Enésima versión de «Cumbres borrascosas» en una jornada otoñal
Otras dos películas sobre política no logran levantar el tono de la Sección Oficial
El ecuador de la Sección Oficial de la 56 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) no logró levantar el tono grisáceo por el que está transcurriendo esta edición, por momentos plomiza como este otoño recién llegado. La mañana se desayunó con el drama —en ... el buen sentido— de «Cumbres borrascosas», enésima versión cinematográfica de la obra de Emile Brontë. La propuesta de Andrea Arnold recalca el encierro físico y moral de los personajes y el paisanaje con un muy acertado manejo pictórico de la fotografía, además de desplegar la alquimia de las luces y sombras subrayando el impacto físico de las amenazantes y también «personajes activos» de la lluvia y el viento en los protagonistas, enfagandos en cuerpo y alma. Es precisamente en el tramo más personal, de una lícita heterodoxia, cuando la realizadora británica alcanza un marco poético y moral de profundo impacto dramatúrgico y cromático. Tras esa acertada contención asfixiante, la película revienta las costuras precisamente al regresar al canon de «Cumbres borrascosas», concentrando en el último tercio de la película un desenlace impostado y gótico.
De profesión, político
La política se hizo hueco ayer con dos propuestas. La primera, impensable en España, fue la del francés Xavier Durringuer con «La Conquëte», donde se ha atrevido a desmenuzar la figura de Nicolas Sarkozy, vinculada a su «traumatizante» separación de Cecile poco antes de convertirse en el jefe del Estado. Aunque el presidente galo no se va de rositas, sale mejor parado que algunos de sus colegas como Chirac o Villepin. Mientras del primero se destaca su descomunal ambición, los otros dos aparecen más caricaturizados. En todo caso y por encima de un ritmo vertiginoso que eleva la calidad de la cita y de las frases afiladas que se dedican unos y otros, la película da más argumentos para que los ciudadanos sigan pensando que los profesionales de las política son más un problema que la solución. Aunque basado en un personaje real, Durringuer aclara que lo que se cuenta en parte es ficción, una suposición de lo que ocurrió desde que «petit» Nicolas —como lo llama Chirac— se convirtió en ministro hasta que ganó las Presidenciales. Más allá de que haya mucha gente fuera de Francia al a que no le interese nada una historia que sí ha arrasado en su país, asegura que a la que no le ha gustado es a Carla Bruni.
Finalmente, en las antípodas del filme francés, «Verdades verdaderas. La vida de Estela», de Nicolás Gil Lavedra, cuenta la lucha de la presidenta de las Madres de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, para conocer el paradero de su hija, secuestrada y desaparecida, y de su nieto, dado en adopción ilegal, durante la dictadura militar Argentina. El director podría haber encharcado esta ignominiosa afrenta a los derechos humanos en un relato dramatizado hasta la náusea o enfriarlo con el tono de un semidocumental. Por fortuna, Gil Lavedra apuesta por lo único que podía hacer, narrar correctamente sin anhelos «artísticos», que no es poco con este drama.
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