punto de fuga

La poda universitaria

josé garcía domínguez

Acaso la más onerosa de nuestras extravagancias administrativas, la hipertrofia del sistema universitario, el que cada capital de comarca tuviera por irrenunciable prioridad albergar docena y media de facultades y otras tantas escuelas técnicas, parece llamada a su fin. Algo bueno tenía que traer la ... crisis. Y es que, al menos, ha servido para reconciliar al Estado con el principio de realidad. De ahí ese propósito, el de suprimir establecimientos de docencia superior, que acaba de anunciar Mas Colell en un arrebato de sensatez. Absurda, disparatada inflación, la de las universidades de campanario, que, al margen de megalomanías provinciales, quizá obedeciese a un mito económico aquí muy arraigado. Me refiero a esa devoción, genuina fe del carbonero, que entre nosotros se presta a la célebre “economía del conocimiento”. Así, es lugar común por todos admitido que la educación ha devenido principal fuente de riqueza de las naciones, la premisa primera de toda prosperidad presente y futura. Una leyenda urbana, ésa, que encuentra su corolario en el pretendido incremento de la productividad de los trabajadores que iría asociada a ella.

Ocurre, sin embargo, que no hay evidencia empírica alguna de tal cosa. Que un superior nivel educativo genere mayor crecimiento económico apenas supone eso, una mera creencia, nada más. A Argentina, nación con una altísima tasa de universitarios, no le ha ido mejor que a Suiza, país que presenta el índice más bajo de personas con formación superior de la OCDE. Y es sabido que la pericia matemática de los norteamericanos resulta harto inferior a la de los naturales de Kazajistán, Armenia, Serbia y otras “potencias” por el estilo. Contra lo que dicta el tópico, la tecnología contemporánea no reclama de los trabajadores muchos más conocimientos que antes. Repárese en que un dependiente de comercio ya ni tan siquiera necesita saber sumar, limitación impensable en sus equivalentes decimonónicos. He ahí la gran paradoja: multitud de empleos en las economías punteras requieren personas cada vez menos preparadas. Ah, los mitos.

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