Zapatero, en marcha
Las circunstancias parecen haberse confabulado en favor de José Luis Rodríguez Zapatero, el secretario general del PSOE. La moderación en su discurso, el ejercicio de responsabilidad que ha supuesto la colaboración con el Gobierno para acometer el cerco legal y político a Batasuna y el manejo reposado de los tiempos han acabado por consolidarle como una alternativa real e ilusionante para millones de electores frente al proyecto del PP. Es indudable que la apuesta por centrar el próximo otoño en la carrera electoral llevará la inquietud al sector del PP que reclama de Aznar que acabe de una vez con la incógnita de su sucesión. Aznar insiste en que el proyecto popular está por encima de los nombres, lo que, además de ser prácticamente inédito en la política nacional demuestra que considera a la sociedad española lo suficientemente madura como para discernir entre carteles y programas. Hasta el presente, las grandes operaciones del presidente del Gobierno han sido saludadas por el éxito. Sin embargo, ahora se abre un momento político que es desfavorable para el partido en el Gobierno en la misma medida que refuerza las aspiraciones de los socialistas. El gran asunto que planea sobre la democracia, el proceso de ilegalización de Batasuna, ha centrado todos los esfuerzos del gabinete de Aznar. Tal vez uno de los reflejos de ese ingente esfuerzo jurídico-político sea el de que la sociedad perciba una cierta abulia en el Gobierno y en el PP en el resto de los asuntos. Los resultados del último barómetro del CIS demostrarían que el desgaste inherente a la acción gubernativa y la ausencia de un rostro con el que identificar el proyecto reformista postaznar empiezan a dar consistencia a Zapatero.
El líder socialista, por su parte y en su mérito, ha logrado afianzar su control sobre el partido, acallar las voces críticas -pocas, pero de peso- y presentarse a la sociedad como un dirigente político accesible y comprensible. Sin embargo, algunas sombras planean sobre el triunfalismo con el que el PSOE ha abierto un curso político que no ha venido precedido de vacaciones: la carencia de proyectos más allá de las críticas a los fallos y ausencias del Gobierno y el hecho de que Zapatero no ha calibrado nunca sus condiciones de liderazgo y capacidad comunicativa en una campaña electoral. Aunque sobre este último particular, es improbable que el candidato que finalmente designe el PP tenga mucha más experiencia.
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