Sánchez cocinó con Óscar Puente en secreto hace tres semanas la respuesta a Feijóo
El grupo parlamentario no tenía conocimiento del discurso, que se encargó para eludir la amnistía y elevar la moral del PSOE
Óscar Puente, el ariete de Sánchez para los momentos difíciles
Cuando Puente comparó en 2018 a Puigdemont con Charles Manson y al independentismo con «una secta»
El golpe de efecto con el que Pedro Sánchez trató de ganar el debate de investidura a Alberto Núñez Feijóo este martes, delegando la réplica al candidato en el exalcalde de Valladolid y ahora diputado raso por esa provincia Óscar Puente, ... se gestó en el ámbito más reducido posible. Fue el presidente del Gobierno en funciones quien le encargó personalmente hace tres semanas a Puente, amigo y leal colaborador en los peores momentos de su mandato como secretario general del PSOE -cuando tuvo que dimitir en 2016 para volver al año siguiente tras ganar las primarias a Susana Díaz- que preparase una intervención para ser él mismo quien la pronunciase en la tribuna del Congreso, en el que iba a ser su debut como parlamentario nacional.
Sánchez contactó con Puente sin comunicarle nada al Grupo Socialista, ni a su portavoz, Patxi López. Los diputados socialistas conocieron el nombre del elegido la misma mañana del debate, cuando se les comunicó en una reunión del grupo previa al debate. Tampoco le dijo nada a su núcleo duro de Moncloa. Puente, alguien que no se arredra ante ningún encargo, y siempre dispuesto a saltar a la palestra tanto en las redes como en los medios de comunicación, además de sanchista de la primera hora, se puso a la tarea. En poco tiempo tenía preparado el discurso, elaborado con algunos de sus asesores. Trece páginas que fueron visadas por Moncloa la víspera del debate, sin apenas cambiarle el contenido.
Los 'fontaneros' del Grupo Socialista lo retocaron mínimamente a mediodía del martes, tras el receso decretado por la presidenta del Congreso, Francina Armengol, justo después del discurso de apertura de Feijóo.
Uno de esos retoques de última hora estaba en el primer párrafo, cuando Puente acusó al presidente del Partido Popular (PP) y candidato a la investidura de haber «trufado su discurso de unas cuantas frases revestidas de solemnidad. Una ha destacado sobremanera: 'fuera de la Constitución, no hay democracia'. Pues si fuera de la Constitución no hay democracia llevan ustedes camino de cinco años fuera de la democracia en este país. Tantos como llevan negándose a renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) como dice nuestra Constitución». Otro en materia económica: «Por cierto, señor Feijóo, el Salario Mínimo Interprofesional con este Gobierno subió un 47% al tiempo que el IPC subió un 16%. Es uno de los bulos que ha soltado usted en su discurso de esta mañana».
Pero el grueso de la intervención de Puente, guardada con el máximo secreto por Sánchez, que la aplaudió con mucho entusiasmo desde su escaño azul, se basó en dos objetivos, más allá de la arremetida contra Feijóo. Uno por pasiva, obviar la amnistía que el PSOE ya negocia con los independentistas catalanes, como incluso el socio de coalición de los socialistas, Sumar, señaló sin complejo alguno en el debate parlamentario, y otro por activa: reivindicar al PSOE de Sánchez, conjurar las críticas de la vieja guardia y, en definitiva, elevar la moral de la tropa, tanto la de los militantes como la de los cuadros de la formación. Un destacado dirigente socialista del Gobierno tiraba de símil baloncestístico, tan caro a Sánchez, muy aficionado a ese deporte, para explicar que «algunas veces hay que sacar al base [el jugador que sube la pelota y marca la juagada a realizar en cada ataque] que revoluciona el partido y luego a otro para momentos más templados del mismo».
La liebre de Sánchez
La analogía deportiva, siempre tan socorrida, dibuja a Puente como la liebre de la carrera para que Sánchez, ahora a resguardo, tome el relevo y haga el sprint final hacia su propia investidura, o como el gregario ciclista que ha tirado del grupo en un duro puerto de montaña para proteger a su jefe de filas. Tanto la liebre como el gregario esforzado tienen poco lucimiento y, avanzada la carrera, llegan en muy mala posición, si es que llegan. Algo que enlaza con lo que un alto cargo de Moncloa comentaba sobre Puente, al que equiparaba a un «quitanieves», algo que se usa en caso de emergencia pero luego se guarda en un garaje.
Puente obvió la amnistía, como hacen invariablemente los ministros y cargos socialistas desde hace semanas. Preguntado este miércoles por esa omisión por los medios de comunicación en el patio del Congreso, el propio Puente aseguró premonitoriamente que «el Partido Socialista valorará la cuestión de la amnistía cuando llegue el momento. En este momento lo que estamos es en la investidura del señor Feijóo, y a eso es a lo que me voy a ceñir».
Y sin duda levantó de su asiento a la bancada propia, empezando por el propio Sánchez, cuando reivindicó la autonomía de la formación y lanzó varios dardos velados a la vieja guardia, muy singularmente a Felipe González y Alfonso Guerra, quienes justo la semana pasada protagonizaron un sonado acto en el Ateneo de Madrid arremetiendo contra Sánchez y su pretensión de conceder la amnistía a Carles Puigdemont a cambio de los votos de Junts per Catalunya para su futura investidura.
Pero también aludió a las voces discordantes como la del exlíder de los socialistas vascos, Nicolás Redondo, expulsado de militancia tras sus críticas a los pactos con independentistas. «No pierdan el tiempo buscando disidentes, desertores o traidores para pasearlos por las tertulias, por los medios que comparten su estrategia», expresó Puente aludiendo también a la apelación de los populares a posibles diputados socialistas que se saltasen la disciplina de voto. Y añadió que «ninguno es ya representativo de este PSOE. ¿Y saben por qué? Porque este PSOE ya se blindó hace años contra cualquier injerencia externa en sus procesos de toma de decisiones».
Y justo a continuación llegó el momento álgido de su discurso, con el que se ganó la ovación más grande y estruendosa de sus compañeros del Grupo Socialista y de la bancada azul: «Este PSOE ya no es de sus dirigentes, ni de los actuales, ni de los históricos, este PSOE es de sus militantes y, por consiguiente, del pueblo; de los hombres y mujeres progresistas de este país. Esa es una de las grandes contribuciones al PSOE que la historia le reconocerá a su secretario general. No lo duden. Así que no malgasten sus energías, empléenlas en algo que sea más provechoso para ustedes, pero sobre todo para el país», sentenció.
Todo estaba perfectamente medido entre Sánchez y Puente, dos viejos compañeros de fatigas. Incluso ese latigillo nada casual que reiteró Puente, el de «por consiguiente», que para los españoles de una ciertad edad, incluidos el presidente del Gobierno y el exalcalde de Valladolid, es casi propiedad de una persona, Felipe González, que siempre lo empleó con profusión.