La optimización del voto útil en cada bloque será decisiva este domingo

La apelación a ese voto útil es empleada tanto por el centro-derecha del Partido Popular como por los nacionalistas del BNG, aunque en claves manifiestamente distintas. Mientras Ana Pontón ha centrado su mensaje en el deseo de cambio político, Rueda sitúa la dicotomía en 'nacionalismo sí o no', exhibiendo además las medidas que al Bloque no le gusta comentar pero que configuran el núcleo de su programa político. El eje izquierda-derecha que funcionó el 23J se ha difuminado en Galicia, que acude a las urnas este domingo con otro escenario sobre la mesa. No será un pulso entre bloques, sino entre lo conocido y su alternativa.

Hay una barrera no escrita en unas elecciones gallegas que sitúa en el 45% del voto el umbral para que un partido alcance o no la mayoría absoluta. Tampoco es una verdad universal, porque Manuel Fraga la perdió en 2005 con el 45,2%. Salvo el CIS, ninguno de los principales sondeos publicados sitúa al PP por debajo de esa cifra y algunos incluso elevan el listón uno y dos puntos por arriba. El PP alberga la certeza de que puede retener la mayoría absoluta. Es una convicción que arrastra desde el inicio de la campaña, incluso durante los días titubeantes en los que el exceso de ruido por los indultos y la amnistía que rodeó a Núñez Feijóo distorsionaron el mensaje de Rueda. También ahí sus trackings le han sido favorables y maneja diariamente hasta tres distintos. «Vamos bien», ha repetido el candidato en sus actos a sus simpatizantes, con la intención de frenar cualquier atisbo de derrotismo. Su percepción en los actos y la calle refuerza este moderado optimismo.

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Pero en los últimos días, alimentada por un CIS que otorgaba a Vox la posibilidad de obtener un escaño el domingo, aunque sin especificar ni en qué provincia ni alrededor de qué porcentaje se movería esa posibilidad, la demoscopia del PP ha detectado un leve alza del partido derechista, que lo sigue dejando muy lejos del 5% exigido para obtener representación. En algunas provincias llega a subir un punto, pero para seguir instalado en un resultado testimonial.

De ahí que esta semana el PP esté apelando a que los electores de este espacio político sean pragmáticos, reflexionen e identifiquen la amenaza real: frente a las afirmaciones de Santiago Abascal de que Vox le está disputando un escaño al BNG (una realidad que no ha reflejado nunca encuesta alguna), no concentrar el voto de todo el centro-derecha en Alfonso Rueda no hace sino elevar las posibilidades de la izquierda en provincias como Orense, La Coruña o Pontevedra, donde va a bailar el último diputado en pocas papeletas. «Ningún voto sin escaño», ha apelado el candidato popular. Un punto o incluso menos puede significar para el PP un escaño y nada para Vox, como para Ciudadanos en su día.

Este jueves, desde Vigo, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, una figura en el PP capaz de tener predicamento en el electorado fronterizo con Vox, apuntaló este discurso. «Toda papeleta que no vaya al PP irá para el BNG», proclamó: «Ojo al nacionalismo, que allí donde se instala no sale y España no aguanta ya más nacionalismos».

El otro caladero que explora el PP en esta recta final de la campaña es el de los socialistas moderados que no se sienten nacionalistas. No es ninguna novedad, ya que las mayorías absolutas de Núñez Feijóo se han nutrido de este elector, que en generales o municipales ha votado al PSOE, pero que en autonómicas se decantaba por el PP como freno al BNG o por desencanto con la oferta electoral socialista. Es un votante principalmente urbano, de mediana edad, de clase media a media-alta, con estudios y habitualmente informado. Es, incluso, un elector que elegiría al PSOE si este partido fuera el que liderara el cambio, pero que no comulga con que el liderazgo de un gobierno alternativo recaiga en el nacionalismo. Fue el que, de manera masiva, aupó a Emilio Pérez Touriño en 2005, quien logró más de 550.000 votos, el techo histórico del socialismo en Galicia. Es un flanco débil detectado por el PSOE y al que este jueves Pedro Sánchez intentó ponerle un parche. Desde La Coruña, el presidente del Gobierno sostuvo que «siempre que ha habido cambio ha sido con un Partido Socialista fuerte». No es fortaleza lo que destacan las encuestas sobre el PSOE, resignado a sufrir un fuerte revés este 18F, salvo que medie un giro inesperado de los acontecimientos.

No es este un caladero muy poblado. Según el CIS, apenas un 5-6% de quien votó al PSOE en 2020 optaría ahora por el PP, pero los socialistas son el partido que más indecisos arrastra, por encima del 21%, según los datos del CIS. Rueda no quiere que ese colectivo se vaya a la abstención por desencanto con la oferta socialista, sino que sume para frenar al nacionalismo. El resultado de la operación es una incógnita, pero el PP confía en que no sea infructuoso.

La principal ventaja del nacionalismo en esta campaña es que no ha encontrado ningún freno a su apelación al voto útil, encarnado en la papeleta de Ana Pontón. El BNG ha sido un río de caudal creciente sin dique de contención en la izquierda, que ha consentido el engorde de sus expectativas electorales. El principal adversario que podría tener, el PSdeG-PSOE de José Ramón Gómez Besteiro, ha evitado durante toda la campaña de manera premeditada cualquier confrontación con los nacionalistas, ni siquiera una leve crítica o reproche. Un guante blanco que ya se esbozó en el primer debate que tuvo lugar en la Televisión de Galicia y que cobró mimbres de entente cordial en el celebrado en TVE, del que se ausentó el aspirante del PP. Hasta cuatro veces va a terminar yendo Sánchez a Galicia en campaña (este viernes regresa para el cierre en Santiago) y en ninguna ha deslizado ni medio reproche al partido que le hurta votantes a manos llenas.

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La impericia de algunos partidos ha dado alas a la concentración del voto alrededor del BNG. Un ejemplo: aprovechando uno de los últimos sondeos publicados, Sumar difundió días atrás en sus redes una diapositiva en la que informaba de que se encontraba a pocos votos de disputarle un escaño decisivo al PP en las provincias atlánticas. Pero en una lectura inversa, venía a reconocer abiertamente que en Lugo y Orense sus opciones eran remotas. El comportamiento de ese electorado, reflejado en los trackings, ha sido refugiarse en el BNG. En el penúltimo día de campaña, Pontón volvía sobre el mensaje que mejor le ha funcionado: «Estamos muy cerca del cambio y es el momento de apostarlo todo al BNG».

La formación de Yolanda Díaz, quien se juega mucho de su crédito político este domingo, es la otra gran damnificada en la izquierda. La vicepresidenta segunda acudió de nuevo este jueves al rescate de Marta Lois, agitando el eslogan habitual de que Sumar «ensancha» el espacio de la izquierda y, sobre todo, rescata a electores de la abstención. «Los escaños que estamos disputando son los que sacan a Rueda de la Xunta», proclamó en un acto con jóvenes, pero quizás ya sea tarde. La riada nacionalista amaga con llevarse por delante a las minorías de izquierdas y dejar al PSOE en la orilla.