ruido blanco
Mujer sobre fondo negro
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Iniciar sesiónLaurette se asomaba desnuda a la ventana del estudio de Matisse y provocaba entusiamo en los agentes de la comisaría que había enfrente. La conocida como 'la italiana' se encaramó a esa ventana en multitud de ocasiones durante el año en que el genio la ... retrató hasta veinticinco veces. Lo cuenta Carlos del Amor en su delicioso libro 'Retratarte'. Relata, con datos de periodista, quiénes fueron algunos de los retratados más conocidos de la historia del arte e imagina, con pasión de escritor, qué pensaron mientras estaban convirtiéndose en eternos pincelada a pincelada. Del Amor juega sobre todo con las miradas, esas miradas lanzadas al vacío durante horas y días pero que siguen dialogando con cada nueva generación que se pone delante de las creaciones de Rafael, Klimt, Botticelli o Durero. La cultura no es más que añadirle capas a la cebolla.
Sin embargo hay algo distinto en el enigmático lienzo de Matisse que retrata 'Laurette con un vestido verde sobre fondo negro'. Es uno de los pocos cuadros elegidos donde no hay mirada. La mujer descansa en un sillón con una amplia túnica verde. Con los ojos cerrados y la cabeza recostada. No hay diálogo posible porque la intención del pintor francés era adueñarse del monólogo para describir en colores aquella mujer que revolucionó su pintura y de la que, a día de hoy, apenas se conoce nada. No hay mirada porque hay más autorretrato que de costumbre. Esta 'Laurette con vestido verde sobre fondo negro' produce un recuerdo inevitable a la novela 'Señora de rojo sobre fondo gris' de Miguel Delibes que también tiene tanto de monólogo y autorretrato. Desde la fascinante pintura de Eduardo García Benito Ángeles sí que nos mira, pero con todo lo que quiso Miguel contarnos de ella. Eso es precisamente lo que consigue Matisse con esa elegancia dormida y una misteriosa sensualidad perturbadora. Y Frida Kahlo, Van Gogh o Modigliani que sabían que la única manera de vencer al olvido es dejar contada tu historia. Vivimos tiempos en que sobran reflejos y faltan retratos, en trazos o palabras, que expliquen al futuro por qué fuimos cómo somos.
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