Pingar el mayo contra la soltería

La fiesta popular, de orígenes ancestrales, celebra la llegada del buen tiempo el primer domingo de mayo y está especialmente enraizada en Burgos y Soria

Pingada en la localidad burgalesa de Quintanar de la Sierra, en la provincia de Burgos ABC

El origen del festejo se remonta a las civilizaciones fenicia y griega, que manifestaban su adoración a las deidades primaverales con un ritual totémico que pedía por la fertilidad y la abundancia propias de la estación. La fiesta ‘mayumea’ fenicia fue adoptada posteriormente por algunos ... pueblos prerromanos -como el celtíbero- hasta llegar a nuestros días. Desde la Selva Negra alemana hasta un municipio burgalés de poco más de mil habitantes, Quintanar de la Sierra, donde las connotaciones rituales se han perdido con el paso del tiempo, evolucionando a una celebración folclórica popular; ‘El pingado del mayo’, que se conmemora a lo largo y ancho de toda Castilla y León, con especial enraice en Burgos y Soria.

El rito consiste en la tala de un árbol, un pino, alto y joven, que será trasladado a la plaza del pueblo -o un lugar habilitado para ello-, donde se ‘pingará’. Es decir, se clavará, enhiesto, antaño por la fecundidad de la aldea y ahora, en ocasiones, como pistoletazo de salida de las fiestas patronales o, en su mayoría, como mera juerga costumbrista. «Se hace en muchísimos pueblos», explica Antonio Martín Chicote, del Ecomuseo Forestal de Quintanar de la Sierra. «Los chicos levantan el mayo al mediodía y luego las chicas bailan alrededor y se hace una gran merienda con una charanga o banda municipal», añade en declaraciones a ABC. Los ‘chicos’ son «los mozos», los solteros en edad de merecer. Las ‘chicas’ que bailan también suelen ser las desparejadas, aunque no siempre. «Al final, cada pueblo lo hace como quiere y, además, tienes que tener en cuenta que si sólo lo levantan los solteros, en algunos sitios no hay gente suficiente para alzar el árbol», ríe Martín.

Esto se debe a que el ritual tiene una técnica concreta: no se pueden utilizar tractores, grúas o cualquier tipo de maquinaria. El pino se eleva con horquillas grandes, de madera, a pulso, mientras un capataz da las indicaciones pertinentes. «Nosotros tenemos hasta un alcalde de mozos, que es el que se encarga de organizar a la chavalada», detalla Martín para subrayar que, aunque la tradición es milenaria, se interrumpió cuando un accidente en los años veinte acabó con la vida de un vecino del pueblo. «La recuperamos en 1983, estuvimos más de medio siglo sin la fiesta, porque es peligroso», sostiene, crítico con la seguridad del evento donde no falta uno de los elementos centrales de cualquier reunión popular: el alcohol. «Hoy en día no se toman las precauciones que se deben y puede volver a haber otra desgracia», subraya preocupado. Martín insiste en que se trata de una fiesta multitudinaria a la que asiste «muchísima gente y se apelotona». «Debería designarse desde el principio quienes serán los que levanten las horquillas, no puede hacerlo cualquiera», añade incidiendo en que, «por lo menos», hacen falta unas 30 personas para realizar la faena.

La Pingada de Mayo regresó ayer a San Leonardo de Yagüe

Recuperar tradiciones

Sin embargo, más allá de sus reivindicaciones -recuerda que más de una vez se les ha caído el pino-, Martín asegura que es «una ceremonia muy bonita» que se está recuperando en municipios donde había dejado de hacerse, como Zazuar (Burgos) o Salduero (Soria), e igualmente matiza que no siempre se celebra al inicio de mayo: «En El Comunero de Revenga -terreno sobre el que comparten jurisdicción los municipios de Canicosa de la Sierra, Quintanar de la Sierra y Regumiel de la Sierra- lo hacemos con las fiestas patronales de julio porque este fin de semana la Iglesia nos puso la fiesta de La Virgen de Revenga», explica para contar que la solución es sencilla: se van a las pingadas de otros pueblos mientras tanto.

Pingada en Quintanar, en la década de los 80 ECOMUSEO FORESTAL CABAÑA REAL DE CARRETEROS

Como la de Hontoria del Pinar, que lo celebra el primero de mayo o el domingo más cercano a este. «Nuestra particularidad es que colocamos el árbol por la tarde y no antes del mediodía, como dicta la tradición», cuenta Pablo de Grado, uno de los responsables del espectáculo en Hontoria. «Por la mañana van los mozos al monte y escogen el pino, allí lo cortan y se hace la merienda en el campo. Hasta las seis o siete de la tarde no se pinga», explica. Después de comer, el ejemplar talado se acarrea con una yunta de bueyes hasta la plaza de Hontoria donde los hombres de entre 16 y 36 años alzarán el ejemplar. «Es uno de los pocos sitios en los que un mozo trepa el árbol 14 ó 18 metros para quitarle la soga que lo guía», continúa. Una vez terminada la labor bajo la atenta mirada del público, la juerga se abre al resto.

¿Y las mujeres?

«Cuando yo era chavalilla algo nos quejamos, nosotras también queríamos pingar el mayo», cuenta Belinda Peñalba, la alcaldesa de San Leonardo de Yagüe (Soria). «Al final, lo que hicimos fue estar preparando las viandas para la comida popular que se hace después», recuerda entre risas. Los chicos comen por un lado, las chicas por otro y sólo se juntarán en el baile alrededor del tronco recién colocado. «Es una tradición, y estas cosas ya sabemos cómo son», comenta al respecto. La charanga, eso sí, es para todos.

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