La nueva vida de la 'marchante' María Blasco
El Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas nombra sucesor para su ex directora, quien vive ahora recluida entre su pequeño despacho y un laboratorio dividido entre fieles y críticos
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Iniciar sesiónMaría Blasco llega a su pequeño despacho en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) cada mañana a eso de las diez. «Ya no es la que era», dicen sus nuevos compañeros. Los que la conocen bien, cuentan, que al llegar, entra, y se encierra ... en el pequeño habitáculo que le corresponde por ser jefa de grupo. Hasta ha tenido que acostumbrarse a utilizar otra forma de transporte para llegar al Centro porque ya ni siquiera puede meter el coche en el garaje. A las de su nivel no les corresponde tener plaza. Algo muy duro teniendo en cuenta quién era Blasco cuando disfrutaba las mieles de la dirección del CNIO y se hizo tristemente famosa por comprar obras de arte por todo el mundo desde su puesto de responsable del Centro. Cuando todo era poder y privilegios.
Hace poca vida social. La mayoría de los trabajadores del CNIO no la ven o apenas se cruzan con ella. Su rutina diaria es sencilla: llegada al despacho y salida hacia su laboratorio, donde comparte jornada con sus compañeros investigadores. Algo muy diferente a cuando Blasco dirigía al Centro. Ella era la reina, la dueña, la todopoderosa; sus compañeros la temían y ella lo sabía. La vida laboral siendo Blasco directora era un pequeño infierno. Sus anteriores trabajadores la definen como poco sociable. Las mismas características que le valieron varias denuncias por acoso laboral que en su día fueron investigadas y que hoy todavía, alguna de ellas, están los tribunales de justicia.
Pero ahora es una más. Los que la tratan dicen que María ha asumido su condición de una trabajadora destinada en el Centro. No tiene privilegios ni es más que nadie. Y eso que sus inicios en su faceta de investigadora, sin más, no fueron fáciles.
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Desde su cese, su Departamento de Oncología Molecular se dividió en dos. Se hizo con la excusa de seguir las recomendaciones del Scientific Advisory Board (SAB), porque el área era muy grande. Con la llegada de quien convirtió el Centro en un polvorín, se decidió una división ficticia entre investigación básica y aplicada (los que usan modelos animales), algo que, en el fondo, se hizo para «proteger» a María de los que pidieron su cese. Así, ahora, hay un departamento con los más afines a María (Oncología Molecular), y el otro departamento con los que pidieron su cese (Biología de Tumores). Esto ha separado más a los investigadores. Hasta ya ha habido un cese. «Tras su caída, tocaba que todos remáramos en la misma dirección y que hubiera reuniones y correos de todos, con las preocupaciones de todos sobre las necesidades de todos en un centro de investigación. Eso al final habría normalizado rápidamente la situación y María se habría integrado rápidamente, pero con esta separación de los dos departamentos no hay buena comunicación entre los dos grupos de trabajo», dicen quienes conocen bien la dinámica del Centro.
Y así, con una llegada tormentosa destinada a protegerla, el tiempo ha ido pasando y María se ha ido acostumbrando. Quienes la rodean aseguran que se relaciona y se comunica poco, deambula sola y apenas se la ve por el Centro. Ha decidido adoptar una posición de perfil bajo para tratar que las aguas se apacigüen.
Y, sin embargo, a pesar de esta aparente normalidad y de que ha pasado de ser la jefa a ser una persona que prácticamente no se relaciona con sus compañeros, el nombramiento de su sucesor ha vuelto a resucitar viejos fantasmas.
El nombre del elegido para suceder a Blasco y para intentar reconducir el Centro en un organismo auténtico de Investigaciones oncológicas, sin los desmanes políticos que protagonizó en los últimos años, es Raúl Rabadán.
Quienes la rodean dicen que se relaciona poco, deambula sola y apenas se la ve por el CNIO, donde ni tiene plaza de garaje
Su llegada ha provocado entusiasmo en el Centro. Hay ganas de reciclar y de vivir y abrir nuevas etapas. El pasado ha sido duro y la personalidad de María trastornó y dinamitó la dinámica de un lugar que debía ser exclusivamente para producir frutos en investigación oncológica.
Para muchos, en el fondo, la llegada de Rabadán es una paradoja. Quienes conocen a fondo la historia, cuentan cómo, durante la etapa de Blasco, Rabadán ya sonó para dirigir uno de los departamentos importantes de la Casa. Cuando su nombre surgió en todas las quinielas y María Blasco estaba al frente del Centro, ella boicoteó el nombramiento. Seguramente, dicen los que la conocen, porque veía en esa incorporación un posible trampolín para alcanzar la dirección que ella asumía. Lo vio como un peligro, como una amenaza, y por eso lo descartó.
Lo que varios definen ahora como «justicia divina» ha hecho que Rabadán sea quien ocupe su sillón. Llega rodeado de los mejores currículos. No se le reconocen adscripciones políticas, y es reconocido como un reputado científico e investigador forjado en los Estados Unidos que por fin dará al puesto la reputación técnica y profesional, y no política, que el organismo necesita.
Rabadán llega al Centro sabiendo que María no es su mejor amiga pero también sabiendo que ya no es nadie, por lo no tiene necesidad de preocuparse. Su nombramiento ha vuelto a revivir viejos fantasmas pero a la vez, significa un halo de optimismo y de confianza en que un Centro dedicado a una investigación básica para el futuro de millones de personas no volverá a caer en las garras de quien utilizó el poder de forma equivocada.
«María ya es una más pero lo que esperamos es que el Centro vuelva a ser el referente que nunca debió perder».
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