Roger Waters y el muro de la vergüenza

El británico conquista el Palau Sant Jordi con la espectacular puesta en escena de «The Wall»

EFE

DAVID MORÁN

Sonaron tambores de guerra, se iluminó el escenario con ráfagas pirotécnicas y, ladrillo a ladrillo, el muro, ese "The Wall" con el que Pink Floyd prácticamente inventaron el rock de estadios, cobró forma de nuevo sobre el escenario del Palau Sant Jordi de la mano ... de Roger Waters. El bajista e ideólogo de la banda británica ya recuperó hace cuatro años el faraónico "The Dark Side Of The Moon" pero lo de anoche, con un sonido cristalino e inmaculado y un apabullante alud de efectos visuales, fue otra cosa; una actualización en toda regla con la que, además de saldar una deuda pendiente, consiguió dejar boquiabiertos a los 18.000 espectadores que abarrotaron el Sant Jordi, maniobra que repetirá esta noche con una segunda fecha para la que aún quedan entradas.

Treinta años después de alumbrar "The Wall" como doble álbum conceptual y ruinoso espectáculo en directo, Waters ha querido reconstruir su particular muro de las lamentaciones y, la actualidad manda, convertirlo en estruendoso y monumental símbolo antibelicista. De ahí que, en esta nueva versión corregida, aumentada y hábilmente aliada con las más deslumbrantes tecnologías, Waters haya querido añadir conflictos como los de Irak y Afganistán —presentes ambos en las imágenes que ilustraron "Bring Boys Back Home" y "The thin ice"— a la lista de agravios que transformó en inabarcable ópera-rock a finales de los setenta.

Y sin perder en ningún momento ese hilo conductor, Waters recorrió anoche entre ritmos marciales y estética paramilitar todos y cada uno de los rincones del disco mientras, ladrillo a ladrillo, el inmenso muro de cartón tomaba forma y el músico británico asomaba por los surcos de "In the flesh" y "The Thin Ice" al tiempo que hacía subir a un coro de niños para atacar "Another Brick In The Wall" o recuperaba las gigantescas marionetas de la madre y el profesor y las icónicas imágenes que Gerald Scarfe diseñó para la banda.

Poco a poco el muro, hábilmente reconvertido en gigantesca pantalla en la proyectar todo tipo de miedos y pesadillas, empezó a tapar a toda la banda y se acabó convirtiendo en el gran protagonista de la velada. Así, al inicio del segundo acto, el público congregado se sorprendió mirando fijamente un muro que, completamente construido, ocultó a Waters y al resto de la banda durante "Hey You" y "Is There Anybody Out There". El muro, decíamos, fue anoche el gran protagonista aunque, eso sí, con permiso de un Waters que lo mismo saltaba de la ternura de "Mother" a los vapores acuosos de "Comfortably Numb" y de ahí al frenesí paranoico de "Run Like Hell".

Al final, con la pared completamente alzada y el célebre cerdo volador flotando por el Sant Jordi, "Stop" y "The Trial" dejaron visto para sentencia un muro en el que Waters refleja buena parte de las vergüenzas de la sociedad contemporánea. Las de hace treinta años y, faltaría mas, también las de ahora.

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