análisis
El pulso Sánchez-Ábalos: dos días para la humillación del sanchismo en el Congreso
En el PSOE preocupa ahora que fuera a la vez ministro de Fomento y secretario de Organización del partido: lo decidió el presidente
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Directo | El PSOE da 24 horas a Ábalos para dejar su acta
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Iniciar sesiónJosé Luis Ábalos ha pasado de ser el principal promotor del proyecto Pedro Sánchez a ser el principal proyectil contra el sanchismo. El caso Koldo -¿o mejor caso Ábalos?- no ha hecho más que empezar y es una seria amenaza al ... engranaje orgánico y político del sanchismo: el exministro y ex número tres del PSOE tuvo todo el poder en aquel PSOE iniciático y él fue quien defendió en el hemiciclo la moción de censura a Mariano Rajoy bajo la bandera de la lucha contra la corrupción.
En estos días, los diputados socialistas callan en público recordando que este Ábalos que hoy se agarra a su puesto llegó a compatibilizar durante tres años (2018-2021) la Secretaría de Organización con el Ministerio de Fomento, hoy Transportes. Es decir: el control de los territorios del partido y un presupuesto de 12.000 millones de euros para adjudicar obra pública en esos mismos territorios. Sólo el hecho de vincular así Gobierno y partido es obsceno y tras la detención de su lugarteniente nadie en el PSOE se atreve a poner la mano en el fuego por Ábalos. Esa acumulación de poder da ahora mucho miedo y cobra especial interés aquello que publicó ABC acerca de los tres sobres con dinero en metálico que llevaba Koldo para pagar los gastos, sobres en los que se podía leer «ministro», «partido» y «Jose». Y dentro, los billetes.
Situar a Ábalos en ambos puestos a la vez es una responsabilidad de Sánchez, que tras cinco años en La Moncloa no acaba de encontrar la fórmula para coordinar Gobierno y partido. Lo que es seguro es que ese poder no se lo ha dado ni hoy a Óscar Puente, ni ayer a Raquel Sánchez, y tampoco la tuvo ninguno de los ministros de Fomento de Rajoy (Ana Pastor e Íñigo de la Serna). El precedente más parecido es también socialista, José Blanco, pero precisamente cuando José Luis Rodríguez Zapatero le entregó Fomento fue cuando le quitó Organización.
Sánchez tiene dos días
La pregunta ahora en filas socialistas es si Ábalos aguantará en su puesto más allá del miércoles, cuando como presidente de la Comisión de Interior del Congreso está llamado a moderar un debate sobre «corrupción» e «impunidad». A veces, el azar tiene estas cosas. El PP ya está engrasando los cañones, pero también será interesante ver qué dicen los portavoces de los socios del Gobierno. Sánchez dispone de dos días para evitar que Ábalos convierta el Congreso en un teatro de la humillación del sanchismo.
De momento, Ábalos se agarra al cargo estableciendo una diferencia entre el diputado y el ministro: «Yo no soy nada, soy un mero diputado», le dijo a José Yélamo en La Sexta, porque quiere seguir, necesita seguir: «No se me está pidiendo que dimita, sino que abandone la vida pública y personal». Dejar el acta tiene dos consecuencias inmediatas: pierde el aforamiento y se queda sin una suculenta nómina de más de 6.000 euros mensuales. Ábalos tiene demasiada información, no se va a ir con una mano delante y otra detrás y sabe negociar. Es verdad que Ábalos de momento no está imputado, pero la investigación no ha hecho más que empezar pero es obvio que él es el señor X, tanto en términos de la investigación como en términos de la responsabilidad política.
¿Y si Ábalos aguanta el pulso que le está lanzando Sánchez? ¿Cómo deberán tratarle los diputados? ¿Como a un apestado, como un antiguo jefe, como un compañero? ¿Qué directriz ha dado el partido después de que Sánchez le señalara el sábado ¿«caiga quien caiga»?, ¿cómo debe actuar ese fiel diputado sanchista?... La prensa escudriñará cada gesto y Ábalos debe estar preparado para sentir el gélido rechazo de sus compañeros, esos que hace no tanto eran sus subordinados. ¿Está dispuesto Sánchez a mandar al grupo mixto a su antiguo número tres? ¿Es consciente el líder socialista de lo que esto significa en términos de autohumillación?
En el PSOE también preocupa la imagen del partido, otra vez salpicado por un escándalo de corrupción que en el imaginario colectivo nos lleva a Tito Berni con las fulanas, a Roldán con el martillo hinchable en calzoncillos, al chófer de la cocaína… El eje Tito Berni-Koldo García encaja mal en ese constructo sanchista de la ejemplaridad y la lucha contra la corrupción. Al final, tras cinco años de Sánchez en La Moncloa lo único que queda en este ámbito es la rebaja del delito de malversación y una panoplia de dirigentes que permanecen callados ante un escándalo de corrupción que les afecta: ¿no tiene nada que decir la presidenta del Congreso, Francina Armengol, de la rama balear de la trama de Koldo? ¿Y el ministro Torres de la rama canaria y de los contratos de su Gobierno regional con la trama? ¿Y Marlaska e Illa no van a decir nada?
Segundo apellido de Ábalos
En el PP se frotan las manos. Este escándalo es también, por tanto, un misil a los cimientos teóricos sobre los que se levantó el sanchismo. «A Ábalos se le llenó la boca hablando de corrupción y de ética política y ahora mira. Si se aplica su propia medicina debería presentar una moción de censura a Sánchez», argumenta un dirigente importante de aquel PP, que aún sangra por la herida y está deseando que se conozca toda la verdad sobre cómo este Gobierno gestionó la compra de material sanitario en pandemia: «Y no olvides que el segundo apellido de Ábalos es Meco». Como la cárcel.
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