«Antes o después, existe la posibilidad de pillar el coronavirus . Intento tomar medidas para no contagiarme pero no estoy asustado. No vivo con miedo. Porque, ¿qué sentido tiene? ». Miguel Pazos (29 años) da la cara cada tarde en una farmacia de ... La Coruña. Sin mascarilla, porque no las han recibido, y solo desde hace unos días con una mampara protectora. Hasta entonces tocó crear una especie de «barricadas» con grandes cartones de anuncios de productos. «Al final estamos expuestos con los enfermos, tocamos tarjetas sanitarias... Estamos de cara al público y somos un foco de contagio muy importante. Se están olvidando un poquito de nosotros», lamenta.
Este joven farmacéutico coruñés encaja la situación y la afronta con serenidad. « Soy joven y no me queda otra. No voy a dejar mi trabajo ni voy a dejar de atender a la gente », admite. Aunque matiza: «Me preocupan más mis padres, porque vivo con ellos. Me preocupa contagiarles». Inquietudes que deja a un lado cuando se coloca tras el mostrador de la farmacia, «extremando las precauciones al máximo». «Los ánimos entre nosotros están muy bien, aunque sí que es verdad que hay que gente que no es que la tome contigo, pero les dices que no hay mascarillas y te transmiten a ti la queja», relata. Su solución: «Lo tomo de una forma más diplomática y les digo que yo también estoy así, en vez de darles una negativa».
Tras la «euforia» previa al estado de alarma, cuando notaron un claro «acopio de medicamentos», la afluencia ha bajado considerablemente. Son días para poner el acento en la pedagogía: « Mucha gente llama, les doy consejos. Lo agradecen mucho y se tranquilizan ».
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete