De distraído a superdotado

Desde los tres años Marcos (nombre ficticio) regañaba a quien tiraba un papel al suelo. Pero los padres nunca sospecharon que tenían un hijo con altas capacidades, como se conoce ahora a los chicos que poseen un coeficiente intelectual superior a la media.

«Ni ... siquiera se nos había ocurrido pensar en ello», dice su madre. Sencillamente, ella y su marido dieron por hecho que tenían un niño muy inteligente. Hasta que éste llegó a Primaria. Entonces, con seis años recién cumplidos, empezó el «calvario». El niño miraba al techo en clase e investigaba con qué tornillos estaba construida su mesa del colegio. Se aburría. Y de niño «muy inteligente» paso rápidamente a ser niño «hiperactivo», «distraído» e, incluso, «con un posible retraso cognitivo». De hecho, el veredicto del tutor fue que el pequeño era ya todo un «fracaso escolar».

La realidad es bien distinta, pero esto es lo que suele ocurrir con estos niños hasta que se detectan sus cualidades. En el caso de Marcos, fue alguien que casi por casualidad preguntó, «¿no tendréis un niño superdotado?». Entonces su familia empezó a realizarle pruebas y los informes psicológicos confirmaron un coeficiente intelectual de 154 (el normal oscila entre 120 y 130).

Aunque según dicen los expertos todavía queda mucho camino por recorrer, hoy existen programas como el que puso en marcha hace diez años la Confederación Empresarial de Madrid CEIM-CEOE junto con la Comunidad de Madrid, y la colaboración del Ministerio de Educación, que ayuda a identificarlos y, sobre todo, a mejorar su calidad de vida.

Mejoría en el comportamiento

Porque como Marcos, hoy un niño «feliz y tranquilo» de nueve años, en la región viven 4.000 menores con esas características. De ellos, 1.132 alumnos, de entre 5 y 18 años que presentan capacidades que van más allá de lo habitual, participarán en este programa.

Allí estimularán su potencial y creatividad pero, sobre todo, sus habilidades sociales, mermadas por la incomprensión y el desconocimiento en muchos casos. Marcos lleva ya tres años inmerso en este «Programa de Enriquecimiento Educativo para Alumnado con Altas Capacidades» y, desde entonces, insiste su madre, el cambio ha sido sustancial. «Hay una mejoría evidente de comportamiento. Está mucho más tranquilo, y ya no es tan tímido, porque nadie le coarta».

Lo que aprenden los participantes -alumnos de Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato de todo tipo de centros escolares-, no tiene nada que ver con el «cole». El contenido de estos talleres varía según la edad del alumnado y van, desde la robótica para los más mayores, la biología para los medianos o los juegos para los más pequeños, entre otros.

El laberinto como tema

En esta ocasión, el curso que comienza lo hace bajo el nombre de «Laberintos», tema en torno al que se desarrollará una parte importante de las actividades y contenidos que se lleven a cabo. Se trata de que los niños saquen todo su ingenio e inteligencia y busquen soluciones originales a problemas normales. «Construirán un laberinto con sus propias manos, se inventarán una historia de romanos, harán experimentos...», explica una de las madres. «Les llena esa parte hasta donde el colegio o la familia no puede llegar», añade otra.

En cualquier caso es muy importante, además, que en la educación de estos chavales se implique todo su entorno. Por esa razón este programa incluye actuaciones dirigidas a las familias y al profesorado de los centros de procedencia de los alumnos participantes, como conferencias y actividades de orientación y divulgación.

Las sesiones se imparten los sábados entre las 10.00 y las 13.00 horas, en cinco centros educativos de la región, con una periodicidad quincenal. Los cinco institutos de secundaria que imparten las sesiones son el Juan de la Cierva, en Madrid capital; el Antonio Machado, en Alcalá de Henares; el Joan Miró, en San Sebastián de los Reyes; el Federico García Lorca de Las Rozas; y el Octavio Paz de Leganés.

La selección de los alumnos

Los alumnos son seleccionados por los equipos de orientación educativa y psicopedagógica, o por los departamentos de orientación educativa, previa propuesta del centro educativo en el que están escolarizados, y siempre, contando con la autorización de las familias.

La legislación educativa estatal ya ha hecho hueco a estos menores pero este es, hasta el momento, el único existente en España que tiene carácter público, voluntario, y gratuito por lo que todavía queda mucho por hacer.

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