Pasar el rato
Montero y Belarra, qué tabarra
Han convertido la sexualidad en una oficina de reclamaciones, como si no hubiera cerebro más que de cintura para abajo
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Iniciar sesiónLa forma es el fondo porque determina el fondo. Aplebeyar la expresión envilece el pensamiento. He tratado de leer la llamada ley del 'sólo sí es sí' y el proyecto de ley 'trans'. No he podido. Me arrepiento de haberlo intentado. Una ley es ... el resultado creativo de un legislador. Si el legislador es tonto, la ley es tonta. Si el legislador es vulgar, la ley es vulgar. Si el legislador es fofo de cuerpo y de mente, la ley es fofa de cuerpo y de mente. O sea, de sintaxis y de ideas. Artículo 3 c) del proyecto de ley 'trans': «Discriminación múltiple e interseccional». Artículo 19: «La atención sanitaria a las personas intersexuales se realizará … desde un enfoque despatologizador». Ley del 'sólo sí es sí', artículo 27: «En el temario de acceso a las carreras judicial y fiscal se incluirán temas dedicados a la igualdad entre hombres y mujeres desde una perspectiva interseccional». Son leyes nulas porque los jueces no pueden aplicar lo que resulta incomprensible para la inteligencia humana. Hay políticos que tienen aspecto intelectual de diminutivos de la especie, como si la naturaleza no se hubiera esforzado al hacerlos. Las ministras Montero y Belarra, qué tabarra, son una exacerbación iletrada del feminismo, y su vulgaridad avergüenza a las mujeres que han luchado brillantemente en la historia por el papel de las mujeres en la historia. También podría suceder que Montero y Belarra, qué tabarra, no sean las únicas responsables de sus engendros, sino el resultado de una sociedad sin grandeza, como la española actual. Son las grandes sociedades las únicas capaces de dar grandes políticos, grandes sistemas educativos, manifestaciones sublimes de cultura y belleza.
Con independencia del cada vez mayor número de sexos que la ciencia política moderna haya descubierto entre los entusiastas de Podemos y de Pedro Sánchez, la biología demuestra que el cuerpo humano está sexualmente muy limitado en sus posibilidades de uso y aprovechamiento. Al final, la humanidad se divide entre quienes van al urólogo y quienes van al ginecólogo. Lo que no impide ni disminuye el «general amor por cuanto nace». Esas monótonas pensadoras con la entrepierna no hacen otra cosa que darle vueltas a los pocos orificios del cuerpo humano, por si a partir de ellos pueden edificar una sociedad nueva. Afortunadamente, no han tratado de escribir una novela. Conviene tener presente que una novela requiere más imaginación y más cultura que una cópula. Todo parece indicar que esas feministas de barricada tienen obsesión por el sexo y la desvergüenza de acusar a los demás de sus neurosis. Han convertido la sexualidad en una oficina de reclamaciones, como si no hubiera cerebro más que de cintura para abajo. Un buen código penal, riguroso y bien escrito, puede sustituir con ventaja a tanta mediocridad legislativa, desmesurada e ininteligible. Y en cuanto al varón verriondo delincuente, propongo que se le encierre colgándole un letrerito explicativo, con el texto que algunos comercios ponían en verano en el escaparate vacío: El género, dentro, por el calor.
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