«Yo soy español, español, español...»
La fiebre del Mundial enciende la pasión por los colores de la bandera nacional en todo Madrid
ANA MELLADO
En la ropa, en el balcón, tatuada en el cuerpo, en la antena del coche e incluso en el pelo. Cualquier lugar sirve para estampar la bandera o los colores de la selección. El éxito de los chicos de Del Bosque ha desterrado por unas ... semanas el reparo habitual de la gente a lucir la enseña nacional.
«Qué ilusión, hemos encontrado la camiseta de Casillas. Es muy cara, pero por unos días olvidamos la crisis» comenta una mujer, mientras paga los 70 euros que cuesta en una tienda de deportes de la alle Preciados. Son pocos los que renuncian al rojo de la selección para vestir con la equipación celeste del capitán y portero español. «Vendemos al día unas 200 camisetas o más, casi todas rojas y a la hora de bordarla todos quieren el nombre de Villa en sus espaldas», explica Omar, el dependiente de la tienda. La equipación deportiva se vende sin serigrafiar, portar el nombre de un jugador o el de uno propio cuesta 18 euros más. Estos precios corresponden a la equipación oficial, pero hay otras versiones «piratas» más asequibles al bolsillo. Algunos bazares, chinos sobre todo, han diseñado modelos de camisetas más ajustadas, femeninos, con lentejuelas y los hombros al aire.
A la gran bandera de Colón se le multiplica la competencia. En Madrid normalmente resulta complicado toparse con algún distintivo nacional, más allá de en edificios oficiales o en tiendas de souvenirs. Ahora, desde el comienzo del Mundial todos quieren mostrar su orgullo de ser español. Con el escudo, con el toro, lisa, con mástil o como la que ofreció ABC; la rojigualda ondea en tiendas, cafeterías, balcones, en la antena de muchos taxis o por la ventanilla de los coches a ritmo de claxon. En algunos comercios se pueden conseguir por unos 5 euros y durante la víspera de los partidos, vendedores ambulantes en la puerta del Sol pasean con banderines por unos 2 euros. La principal productora de banderas, Sosa Días, ha vendido 50.000 unidades desde el inicio del Mundial, mientras que
la demanda frecuente un año ordinario es de entre 12.000 y 13.000. Durante la Eurocopa de 2008, la venta de la enseña nacional también se disparó pero no tanto como ahora.
El «merchandising» de España va más allá de las bufandas, gorras o llaveros. En las tiendas de tatuajes, piercings o complementos para el pelo de la calle Montera, se ha incrementado la demanda de trenzas, con hilos rojos y amarillos entrecruzados.
«Ayer por la tarde vino un caballero y nos preguntó si podíamos tatuarle un escudo de España en el brazo», comenta el encargado de uno de estos establecimientos. En las peluquerías los botes de sprays rojos y amarillos bajan como la espuma. «Les hemos cortado el pelo esta mañana a los críos y ya de paso les hemos puesto los colores de la selección» explica el padre de dos niños que llevan la cabeza teñida de rojo y amarillo.
Las tiendas de libros también exponen en su escaparate su mercancía futbolera. Libros, álbumes, cromos y postales de los jugadores. Nadie quiere desaprovechar esta temporada de ventas flojas para hacer su propio negocio con el Mundial.
No solo españoles se apuntan a la moda de los colores de la selección. En el centro de la capital, en las inmediaciones de Sol muchos turistas «renuncian a su nacionalidad por un día» y se unen a la marea rojigualda que colorea las calles. De Estados Unidos procede un joven pelirrojo que luce la camiseta roja, de Viena vienen dos amigos que muestran con orgullo su equipación de España —uno de ellos con mandil flamenco incluido— y de Irlanda un chico rubio que porta una gran sombrero de terciopelo.
Una vez equipados con el atuendo de la selección nacional, muchos recorren los comercios de la capital en busca de una vuvuzela a poder ser roja y amarilla. Eso ya es más complicado. «¿Tenéis trompetas de éstas del Mundial?» pregunta una mujer con su hija de la mano, en la entrada de una tienda de Montera. No ha habido suerte. Habrá que festejar los posibles goles que
encaje la selección el domingo con el típico bombo español, como el de Manolo.
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