad solo creó una de las versiones del juego, justo la que menos se usa hoy en el país, pero que sí fueron españoles los creadores del autogiro (precursor del helicóptero), del submarino, de la escafandra espacial, del dirigible más avanzado y hasta del petróleo sintético.
«Históricamente España ha tenido una relación débil con la ciencia y aún hoy hay gente distinguida a la que le da igual no tener grandes genios porque, defienden, hemos tenido grandes personajes de la cultura como Cervantes o Velázquez. Pero yo creo que sí tenemos mucho que envidiar a los países que han tenido un Isaac Newton o un Albert Einstein . Se ha fomentado como de mayor prestigio una formación humanística de letras por encima de una científica», asegura el historiador de la ciencia José Manuel Sánchez Ron , que acaba de publicar el libro «El país de los sueños perdidos» (Taurus), donde analiza las frustraciones que ha acumulado la investigación en España desde tiempos visigodos.
Una lucha por el relato
Durante siglos, a los inventores les bastaba un golpe de genialidad o valerse del prueba y error para dar con un descubrimiento que pudiera cambiar el mundo, pero, a partir de finales del siglo XIX, una parte importante de los inventos requería un soporte científico. «Ahí tenemos el obstáculo para España, pues teníamos una sociedad científica muy subdesarrollada. Incluso cuando empezó a florecer en el primer tercio del siglo XX era muy básica, con poca mirada hacia la invención», sostiene. Para el único físico que se sienta en la RAE, los Isaac Peral, De la Cierva, Torres Quevedo, Alejandro Goicoechea, Ramón Silvestre Verea, Herrera Linares o Mónico Sánchez son meras «islas en un océano grande que no representan nada».
La ciencia es una carrera entre países por llegar el primero y, como en todo, una lucha por el relato. Pedro Insua, filósofo y autor de varios libros de historia, niega la mayor defendida por Sánchez Ron: «Determinadas figuras señeras españolas no aparecen en la historia de la ciencia porque tenemos una idea decimonónica de que las ciencias operan a través de golpes de genialidad. Si tú vas con esta idea, tiene sentido reivindicar un descubrimiento como de una nación u otra, pero si lo vemos como el ejercicio colectivo que es la ciencia pues se desbordan las cuestiones nacionalistas y el relato dominado por el mundo anglosajón». Si Newton pudo desarrollar sus leyes de la física, fue gracias a que estaba sostenido por descubrimientos, entre otros, de italianos, franceses, polacos o españoles, algunos tan destacados como el del fraile Domingo de Soto , el primero en establecer que un cuerpo en caída libre sufre una aceleración constante.
La España del siglo XVI necesitó de la ciencia y la invención para llegar a América, para dar la vuelta al orbe y, por supuesto, de artilleros, matemáticos e ingenieros para sustentar su dominio militar. «Colón llegó a América gracias a la ciencia, en concreto a la teoría del conocimiento de la esfera. Sin las matemáticas, el Imperio español no hubiera existido», apunta Insua. Dentro del humanismo cívico del que Austrias y Borbones quisieron revestir al imperio hubo también espacio para los descubrimientos relacionados con la medicina y la botánica. Sola o asociada a otras Cortes, España realizó 63 expediciones durante la Ilustración, más que ninguna otra nación. Como canalizador de estos descubrimientos, la Real Botica se convirtió en uno de los centros científicos más importantes de Europa.
La llegada de Napoleón a la península no solo interrumpió estas iniciativas científicas, que carecían de sentido político una vez se perdieron los territorios americanos, sino que supuso la destrucción de estructuras claves, como el segundo mayor telescopio del mundo , que estaba en lo que hoy es el Parque del Retiro . ¿Se perdió entonces el tren con Europa? Sánchez Ron lo duda: «Podemos hablar de una serie de instrumentos que se inventaron por españoles para ayudar a la navegación, pero eso queda muy lejos del concepto moderno de invenciones. España no perdió el tren de la ciencia y la invención, porque nunca lo cogió».
«Colón llegó a América gracias a la ciencia, en concreto a la teoría del conocimiento de la esfera. Sin las matemáticas, el Imperio español no hubiera existido»
Bajo el criterio del académico, los primeros intentos serios por crear una investigación moderna no aparecieron hasta el siglo XX, en el Franquismo , cuando una España aislada y empobrecida por la guerra tomó consciencia de la debilidad de depender tecnológicamente del exterior. En el periodo autárquico cobró fuerza la ciencia aplicada en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y se crearon instituciones prácticas como el Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA), la Junta de Energía Nuclear (JEN) o el Instituto Nacional de Industria (INI). Esto abrió la puerta a la invención.
