El otro hundimiento

Guédiguian utiliza la paleta que le proporciona el libro «Le dernier Mitterrand», de Georges-Marc Benamou, para pintar un retrato impresionista del que fuera presidente de la República Francesa durante tres lustros. El autor reinventa la figura del escritor, de quien utiliza hasta sus devaneos amorosos, para crear un diálogo político (de altura, ciertamente) y lanzar su mensaje. Que puedan interesar casi dos horas de parloteo, sin una mala bomba, dice mucho de su capacidad, aunque el aburrimiento acecha en cada esquina. Porque la cinta no es otra cosa que la confrontación entre el joven idealista y el viejo cínico y enfermo que, en las postrimerías de la vida, ha regresado de todos los caminos.
«Presidente Mitterrand», no obstante, se salta los pasajes más oscuros y deja entre brumas la relación del joven político con el gobierno colaboracionista de Vichy. Su mirada sólo se endurece en el plano corto, donde vemos a un hombre engreído, obsesionado por la imagen que proyectaba al mundo («tome nota y dígales que no soy el diablo»), preocupado hasta por su guiñol televisivo, aunque en el fondo le gustaba saberse odiado. Su enorme cultura tampoco le impedía considerarse más importante que De Gaulle, sentirse un Napoleón. Era un hombre, en definitiva, que se resistió a ser una página que pudiera arrancarse de la Historia.
Semejante riqueza de matices sólo es posible, claro, con una interpretación sublime. Sin parecerse demasiado al ex presidente, Michel Bouquet asimila de forma colosal su papel, hasta el punto de que el espectador recordará ya para siempre a Mitterrand bajo los rasgos hastiados del actor.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete