Masacre en la boda de Torrejón: el cortejo a la novia detonó la guerra entre los Da Silva y los Bruno

La familia del novio vetó al convite al clan luso tras conocer las intenciones del sobrino del detenido

La Policía deja de buscar al sobrino del conductor portugués que tiñó de sangre la boda de Torrejón

Dos secuencias de la boda, celebrada en el restaurante El Rancho ABC

Micael Da Silva Montoya, sus dos hijos menores y su sobrino Israel Bruno entraron sin invitación y saludaron a parte de los asistentes cuando la boda estaba llegando a su fin; a una hora de la madrugada en la que los bailes, los cantes y ... las palmas dominaban por completo la escena. Mezclados entre los más de 200 invitados, los cuatro lograron sortear las miradas indiscretas hasta que la visita llegó a oídos de los familiares del novio. Rubén se casaba con Sonia, una joven cuya familia está vinculada de forma lejana a los Da Silva (de ahí la asistencia de esta rama del clan luso a la ceremonia previa) y a la que el más joven de los portugueses había cortejado en un pasado no tan lejano.

Antes del convite, los novios se dieron el 'sí, quiero' y desfilaron por una alfombra roja colocada especialmente para la ocasión. La emoción se palpaba en el ambiente, la pedrería copaba el vestido blanco de ella y él, apoyado en un moderno bastón, caminaba engalanado con un traje gris y azul oscuro. Tras ello, llegaría el ágape. El lugar elegido, El Rancho, un restaurante especializado en este tipo de celebraciones, ubicado en una vieja zona industrial de Torrejón de Ardoz.

En varios vídeos divulgados en redes sociales, se observa a los asistentes celebrar el enlace con total normalidad: los adultos bailan al ritmo de la música flamenca y los niños corretean. El clímax no cesará hasta pasadas las dos de la madrugada. A esa hora, Micael Da Silva, de 35 años, mantiene una primera discusión con el padre del novio dentro del local. Sus dos hijos y el sobrino también hablan acaloradamente con parientes del otro clan, el de los Bruno, cuya saga pervive omnipresente desde hace décadas en la Cañada Real Galiana.

La Policía Nacional traslada el domingo a Micael Da Silva Montoya, tras ser detenido por la Guardia Civil EFE

Algunos testigos señalan que es ahí cuando vuela un primer puñetazo. Agustín, el gerente del salón, de habla portuguesa, niega la mayor y sostiene al día siguiente del atropello mortal que no hubo ningún altercado en el interior del establecimiento. Versiones al margen, lo cierto es que la tarascada inicial se traslada al exterior, donde los insultos y amenazas dejan paso a los golpes. Las botellas de cristal son usadas como armas arrojadizas y algunos de los implicados sufren las primeras heridas. Respecto al origen de la refriega, pierde fuerza la teoría de que los atacantes robaran parte de lo recaudado en la 'manzana', algo más de 3.000 euros que aparecieron tirados debajo del asiento del conductor. Un posible lío amoroso o simplemente el cortejo del sobrino a la novia tiempo atrás habrían motivado la repulsa.

Las pesquisas tratan ahora de dilucidar la procedencia del dinero, sin descartar que éste pudiera ser el regalo de boda que los cuatro repudiados pretendían entregar a los recién casados. La segunda cuestión troncal de la investigación busca reconstruir lo que pasó después de la comentada bronca: si los Da Silva se refugiaron a la carrera en el Toyota Corolla y pisaron el acelerador llevándose a sus enemigos por delante; o, de lo contrario, se marcharon tranquilamente y esperaron agazapados para arrollarlos por sorpresa y con las luces apagadas. La delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Mercedes González, negó ayer que se registrara ningún tiroteo antes de la embestida.

Un único responsable

Arrestados Micael y sus dos vástagos, de 17 y 16 años, las pruebas y los testimonios recabados por el Grupo VI de Homicidios de la Policía Nacional fueron paso a paso apuntando en una sola dirección. El padre, de origen portugués, sería el único responsable del atropello intencionado que truncó la vida de cuatro personas y dejó a otras ocho heridas en el suelo. Los menores quedaron el domingo en libertad sin cargos y, ayer, una portavoz de la Jefatura Superior de la Policía de Madrid confirmaba que los agentes habían dejado de buscar al sobrino (también portugués, de 18), al asegurar que este no iba en el maltrecho vehículo cuando fueron interceptados por la Guardia Civil en Seseña.

Estado en el que quedó el Toyota Corolla tras el atropello masivo EFE

Se contradecía así lo que, desde el primer momento, los efectivos del instituto armado informaron: un cuarto sujeto había huido, por lo que se barajó la posibilidad de que detrás estuviera el joven luso. Fuentes municipales señalaron a ABC que este sujeto no está empadronado en la localidad toledana ni habría realizado gestiones oficiales bajo el nombre de Israel Bruno. Los uniformados dieron el alto al vehículo después de que el parachoques delantero y la matrícula aparecieran tirados en una calle de San Fernando de Henares. Al observar el destartalado turismo, procedieron a interceptarlo con las sirenas y las señales luminosas, lo que propició la carrera de todos los que iban a bordo.

La persecución a pie, que se prolongó unos 200 metros, se saldó con los tres detenidos y la escapatoria definitiva del supuesto cuarto ocupante. Para entonces, la masacre hacía más de una hora que se había ejecutado. Al filo de las 3 de la mañana, los facultativos certificaban los cuatro óbitos y trasladaban a diferentes hospitales a siete personas heridas (la octava fue dada de alta en el lugar del atropello).

Micael, quien permanece desde el domingo en la comisaría de Tetuán, pasará previsiblemente en la mañana de hoy a disposición judicial y será imputado por cuatro homicidios dolosos y siete en grado de tentativa. Afincado en el sector 5 de la Cañada Real al menos durante la última década, le consta en 2010 un antecedente por un delito cometido en Rivas-Vaciamadrid.

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