Aquel ritmillo santero

Tras la «desafinante» «El embrujo de Shanghai» (equivalente cinemusical a tener la sinfónica de Viena y obligarla a tocar «Paquito el Chocolatero»), Fernando Trueba se ha quitado el mal sabor de boca refugiándose en su otro amor: el jazz latino y aledaños. Y lo ha hecho con la reverencia y elegancia del buen gourmet: viendo los músicos desde la barrera del documental, algo que ya ensayó en su baqueteada y caprichosilla «Calle 54», paradigma de filme convertido en marca registrada y embotellada. Que nadie busque en este «Milagro de Candeal» el swing y encuadre aterciopelado y alfombrado del título antes mentado: aquí todo está filmado y escuchado a ras de calle y favela, aunque por suerte no asoma el aullido-lamento de los desposeídos con jeringuilla y pistolón en cada mano. Tampoco hay que esperar la experimentación «jamming» de la corriente más eléctrica del subgénero, ni siquiera la barraca «on the road» y con botijo de diseño subvencionado en el tubo de escape de «Escenario móvil» (ver aquí al ladito). Entonces, ¿cuál sería el milagrito de marras? Sencillamente, el buen tacto de Trueba para escuchar eso tan cursi llamado «la voz del pueblo» en estado de efervescencia, alegría y construcción. Una polifonía encontrada, con su poso socioantropológico y todo (aunque tanta referencia y bruma a la mitología angoleña peque de notas graves), perfectamente conducida por dos maestros como Bebo Valdés (el auténtico viajero de esta línea imaginaria Paseo de La Habana-Salvador de Bahía-Black África) y un Carlinhos Brown con los flecos capoeiros de los fastos del Fórum «barceloní» colgándole de las rastas. Milagroso también resulta que a tanta sincera loa y ensimismamiento (aunque dos horas y pico de gorrión es metraje más que generoso) demostrados por Trueba no les enturbien ni ese colonialismo «a lo Paul Simon» ni mucho menos cierto escaparatismo de night club. Y eso que casi lo más memorable del show es la cara del bueno de Bebo ante la catarsis de la venerable Doña Angelina en pleno trance místico-rítmico. Es lo que tiene esta música: o se vive o te lleva por delante.
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