El final de los rodríguez
Bajo cielo
Si antes con un sueldo la familia podía irse de vacaciones, hoy con dos no llega ni para el cursillo de sacar al perro que el ministerio se ha sacado del ala
EL FIN DE LOS PASEOS ANALÓGICOS EN MADRID, UN VIRUS SILENCIOSO
Varias familias suben al tren para irse de vacaciones en julio de 1972
Antes, cuando un sueldo servía para criar a una familia, los hombres de la casa miraban con nervio y entusiasmo el tiempo de quedarse solos en Madrid. La clase media era abundante, se tenía una segunda residencia, y si no se podía permitir, existía el ... pueblo de origen o los abuelos que reclamaban verse con sus nietos. Con un sueldo medio, un trabajador podía alimentar a una familia de dos y tres retoños, un coche a plazos, vacaciones en la playa e incluso permitirse el lujo de seguir fichando el mes de julio con la familia puesta en otro punto de la geografía española.
Los bares se llenaban de señores, los restaurantes de mesas para cuatro, alguno echaba una canita al aire, y Madrid respiraba al atardecer un aroma de Gotas de Oro o Álvarez, que es el agua de colonia de cuando no se pretendía llamar la atención.
Hoy, con dos sueldos en casa y un verano por delante, no hay quien se pueda permitir el lujo de volver a entonces. Se cargaba el coche, se subían como al camarote de los Marx una prole de pantalones cortos y lazos en el pelo. Después llegaba la odisea de un viaje eterno, un día que servía para llegar a destino entre calentones de motor, pinchazos de rueda, paradas de carretera y adelantamientos que parecían ser el final de tus días.
El reloj también comenzaba a ralentizarse, como si las horas alcanzaran dimensiones desconocidas. Las primeras noches largas con dos luces en el cielo. Un helado a destiempo, una bolsa de pipas, y cuando llegará papá que está trabajando en Madrid.
De todo eso apenas queda nada, porque ahora también mamá está trabajando para conseguir una o dos semanas de asueto en la playa. Los niños no se aburren porque sus padres tienen miedo a que se vuelvan normales y, en el colegio, la 'profe' dice que si TDH o TDA que es lo mismo de siempre, pero con siglas para que tengan la excusa de no dedicarles tiempo. Entonces, el pánico se adueña del salón. Los protocolos, que les llaman, son la excusa perfecta para que los 'profes' puedan disfrutar de tres meses de vacaciones aunque sean ellos los que necesiten ir al logopeda. La niña no sabe lengua, dice una que pronuncia 'Madriz', y en vez de Lérida enseña Lleida.
Entonces, el padre que otrora se quedaba de rodríguez, debe meter a la niña en clases de refuerzo para que el año que viene no la etiqueten. Y en el pueblo de siempre las casas se alquilan por semana a precio de rico y ni con dos sueldos en casa es suficiente ni para llegar a mitad de camino.
El coche que se pagaba letra a letra ahora necesita de un diccionario, y de un punto de carga, y de un salario de rico para poder permitírtelo. También nos la han colado por ahí. El medio ambiente, sí. Y mientras suena la milonga de los derechos adquiridos uno se va dando cuenta de lo mal que se vive hoy viviendo bien.
Modo de vida extinguido
Los rodríguez es un modo de vida que se ha extinguido de la ciudad, como el sentido común o el respeto a los mayores. Si esto sigue así, no duden en que serán los niños los que se queden de rodríguez mientras papá y mamá se desloman buscando la viruta que les permita comprar una botella de aceite. Pero estamos mejor que nunca, no lo duden. Eso nos dicen.
Si antes con un sueldo, la familia podía irse de vacaciones, tener un coche, comprar cuadernos Rubio para la niña, alquilar un apartamento en la playa e incluso quedarse de rodríguez para salir a bailar salsa, hoy con dos sueldos, a una familia no le llega ni para el cursillo de sacar al perro que no sé qué ministerio se ha sacado del ala para recordarte que hasta un yorkshire tiene más derechos que tú.
La sociedad evoluciona, dicen. Hacia la extinción, sí. Pero no se agobien, antes no había carreras de tacones, ni pisos turísticos, ni restaurantes con cocina de quinta gama, ni teléfonos inteligentes, ni coches eléctricos, ni redes sociales, ni pasaportes caninos, ni indultos a ladrones, ni amnistías a golpistas, ni pajaportes onanistas, ni todas esas cosas que nos hacen mejores como sociedad.
El tiempo de los rodríguez se acabó. A cambio, nos queda toda su música para recordarnos que no todo tiempo pasado fue peor.