Congreso del partido
Puigdemont perfila una tímida renovación de Junts que le dará todavía más control interno
Turull firma en Bélgica, hoy, la incorporación de Demòcrates para incluir a Castellà en la cúpula del partido
Puigdemont: «Hemos de saber aprovechar la oportunidad que tenemos en Madrid»
Carles Puigdemont, en Barcelona el 8 de agosto, rodeado de Josep Rull, Jordi Turull, Laura Borràs y Toni Castellà, entre otros seguidores
Ajustes y retoques para que Carles Puigdemont siga controlando un partido que creó a su imagen y semejanza en 2017 desde un hotel de Bélgica. Salvo sorpresa mayúscula, que nadie en Junts contempla, el congreso extraordinario de Calella (Barcelona), que se celebra este fin ... de semana, afianzará la figura del expresidente de la Generalitat de Cataluña, hoy sin cargo orgánico en el partido pero con todo el control estratégico y decisorio y todavía fugado de la Justicia española con un futuro político y personal difícil de dilucidar. La derrota en las elecciones autonómicas de mayo y el pacto de ERC con el PSC obligó al adelanto congresual para redefinir la senda política por la que debe seguir la formación en los próximos años. Poco cambiará, al respecto.
El fracaso del 'procés' y la gestión de sus rescoldos y, sobre todo, por un lado, la pérdida de poder institucional por parte de Junts –a pesar de la absoluta dependencia que el Gobierno tiene de sus siete votos en el Congreso– y, por otro, la ya irrenunciable posición como partido secesionista intransigente configuran lo que aún sigue considerándose, tanto en el ámbito social como en el político, el partido heredero de CiU. Pero Junts no es CiU, una formación sui géneris capaz de combinar el nacionalismo más obtuso en Cataluña con el pactismo tradicional en Madrid. Ni tan solo Puigdemont es Artur Mas, origen del 'procés' y cuyo dedo designó al ahora tan idolatrado entre el movimiento secesionista.
Pero sin las bases sociológicas de lo que fue CiU, Puigdemont no puede articular, gestionar y mantener Junts. Él proviene de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y se apoya en Jordi Turull para llevar el día a día del partido. Turull, secretario general de Junts, empezó en política en 1983 al afiliarse a las juventudes de CDC y solo cuatro años después (con 21 años) ya era concejal de Parets del Vallés (Barcelona). Tardó en llegar al núcleo duro de CDC, pues no era de 'los talibanes' que ya sacaban la cabeza con Jordi Pujol, pero es un hombre de partido y fuertes fidelidades.
Turull, principalmente, ha sido el encargado de dirigir la fase previa al congreso. Tiene la confianza total de Puigdemont y un equipo de 30 dirigentes que han preparado las ponencias. Turull ha recorrido las agrupaciones para convencer a la militancia de lo favorable que son los cambios que propone la dirección. Pocos, pero suficientes para que el líder siga siendo la figura determinante.
De entrada, de las 56 enmiendas presentadas contra la iniciativa de un nuevo sistema de elección de la cúpula del partido llegarán vivas al congreso menos de seis –el plazo para negociar una transacción finaliza mañana—. Y, las que lleguen, quedarán «arrasadas», según el lenguaje con el que trabaja la ejecutiva.
La dirección del partido, incluida Laura Borràs, la presidenta, y Puigdemont quieren cambiar los estatutos para que la elección de la nueva ejecutiva sea en bloque, y no como ahora con listas desbloqueadas que permite elegir a unos miembros de una lista u otra y, así, castigar a un dirigente en concreto. Demasiada libertad, piensa Puigdemont que no quiere, ni le conviene, abrir una batalla contra Borràs, muy querida entre las bases pero sin predicamento entre los cuadros.
Otra propuesta de las altas esferas de Junts, teledirigida desde Waterloo, es la de retirar el requisito de la antigüedad de los seis meses para optar a cargos orgánicos. Si bien Puigdemont no puede enraizar un partido sin los pilares de CiU, sigue sin fiarse de la organización clásica de los partidos y aspira a poder quitar y, sobre todo, poner nuevas figuras que, por descontado, siempre le deberán lealtad. No es algo nuevo. Él es fruto de eso pues fue elegido presidente de la Generalitat sin ser el candidato de Junts pel Sí, coalición electoral de CDC y ERC en 2015. Y repitió la estrategia al designar a Quim Torra, su sucesor, que tampoco pasó por el escrutinio de las urnas.
La idea es poder incorporar dirigentes de otros partidos. Hoy cierran en Bruselas (Bélgica) un acuerdo de «confluencia» con Demòcrates, el partido de Antoni Castellà (ex Unió Democràtica de Catalunya), que será incorporado a la ejecutiva y aparece como uno de los posibles sucesores. Suenan también Agustí Colomines (historiador) y Anna Navarro (empresaria), ambos diputados en Barcelona y sin dependencias partidistas. Mònica Sales, por su parte, valor en alza y designada aspirante a todo en el Parlament, será otra de las que ganará galones.
Está por ver qué hace Borràs. La propuesta de Puigdemont es una salida como presidenta de la fundación vinculada a Junts. En cualquier caso, quedará lejos de los órganos de decisión.