El día a día de David, el estigma de quien denuncia el filoterrorismo
Un vecino de San Sebastián se dedica, de forma particular, a fotografiar los lemas a favor dela banda
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Una de las pintadas fotografiadas y publicadas en las redes sociales
No hay victoria más importante en los más de cuarenta años de historia del Estado de derecho en España que la lograda contra el terrorismo de ETA. Un éxito, precedido de una interminable lista de crímenes acompañados por el sufrimiento de sus ... víctimas, al que contribuyeron tanto las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad como políticos valientes y la sociedad civil.
Sin embargo, tras casi quince años del fin de la actividad armada, con muchos de quienes la promovían integrados en partidos e instituciones, en el País Vasco pervive una minoría que venera aquel pasado trágico, dándose la paradoja de que, en ocasiones, se ven señalados quienes tratan de exponerla públicamente y no al contrario.
Es el caso de David Jácome, que recibe a ABC en Egia, entre la parte vieja de San Sebastián e Intxaurrondo, un barrio pequeño que esconde tras la actividad normal de su día a día un pasado trágico que vuelve de vez en cuando al presente. A través del doloroso recuerdo de quienes lo sufrieron y de la añoranza de algunos otros, para quienes los asesinatos por la espalda, los secuestros, los atentados y la extorsión eran formas de lucha contra un «conflicto» que sólo ellos veían, empeñados en transformar por la fuerza una realidad que todavía rechazan, quizá aquejados de un sentimiento de vergüenza que les carcome en lo más profundo de su ser.
Luce unas gafas negras y un abrigo del mismo color mientras pide un agua con gas en uno de los bares de la zona. A escasos metros, en 1992, el agente de la Policía Nacional Ricardo González Colino, que estaba fuera de servicio y vestía de paisano, se encontraba a punto de comenzar una partida de cartas. Junto a él, sentados a la mesa, estaban el dueño del establecimiento y un amigo, cuando entró un encapuchado y, sin mediar palabra, le descerrajó un tiro en la nuca.
Diecisiete años antes, en la misma calle, seis miembros de ETA ametrallaban hasta la muerte al subinspector de Policía José Díaz Linares, un gallego destinado en San Sebastián, al que su propia mujer vio como asesinaban mientras salía de casa. Hoy en muchas fiestas populares de esta zona de España se honra a quien mató a más de 850 personas. En paredes de este mismo barrio pueden verse pintadas reivindicando la 'labor' de ETA.
Señalado en 'Egin'
Esto último, por iniciativa propia, es lo que trata de denunciar Jácome en sus redes sociales, donde cuelga las referencias a la banda terrorista que ve durante sus paseos por San Sebastián. Lo hace por «rebeldía» y porque le acompaña el pensamiento de que pudo haber hecho más, cuando, de pequeño, otros perdían la vida luchando por la libertad. Él creció en el barrio, en medio de ese ambiente denso propio de las zonas dominadas por la práctica mafiosa. Recuerda el humo que salía del edificio de la Tabacalera de camino hacia el colegio, situado en las cercanías de la antigua fábrica, ahora transformada en un centro cultural.
Una ruta que ETA empapeló con fotos de su padre, después de que tuviese que cerrar su empresa de albañilería a principios de los años 80 aquejado de una crisis económica. Rememora esa época como «muy dura», con brillo en los ojos, pues éste no era el único problema que aquejaba a la familia. Tenía doce años cuando la banda terrorista señaló a su progenitor en 'Egin', el periódico del que era responsable Mertxe Aizpurua, la actual portavoz de EH Bildu en el Congreso de los Diputados y a quien Pedro Sánchez ha recibido recientemente en el Palacio de La Moncloa para discutir los cambios demandados por Bruselas en nuestra política de Defensa.
Un «perdón» interesado
«El mensaje de que Bildu no tiene nada que ver con todo aquello cala más. No dudo que hay gente dentro que está en contra de la violencia, pero ganan los que sí la apoyaron», comenta David, que defiende que «pedirán perdón», pero «sólo cuando les beneficie», cuando puedan sacar de ello rédito electoral.
Su pasión es la naturaleza. Pese a que estudió biología y querría estar más vinculado a tareas medioambientales, trabaja en un centro de cuidado de ancianos. Eso también le gusta. Mientras, fotografía mensajes de «Gora ETA», lo que le ha provocado encontronazos con esa minoría ruidosa, que ha tratado de amedrentarle: «Una vez sentado en un bar se sentó a mi lado un tipo que había visto las fotos». Le dijo: «¿Tú que vas, de humano? Pues contigo no me apetece ser humano». No se puede añadir mucho más. Únicamente celebra que las pintadas «cada vez van a menos» y que, cuando avisa, suelen borrarlas.
De acuerdo con la base de datos que desarrolla el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), con quien David también ha colaborado de forma altruista, el año pasado hubo 421 actos de culto a los terroristas. Una vez se puso fin a los 'ongi etorris' (de los que fue responsable desde 2016 la etarra Ohiana San Vicente, actual miembro de la cúpula de Sortu), las pintadas y pancartas (150) son la expresión más repetida, por delante de las 131 manifestaciones a favor de la amnistía de los presos celebradas en 2024, y que, en su mayoría, organiza Sare. Unos números que alcanzaron su pico en 2022, con 589 actos de apoyo a los terroristas.
«Porque te da coraje, resistes», afirma, e insiste en la buena gente que le rodea y que vive en su barrio. No quiere, de ninguna forma, proyectar una imagen de héroe, dado que para él lo fueron quienes levantaron la voz cuando aquello podía conllevar la muerte. Sí reconoce que le viene bien hablar de estas cosas, pues en su círculo, pese a contar con amistades de todos los signos políticos, en ocasiones es difícil encontrar niveles altos de empatía. «Es terapéutico, porque lo revives al expresarlo», afirma antes de enfilar cuesta arriba la calle Egia de camino a su casa.