Una Diada contra la investidura
Esquerra debate sobre si sumarse a una manifestación de la Diada que de nuevo será un clamor contra el diálogo
Junts esconde bajo el tutelaje de Puigdemont las diferencias entre los partidarios del choque y la negociación
La Diada del 11S agria el clima independentista y complica la negociación a Sánchez
Barcelona
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Iniciar sesiónLa coincidencia de la Diada del 11 de septiembre con las negociaciones o primeros tanteos para una hipotética investidura de Pedro Sánchez con el apoyo del independentismo está visibilizando la tensión y dudas con que en el seno del secesionismo se vive lo que ... no deja de ser una oportunidad para este movimiento como no se veía quizás desde 2017. De nuevo, y ahora con mucho más motivo, se recrudece el debate entre los partidarios del embate y la confrontación con los favorables al gradualismo. Traducido al momento político actual, la pugna entre los partidarios de ir a máximos sin miedo a la repetición electoral y a un Gobierno de PP-Vox y los defensores de facilitar la investidura de Pedro Sánchez a cambio de concesiones políticas.
Lo que en cualquier otro mes del año se resolvería de manera más o menos convencional, en septiembre, en vísperas de la Diada, se explicita con especial dramatismo, atenazados aún los partidos por el miedo a ser señalados en la calle por los más exaltados. En Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), partido traidor para el secesionismo más ultra, ya conocen la película. En Junts, hasta ahora a salvo de las invectivas de los más hiperventilados, no se tiene muy claro qué pasos dar.
En este contexto, quien agita la calle, y por así decirlo los más bajos instintos, es la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la antaño poderosa organización que movilizó al independentismo en los inicios del 'procés' y convertida en su fase final en reducto de los más radicalizados, puro búnker 'indepe', utilizando terminología de la Transición. Ayer, y con objeto de movilizar a los fieles de cara a la inminente Diada, la ANC lanzó un 'spot' en las redes sociales en el que, entre otras consignas, se afirma que «pactar con quien nos reprime y espía no puede ser el camino». Aviso a los partidos.
El lema de la manifestación de este año es 'Via Fora', grito de alarma que se usaba en la época medieval para llamar a la ciudadanía ante una amenaza exterior. El anuncio empieza con imágenes de calles vacías para simbolizar el «intento» de desmovilizar y el impacto de la pandemia en la asistencia a las manifestaciones más recientes. Después, tras un toque de campana, los manifestantes llenan las calles vestidos con las camisetas de la Diada: «No olvidemos nuestro objetivo, la independencia, que ya votamos el 1-O. Hagámosles saber que aquí no se ha acabado nada y que seguimos en las calles«. Las llamadas de la ANC a no olvidar, a recordar que siguen estando ahí, son la mejor demostración de que la movilización en la calle, en paralelo a la electoral, va a la baja desde hace años.
Con la advertencia a los partidos para que obvien un posible pacto con el PSOE, la ANC trata de nuevo de guiar a las formaciones, un intento de tutelaje cada vez más agrio y que ya llevó a ERC a descolgarse de la Diada del año pasado, convertida por la entidad en una marcha contra la mesa de diálogo y la estrategia pragmática de los de Junqueras. Junts, inmaculados, se subieron a esa ola y al cabo de un mes decidían salir del Govern y romper con sus hasta entonces socios republicanos.
Curiosamente, tras años sometidos al castigo de los más puros, en ERC parece que no han aprendido la lección. Adictos al desprecio y tras el adverso ciclo electoral de 2023, en el que ERC ha sufrido un fuerte retroceso, los republicanos tratan de recomponer puentes con la ANC y casi imploran poder regresar a la manifestación del día próximo 11. Lo explicaba el pasado lunes la portavoz de ERC, Raquel Sans, al asegurar que su formación participará «en todas las manifestaciones transversales e inclusivas» que se celebren el 11S y, aunque sin aclarar si asistirán a la convocatoria de la ANC, subrayaron que ERC «ha estado siempre y seguirá estando siempre» en las movilizaciones con motivo de la Diada.
Más clara, un día después, la portavoz del Govern, ahora monocolor de ERC, aseguraba que representantes del Ejecutivo, sin especificar su rango, sí acudirían a la marcha, al entender que en 2022 «había un contexto y este año hay otro, y si las manifestaciones son reivindicativas y, sobre todo, inclusivas, el Govern estará ahí». No aclaró en qué ha cambiado el contexto, porque si se atienden a los posicionamientos de la ANC o al citado anuncio colgado ayer, la Diada de este año volverá a ser una marcha contra el diálogo.
Por si había dudas, la ANC lo tiene claro: «Denunciamos el inmovilismo de los partidos independentistas. La mesa de diálogo no ha tenido ninguna utilidad y se requiere la acción inmediata. Exigimos el fin del autonomismo y el inicio del embate definitivo hacia la independencia. Los dos años de negociación con España han fracasado y ahora es el momento de pasar de las palabras vacías a la acción y la confrontación». Ciertamente, nadie puede leer su posicionamiento como otra cosa que una nada sutil manera de decir a ERC que no son bienvenidos.
En el seno del partido, obviamente, hay debate y ahí resuena la voz tronante de su exdiputado en el Congreso Joan Tardà, independentista de larguísimo recorrido y convertido en bestia negra de quienes ahora no ven otra salida que el unilateralismo. «No entiendo las dudas de Esquerra sobre si ir o no ir a la 'mani' de la ANC. Que debemos estar en la calle los indepes en la Diada, sí. Con quienes nos acusan de 'petainistas', no. Y punto. Si nos quieren, que rectifiquen, que es sabio hacerlo». Alguien lo tenía que decir.
También hay debate en Junts, pero en su caso mucho más soterrado y no sobre la conveniencia de ir a la manifestación de la Diada, sino sobre la cuestión realmente de fondo: qué hacer ante la investidura de Sánchez. Sobre la Diada ya dejaron claro que se suman con todo el entusiasmo, como ya hicieron en 2022 cuando ERC se descolgó. Falta por ver, y en este sentido los pasos que se den en los próximos días serán decisivos, cómo reciben a pie de calle a unos dirigentes que ya vieron como, al pactar la Mesa del Congreso con el PSOE, se les acusó desde la ANC de venderse por unas «prebendas institucionales» y de ser autonomistas, adjetivo hasta entonces reservado a los republicanos.
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Sobre la actitud a tomar ante la investidura de Sánchez, el partido opta por no hacer públicas las evidentes diferencias. A un lado, quienes echan en falta la influencia de la antigua CiU, sobre todo cuadros que abogan por regresar al centro del tablero político. Al otro, los partidarios de ir al choque, exigiendo el referéndum como condición, básicamente los aglutinados en torno a Laura Borràs.
Las diferencias entre unos y otros son enormes, con lo que la forma fácil de seguir adelante, al menos hasta que haya que tomar una decisión, es apelar a Puigdemont, ahora mismo su único aglutinador. En su reunión del jueves, la ejecutiva del partido se plegó, a la espera de que el fugado comunique en una conferencia el próximo martes el «marco» de la negociación. Pero hay mar de fondo. Según informaba ayer 'El Periódico', el diputado Joan Canadell, sector exaltado, planteó si la decisión de investir o no a Sánchez se someterá a votación de la militancia. Desde la dirección se echaron balones fuera.
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