El último liberal
Sánchez, Mazón y la cruz de hierro
«Un año después de la dana, y fruto de los errores de unos y los aciertos de otros, los que parecen haberse llevado la Cruz de Hierro son los socialistas»
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Iniciar sesión«Este es nuestro momento». Eso se podía leer en una de las notas de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, que el community manager de su ministerio publicó inadvertidamente en las redes. No había pasado ni una semana desde el desastre de la DANA ... y ya aparecían en esas notas argumentos críticos contra el «liderazgo fallido» de Carlos Mazón y una serie de propuestas estratégicas para el PSOE.
«Este es mi momento» es también la frase que pronuncia el capitán Stransky, un aristócrata prusiano que se incorpora al frente ruso en los peores momentos del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. En una ofensiva, los alemanes logran repeler a las tropas soviéticas gracias a la audacia de un capitán mientras Stransky se escabulle del combate, en plan «galgo de Paiporta». Pero aquel capitán muere en batalla, y Stransky decide atribuirse sus hazañas para obtener la Cruz de Hierro, la máxima distinción del ejército alemán. Solo el sargento Steiner, conocedor de la verdad, puede impedir que lo consiga.
Ese es el argumento de La cruz de hierro, la magistral película de Sam Peckinpah, una de las pocas que narran la guerra desde el punto de vista alemán.
Un año después de la DANA, y fruto de los errores de unos y los aciertos de otros, los que parecen haberse llevado la Cruz de Hierro son los socialistas. Mientras tanto, en el Partido Popular asumen la dimisión de su presidente autonómico, Carlos Mazón, tras su enésimo cambio de versión sobre sus andanzas de aquel día y por haber caído, en plan «pichón», sin apenas resistencia en la trampa que Pedro Sánchez le tendió en forma de funeral de Estado.
Así, cuando en septiembre Mazón anunció una renovación para dar impulso a su gobierno, probablemente no imaginaba que la cabeza que acabaría rodando en noviembre sería la suya, además de la prevista del conseller de Reconstrucción, el general Gan Pampols.
Y eso que, al principio, las culpas del desastre parecían repartidas: errores en la gestión autonómica, pero también fallos evidentes en organismos dependientes del Gobierno central. Si a eso se sumaba la vergonzosa votación del PSOE en el Congreso el día después de la DANA, la tardanza en la llegada de la ayuda y el célebre «si quieren ayuda, que la pidan», incluso podría decirse que los populares tenían cierta ventaja.
En la película de Peckinpah, mientras el sargento Steiner y sus hombres tratan de replegarse de forma ordenada para consolidar una nueva línea del frente, el capitán Stransky solo piensa en obtener su Cruz de Hierro, aunque tenga que sacrificar a sus compañeros.
Esa misma sensación deja la política valenciana: como revelaba aquella nota borrada de la ministra de Igualdad, los socialistas sabían que era su momento para darle la vuelta a la situación en una comunidad donde las encuestas, días antes, auguraban una mayoría clara del Partido Popular y una debacle del PSOE.
Y actuaron en consecuencia, desplegando una estrategia comunicativa eficaz, repitiendo el mismo mensaje una y otra vez (aunque fuera falso) y concentrando todas las culpas en Mazón, caricaturizado como el presidente que tomaba cubatas mientras la gente se ahogaba.
Mientras tanto, Mazón delegó la reconstrucción en un general retirado, una tarea imposible sin la colaboración del Gobierno central. Las reuniones conjuntas se pueden contar con los dedos de una mano. Además, el presidente olvidó a las víctimas y a sus familias: más allá de la ingeniería y los planes técnicos, hacía falta empatía, presencia y humanidad.
Da la sensación de que el Consell pensó que la gente acabaría olvidando o que, sabiendo que no tenía un equipo preparado para un reto tan complejo, optó por mirar hacia otro lado.
La crisis de liderazgo en el PP valenciano lo refleja bien: de cuarenta diputados en Les Corts, solo dos parecen tener carisma suficiente para suceder a Mazón. Un partido con esa estructura debería tener una decena de opciones sólidas. Ahora, el candidato ideal parece ser Juanfran Pérez, más por descarte que por impulso propio, ya que María José Catalá está centrada en el Ayuntamiento de Valencia.
Ignoro si Feijóo tiene asegurado el apoyo de Vox. Sinceramente, pensaba que sí, pero viendo las declaraciones de unos y otros, y con varias elecciones autonómicas en el horizonte, ya no estoy tan seguro. Lo que parece evidente es que las elecciones no se ganan sin equipos preparados, y menos frente a un rival con la maquinaria mediática y la astucia de Pedro Sánchez.
Coda. En una de las últimas escenas de la película, totalmente rodeado por los rusos, el sargento Steiner le dice al capitán Stransky que le enseñará cómo se gana una Cruz de Hierro.
En el fondo, eso es lo que necesita ahora el Partido Popular en la Comunidad Valenciana: alguien que le enseñe cómo se ganan las Cruces de Hierro. Y aunque Diana Morant tampoco lo sabe, Sánchez sí.
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