¿Es útil llevar a tu hijo a un internado para aprobar el curso, o para educarle?
Estos colegios pueden ayudar a los estudiantes a aprobar el curso, pero los problemas de comportamiento son responsabilidad de la familia

El ingreso de Felipe Juan Froilán en el Colegio Episcopal Sagrada Familia de Sigüenza, que estará interno durante el verano para recuperar las malas notas que ha sacado en 2º de la ESO, ha despertado el interés por este tipo de centros, que ofrecen un tratamiento de urgencia para los malos estudiantes. Los internados son casi siempre el último recurso de muchos padres para que sus hijos no echen a perder el curso escolar e incluso su formación académica.
No obstante, sobre estos centros surge un intenso debate cuando también se les utiliza para cumplir otra función: la de educar a un niño rebelde y desobediente que trae de cabeza a la familia. Y es en este punto en el que la comunidad educativa plantea su dudas. «Si el niño tiene un problema de disciplina, ¿lo va a resolver un internado en dos meses?». Es la pregunta que se hace Carlos Pajuelo, psicólogo, orientador en el Equipo Psicopedagógico de Atención Temprana de la Consejería de Educación y Cultura de Extremadura y autor del blog de Escuela de padres. Él mismo da la respuesta: «Creo que no».
Éxito para aprobar
Sin embargo, los internados a la hora de resolver las malas calificaciones obtenidas durante el curso escolar sí tienen éxito, como defiende Fernando Ruiz, director del Colegio Mulhacén Granada Grupo Attendis. Este centro ofrece durante los dos meses de verano un programa educativo interno para que los estudiantes (desde 1º de la ESO a 2º de Bachiller) recuperen las asignaturas pendientes. Cada verano entre 70 y 200 chavales pasan por sus clases. Y ya llevan 40 años haciéndolo.
«Son chavales que no tienen hábito de estudio»«El 90% de nuestros alumnos aprueban en septiembre y pasan de curso», afirma Ruiz. «En su mayoría —dice— son chicos inteligentes y capaces. Suelen venir un curso en verano y ya no vuelven porque han aprendido a estudiar». Ese es su principal problema, advierte este director: «Son chavales muy majos que no tienen un hábito de estudio, nunca se han puesto a hincar los codos. Han ido haciendo pocos deberes y han ido aprobando... Pero esa estrategia ya no sirve llegado a determinados cursos. Otros no estudian porque tienen poco control en casa, los dos padres trabajan fuera con horarios muy amplios».
En el Colegio Mulhacén se les imparte un programa integral y personalizado. «Solos en casa no estudiarían, y si fueran a una academia tampoco. Si no estuvieran internos dormirían mal, se irían de fiesta con los amigos... y llegarían al colegio a las nueve de la mañana cansados. El régimen interno les garantiza un buen sueño, deporte, descanso, liberar la cabeza, convivir con amigos...». Son dos meses de absoluta concentración en el estudio: «Trabajan nueve horas al día, intentando hacer un equilibrio entre el horario de clases para entender lo que han aprendido durante el curso y horas de estudio. Cada semana se marcan unos objetivos, si los consiguen van a casa el fin de semana. Si no, se quedan en el colegio para reforzar».
Un castigo para el verano
Y Ruiz garantiza los resultados. Ya no solo se trata de que los chicos aprueban, sino que además adquieren al final una estrategia para estudiar el resto de sus vidas. «En el momento en el que ven un entorno con un trabajo cotidiano, con un seguimiento de lo que hacen, se sorprenden ellos mismos estudiando. Y se dan cuenta de que si estudian, perseveran y se esfuerzan consiguen aprobar».
«Si la rebeldía se debe a problemas familiares no hay que trasladarlo al internado»Pero a diferencia de otros países donde los internados tienen una gran tradición educativa, en España estos centros se utilizan muchas veces como castigo, advierte Sonia García, secretaria de comunicación del sindicato de profesores ANPE. Y es algo en lo que no hay que caer. «Antes de tomar una decisión —explica— es necesario que hablen el alumno, el profesor y los padres para detectar y reflexionar sobre cuáles son los problemas que han dado lugar a los suspensos. Muchas veces, a estas edades, las malas notas no se deben a la inteligencia del niño, sino a que se encuentra en una etapa de la vida de rebeldía, se rebelan contra el mundo porque no lo entienden, ni siquiera se entienden a ellos mismos». Y es ahí donde no debe faltar la familia, afirma Sonia García. «Si esa rebeldía se debe a problemas familiares, los padres deben asumirlo y afrontarlo, no trasladar la situación a un internado».
Los miedos de los padres
Desafíos, desobediencia, peleas, faltas constantes de respeto... el comportamiento de muchos adolescentes puede hacer de la convivencia familiar un polvorín, señala Carlos Pajuelo. «Los internados son, muchas veces, una respuesta a padres con miedo, miedo al rumbo que sus hijos están tomando, hijos desafiantes, desobedientes que generan mal ambiente en casa. Son padres que sienten que han perdido autoridad, su capacidad de liderar su familia, de hacerse respetar. Padres que se sienten responsables de lo que hacen sus hijos, que se culpan por ello, que se sienten señalados por los demás.. Y su solución es llevar al niño a un internado. "A ver si lo enderezan", piensan».
Pero un centro de este tipo no soluciona el problema, «como mucho da unas semanas de aparente tranquilidad», dice Pajuelo. «Estos padres necesitan ayuda para aprender que educar también requiere ser fuerte ante los embistes de los hijos. Para entender que algunos comportamientos de nuestros adolescentes no es porque “le pasa algo en la cabeza, este niño tiene que tener un trastorno, sino porque nuestros hijos en el proceso de construirse como personas pueden equivocarse. Educar muchas veces requiere enfrentarse a los hijos un día y otro y otro, y eso es muy duro. Y esto sólo lo saben los padres que pasan por esta experiencia, ellos que sufren en sus carnes los efectos devastadores que conlleva para la pareja y para la familia».
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