Lapisabien
La jauría humana, la dignidad de Ayuso
Las hordas ya no sorprenden. Las hordas ven, no leen, y sacan el cuchillo jamonero y oxidado. O el piolet
Ayuso, intervenida quirúrgicamente tras perder al bebé que esperaba de dos meses
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Iniciar sesiónLas hordas ya no sorprenden. Las hordas ven, no leen, y sacan el cuchillo jamonero y oxidado, el piolet que tienen más a mano. Alguien dijo que con las RRSS de micromensajes se había vuelto al epigrama, claro. Al propio Marcial. Y se equivocaban como ... la paloma de Alberti. Todo fue un estercolero en torno al trágico aborto natural de Ayuso; un luto silente donde la muerte se ve tan dentro que hasta las hormonas se descabalgan para que la pena negra persista, para que la pelvis y la espalda sigan soportando un dolor que es el de la muerte cuando el deseo era el dar vida.
Y sólo una mujer, en última instancia, es quien pasa por ese infierno que Aute cantó cuando mentaba a los hijos que no tuvimos. Hay la esperanza que se evade, y hay un médico, cabizbajo, que explica algo tan habitual que escuece que ni Dios ni la Ciencia quieran o puedan arreglar. Y así la cama de hospital y palabras de cariño que horas después empiezan a reconfortar poco a poco. Muy levemente, porque hay camino.
Pero duele, también, el pueblo bajuno que está en el bloque de abajo, en el de arriba, en una tasca y con el telefonito. El que pasa julio alegrándose de una tragedia, reprochando a la presidenta lo irreprochable cuando las defensas andan bajas y hay una nevera vacía en el pecho, que es la imagen más clara de sufrimiento de cualquier mujer en estas circunstancias. Y en el túnel hubo una poquita luz de esperanza; se vio que la clase política, mucha, aún es capaz de distinguir entre la batalla atroz de unas elecciones bajo sospecha moral y la vida, que va siendo lo único que nos queda para soportar este páramo.
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Es de esperar, y no es ni un consuelo, que con los días la presidenta vaya tornando la pena por lo consuetudinario, que la rutina vaya disolviendo las lágrimas, o al menos, que las flores y los cariños sean un alivio salino a uno de tantos golpes que están en el camino incierto de venir con una sonrisa a este Valle de Lágrimas
Se dirá que tragedias así forjan aún más el carácter, que Ayuso es fuerte. Pero no será consuelo, y quizá en la campechanía de Isabel quede ya siempre algo mate en sus ojos astrológicos. La existencia que es así; que juega azares inexplicables y de un día para otro deja eso que llaman el alma para el arrastre.
Quisiera uno aprovechar estas páginas para, como un Cristo 6.0, caminar sobre las aguas putrefactas de los trolls, ponerse en el lugar de la madre y rezar una oración silenciosa por estas trampas que va poniendo el presente. Quisiera uno, también, que Ayuso pudiera evadirse de la forma que fuera de tantos odiadores con veneno, adiestrados por ya sabemos quién, para los que la muerte, más que el final, es el principio de su cacería, de su jauría humana.
Vuelve un calor como el de Puerro Hurraco, el de las peores matanzas y las peores ideas. No será representativo, o sí, el porcentaje de quienes se alegraron en público del mal de Ayuso. En este país de todos los demonios, va a ser muy difícil salir de la escombrera. Está la mentada escombrera ahí, faltona, enhiesta, chula, inculta. Y vota con todas sus fuerzas para revertir, paradójicamente, la democracia.
Dónde, pregunta el viento siroco, queda el delito de odio. Yo lo sé. En el país de los 'conformes' y los 'segunes'. Porque más que odio, lo que vivió Ayuso fue un escrache con lo más sagrado: un hijo.
Entenderán que con estos mimbres, cada vez se pierda más la esperanza en el Ser Humano.
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