El peso de la historia

Tiene el reto de las raíces en la era de la imagen. Venir con su vieja sangre a un proyecto que en cada generación resulta diferente. Empezar a construir sin dar por sentada la solidez de sus cimientos, que quizá sea esa la base de toda relación: asumir sin suponer. Eso es. Nunca dar nada por supuesto. Su trabajo pronto se medirá con independencia de la edad; será bueno o malo como lo fue la voz grave de un imberbe Rimbaud o los acordes más tempranos en la guitarra de Paco. Y con altura de miras será, claro, porque seguirá la estela del padre, pero con nuevas herramientas. Posee la princesa Leonor una mirada afinada en lo prudente en un mundo donde abunda la premura. Juventud y paciencia para un horizonte cambiante.

Presencia en escena, un país que no dejará de enfocar su rostro y una frente salpicada de futuro. Sus pasos marcarán en cierto modo los nuestros. La historia, como acostumbra, pende de un hilo mientras se adentra en un escenario inédito a sus dieciocho años. Jurará la Constitución para seguir esculpiendo un símbolo que deberá ser el nuestro. Todo comienza por ir de la mano junto a los hechos, como hacen los hijos de los tiempos.