Análisis
A la CIG y la UPG parece que les molesta Ana Pontón
Predicar polarización es incompatible con hacer del BNG un punto de encuentro para la moderación
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Iniciar sesiónCuando se afirma que el marxismo es lo más parecido a una religión laica no se exagera. Entre otras similitudes está lo de que el credo siempre se recoja en las sagradas escrituras, para que sirva como objeto de rezo y veneración, mandamientos que deben ... ser observados e interiorizados por el creyente. Y como buenos comunistas, tanto en la UPG como en la CIG gustan de que su doctrina se conserve, se publique y se consulte.
Allá por febrero se armó un cierto revuelo con las recetas moderadísimas de la UPG, apenas unas semanas después de la Asamblea Nacional del BNG que reeligió a Ana Pontón al frente de la organización nacionalista. «Expolio colonial», «depredación extractivista» y mucha «presión social» contra todo proyecto industrial o empresarial mínimamente relevante, desde Altri al eólico. Una constante agitación del árbol -sin importarle el sufrimiento del pobre tronco- para que vayan cayendo los frutos en forma de votos, sostenían.
Uno pensaría que después de conocerse esta papilla ideológica radical se guardarían de seguir segando la hierba bajo los pies de Pontón a ojos vista de toda Galicia, dado que la portavoz nacional quiso hacer de la moderación un sello personal con el que matizar la impresión que una buena parte de la ciudadanía tiene de su organización. Uno también se equivoca. Si no queríamos caldo, tenemos dos tazas.
La primera es otra delirante entrega del credo marxista-leninista de la UPG, donde se pide seguir apretando al calentamiento de la calle. Han entendido que si la polarización a nivel nacional se juega entre PP y PSOE, en el ámbito gallego el puesto de los socialistas corresponde al nacionalismo como contrapeso a los conservadores. Tanta algarada y pancarta están alentando que, casi casi, se les vaya de las manos... y de su control. «Se trata de una conflictividad social de tal amplitud que coloca mismo a prueba la capacidad de respuesta, organizativa, propositiva y de liderazgo del nacionalismo gallego», reza su informe.
La segunda es el brazo sindical del nacionalismo, esa CIG que lo mismo te monta una huelga en la construcción que se descuelga con contenidos didácticos para el profesorado mediante los que satanizar determinadas industrias o especies arbóreas. Nada escapa a la CIG, poder en la sombra del BNG en los no tan lejanos tiempos de las vacas flacas, cuando las Mareas pudieron (pero no supieron) dar jaque al nacionalismo.
Su último documento, ratificado en el congreso del pasado mayo, establece que «sin organizar y promover el conflicto no hay posibilidad ninguna de avanzar en derechos y de transformar la realidad». «El tiempo que tardamos en ir a la movilización y a la huelga es tiempo que perdemos en ganar derechos», afirman sin rubor, «la huelga debe ser siempre el camino a buscar para afrontar un conflicto, pero siempre desde una planificación y preparación colectiva». Nada se improvisa, nada se deja al azar. Una pancarta no se pone en la calle por casualidad; la tensión social no surge, sino que se fabrica.
«A la hora de discutir el rumbo de la sociedad es decisivo acumular fuerza social para confrontar contra el sistema» de los terribles capitalistas y los poderes económicos y políticos.
Es incompatible predicar la polarización mediante el conflicto social con convertir al BNG -huerto electoral en el que confluyen las siembras de UPG y CIG- en el punto de encuentro de una mayoría de gallegos que, por mucho que quieran un cambio, no lo harán bajo estas condiciones. Nada de lo que predican estas dos organizaciones -con una muy relevante ascendencia orgánica sobre el Bloque- suena a esa moderación que Pontón quiso trasladar en la última campaña y que volverá a desempolvar en las próximas autonómicas, si es que continúa como candidata.
Porque lo que se infiere de las sagradas escrituras de partido y sindicato es que ellos no están por la moderación, ni siquiera por el disimulo estratégico de su radicalidad para que la candidata del BNG tenga alguna posibilidad electoral. Lo que lleva a preguntarse si UPG y CIG quieren que Pontón tenga un horizonte de futuro o le están enseñando la puerta para que alguien nuevo entone su credo sin complejos.
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