Sánchez: segundos fuera

Cambio de discurso en mitad de campaña

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez este sábado durante el mitin que ha organizado el PSOE en la ciudad de Valencia EFE

Hay que ver qué distintos son los públicos. Lo que en Madrid pasa sin pena ni gloria y en Santander directamente desapercibido, en Valencia genera un subidón como de gol de Kempes. Y quizá fuera eso lo que hizo que, el sábado, Sánchez se viniera ... arriba, se liberara del corsé y de ese extraño programa de Inteligencia Artificial que parecía haberle poseído e introdujera cambios en ese discurso errático, robótico y monolítico que llevaba memorizado. Y los cambios fueron acertados.

Por primera vez se centró en hablar a favor y no en contra. Hasta entonces, toda la campaña se había basado en agitar el miedo a Vox y a Feijóo con los argumentos más pueriles, demagógicos y, por momentos, ridículos imaginables.

Su discurso era negativo, destructivo y defensivo y sus propuestas programáticas pasaban desapercibidas y desdibujadas entre el paisaje apocalíptico que dibujaba, que uno salía de cada mitin con unas ganas terribles de abrazar a su hija e irnos juntos a ver partidos de Guti hasta que llegara nuestra hora.

Pero lo malo de anunciar el apocalipsis es que no llega. Y como decían Ilegales, estamos 'Agotados de esperar el fin'. Esa pijada del fin del mundo en 2012 de los mayas duró exactamente hasta las campanadas del 2013. Y aquí seguimos. Al contrario que los Mayas. Y el fin del mundo por acción directa de Vox ya se ha anunciado en Andalucía -mayoría absoluta del PP-, en Madrid -mayoría absoluta del PP- y en el 28M -debacle socialista-.

Y el 'armaggedon' sin llegar. Y no hay que ser muy listo para saber lo que va a pasar si siguen asustando a viejecitas con la llegada de la extrema derecha y haciendo pensar a las jóvenes que sus derechos e incluso la propia democracia están en riesgo a no ser que los voten a ellos. Parece que alguien lo ha entendido. Por poco lo hacen en octubre.

Así que Sánchez apeló a la épica, a su propia mitología, a la leyenda del ganador de primarias, héroe de mociones, liberador de cadenas, padre de barones, martillo de aparatos, domesticador de díscolos, ocultador de urnas, el que no arde, espejo de doctorandos, auxiliador alauí y primero de su nombre. Y, por primera vez, logró conectar con un público que, si bien sigue sin creer en la victoria, al menos escuchó propuestas en positivo. Por cierto, en cuanto a fe, el que menos tiene es Ximo, cuyos lapsus muestran que ha perdido toda esperanza y cuyo desastroso discurso demuestra que no ha entendido nada.

Pero, volviendo a Sánchez, parece haber comprendido que Feijóo puede ser muchas cosas, pero que para verle como un peligroso ultraderechista hay que dar un salto de fe que ni Kierkegaard. Y, sin embargo, si habla en positivo de feminismo, de revalorización de las pensiones, de becas, de ecologismo y de derechos de trabajadores, su tono mejora, el discurso gana y el aforo conecta con ese mensaje simplón -pero efectivo- del progresismo como religión mágica en la que todos los problemas tienen solución. Sobre todo, que nunca se vota como 'premio' a lo hecho. Se vota una expectativa. Algo que, hasta ahora, el PSOE había olvidado.

Pero nunca rematan y hoy comienza un nuevo error, casi más grave: tanto Puig como Sánchez han introducido el mensaje de que la gente vota mal y que tienen la misma culpa los cargos de Vox como la gente que los vota. Y todos los presentes lo aplauden sin saber que, siguiendo esa lógica, están asumiendo en primera persona los confinamientos ilegales, el indulto de fascistas, los pactos con filoetarras y la liberación de violadores. Para otra vez, yo me lo pensaría.

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