Únicamente con una industria fuerte e interesada por la innovación se puede sacar provecho económico a sus genios. Torres Quevedo llevó a cabo sus investigaciones en España, pero sus famosos dirigibles Astra los fabricaba en Francia, del mismo modo que Juan de la Cierva tenía la sede de su empresa en Londres, desde donde montaba y comercializaba a nivel mundial sus autogiros. «El invento por sí solo, sin llevarse a la práctica, tiene un sentido muy limitado. La industria española no está interesada hoy en la innovación y lo que hace es comprar patentes fuera. Sería crucial que una parte del sector, el más avanzado, se diera la mano con los científicos», recuerda Sánchez Ron.
Inventar sin inversión
Juan Garrido (Granada, 1986) conoce bien la dificultad de innovar sin un sustento industrial detrás. Este joven granadino ha diseñado un motor de combustión interna que pesa 35 kilos (lo normal es que pesara entre 130 y 160 kilos) y que emplea solo un 75% de las piezas de uno convencional. «Desde niño siempre he estado entre mecánicos y dándole vueltas a cómo mejorar un motor tradicional de cuatro tiempos. Creo haber encontrado la mejor solución, la mejor arquitectura posible para un motor», considera.
Su motor ha atraído mucho interés en distintos campos, desde el automóvil a la aviación. Las marcas de cochestienen una infinidad de intereses cruzados, entre ellos la obligación de reducir emisiones, pero, en cambio, en la aeronáutica es más fácil y las puertas no dejan de abrirse para este ingeniero español. «Esto está yendo muy rápido. Probablemente podamos cerrar contratos este mismo año. Tenemos muchos frentes abiertos en este momento».
El largo camino recorrido por su pequeña empresa Innengine ha constatado que no es fácil inventar en España. «Si esto hubiera nacido en otro sitio, estos motores estarían volando. Sería absolutamente más fácil desarrollarlo en el extranjero, pero mi gran lucha es no irme de Granada. Incluso dentro de España hay lugares que nos incentivan más», afirma Garrido, que señala como los máximos obstáculos lo enmarañado de la burocracia española y la falta de financiación tanto desde el sector público como desde el privado, que no es propenso a asumir riesgos de ningún tipo. «Tengo la suerte de que ha apostado por mí un inversor, que está viendo resultados, pero si dependiera de ayudas o subvenciones sería inviable para mover un proyecto de este volumen. Hablo en millones de euros; de infraestructura, personal, maquinaria...», apostilla.
El potencial de España
Otro caso de inventor español sin complejos es Pablo E. García Kilroy , vicepresidente de soluciones digitales de Johnson & Johnson, salvo porque en su caso él se ahorró los sinsabores de emprender aquí y dio el salto al otro lado del charco. Su proyecto consiste en un robot cirujano que es capaz de llegar a zonas poco accesibles o estrechas del cuerpo. Una máquina que puede salvar vidas y permite ver cosas que los cirujanos no detectan. «La formación en España es muy teórica, enfocada al análisis de los sistemas. Fue cuando terminé la carrera, haciendo una beca en EE.UU., cuando descubrí todo un mundo inventando y resolviendo problemas. Me tocó una fibra dentro».
En España falta una industria que demande nuevos productos y también, como efecto o causa de ello, una universidad que imparta experiencia práctica .«En EE.UU. quieren justo lo contrario, quieren a gente con ganas de desarrollar y el propio ambiente universitario te invita a ello. Se trata de confianza. Los españoles culturalmente estamos menos dispuestos a tomar riesgos, los fracasos están mal vistos , mientras que aquí lo que importa es que sea valioso el intento. El error está más recompensado», opina García Kilroy , que coincide con Garrido en la falta de «espíritu inventor» que hay en las universidades españolas, pero destaca las grandes cualidades que atesoran sus ingenieros. «La teoría recibida es fuerte y somos gente seria, que inspira confianza y sociable, lo que hoy es muy importante porque la inteligencia emocional es fundamental para trabajar en equipo. Solo falta el empuje».
Ni siquiera Unamuno al articular su célebre frase pensaba, según Insua, que los españoles no fueran duchos para la ciencia. «No estaba reivindicando, como muchos creen, que España fuera una nación que debía encargarse solo de la religión, sino que hasta entonces había estado ocupándose de cosas tan mayúsculas como dominar el mundo. Cuando decía que inventen ellos, se refería a que España estaba demasiado ocupada en el software , en hacer que Dios hable español, y había descuidado el hardware ».
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